Allí se firmará un nuevo acuerdo global y vinculante entre todos los países, el cual entrará a regir en 2020, buscará hacer frente al calentamiento global y reemplazará al Protocolo de Kioto, que actualmente no está en vigor, pero fue el primer tratado que estableció obligaciones de reducción de gases de efecto invernadero a los países desarrollados.
Para muchos puede sonar como un evento burocrático en el que funcionarios con credenciales laminadas tomarán decisiones ajenas a la ciudadanía. Pero no lo es. Ningún desafío nos amenaza tanto como el cambio climático.
Este fenómeno se traduce en eventos climáticos más frecuentes, extremos e impredecibles, la pérdida de ecosistemas estratégicos como los corales y los páramos, y el aumento en el nivel del mar por el descongelamiento del Ártico, entre otras consecuencias que harán nuestra vida más difícil y nos obligarán a adaptarnos a nuevas condiciones. Lo que ocurra de aquí en adelante afectará el desarrollo de nuestros países, que tendrán que apostarle a una economía limpia.
En el camino hacia París, los países deben anunciarle al mundo sus contribuciones. En otras palabras, qué están dispuestos a hacer para reducir sus emisiones y, voluntariamente, establecer cuáles son sus planes para enfrentar los impactos del clima cambiante y cuánto necesitan para financiarlos. Hasta la fecha siete actores importantes (38 países) lo han hecho. Estas son sus propuestas. Ya veremos qué pasa con los demás.