Las científicas que combaten el sexismo desde la Antártida

Una expedición de veinte días reunió a 76 mujeres científicas de todo el mundo para visibilizar los roles de género dentro de la ciencia, además de estudiar los impactos ambientales y sociales del cambio climático.

Karen Tatiana Pardo Ibarra
05 de enero de 2017 - 03:00 a. m.
Las participantes son expertas en diferentes campos de la ciencia; desde biología y astronomía, hasta matemáticas y medicina / Mónica Araya
Las participantes son expertas en diferentes campos de la ciencia; desde biología y astronomía, hasta matemáticas y medicina / Mónica Araya

Cada año, desde 1975, miles de mujeres de Islandia se reúnen en la plaza central de Reikiavik para exigir que sus salarios sean iguales al de los hombres. Aunque es el país más igualitario del mundo, según el Foro Económico Mundial, las islandesas ganan entre un 14 y 18 % menos que sus colegas masculinos por cumplir con las mismas funciones y responsabilidades que ellos.

En la ciencia el panorama es igual de desalentador: aunque las mujeres representan el 43 % de los doctorados en todo el mundo, solo generan el 28 % de las investigaciones que se hacen. Los escenarios de machismo o discriminación están latentes y generan barreras entre hombres y mujeres que son “desproporcionadamente altas y difíciles de alcanzar”, dice la Unesco, por lo que resultan insuficientes los esfuerzos “por aumentar el número de mujeres que estudian disciplinas científicas si no hay igualdad de género”.

A Fabian Dattner, empresaria y una de las cien mujeres más influyentes de Australia según la revista The Bulletin, un comentario de pasillo le quedó calando tanto que decidió organizar la expedición de mujeres más larga a la Antártida hecha en la historia, precisamente por parecerle vergonzoso este escenario desigual entre unos y otros.

Dattner escuchó a un grupo de científicos bromear sobre la necesidad de tener barba para llegar a liderar grandes proyectos en el campo de la ciencia. Fue tanto su inconformismo que reunió, junto con la ecologista marina Jess Melbourne Thomas, a 76 científicas de todos los continentes, inteligentes, valientes y expertas en su área, para construir una comunidad internacional de mujeres capaces de influir en la política y en la toma de decisiones que podrían afectar a nuestro planeta.

El proyecto se llama “De vuelta a casa, nuestra madre tierra nos necesita” y está conformado por astrónomas, ingenieras, físicas, sociólogas, comunicadoras científicas, matemáticas, especialistas de la Antártida y del Ártico y médicas que el pasado 2 de diciembre emprendieron, muy seguramente, la mejor travesía de sus vidas desde Ushuaia, en Argentina, hasta el excéntrico sur helado.

Al ser una iniciativa que nace en Australia, la mayoría de científicas son de países angloparlantes como Nueva Zelanda, Inglaterra, Canadá y Estados Unidos; sin embargo, una latinoamericana entró en la lista para representar al continente: Mónica Araya. Esta costarricense, de 45 años, es fundadora de dos plataformas web donde se discuten temas ambientales y se traduce la ciencia a un lenguaje coloquial que logra llamar la atención de la ciudadanía.

Costa Rica Limpia y Nivela son un intento de aterrizar las discusiones científicas, que parecieran darse en escenarios lejanos y con un nicho de personas muy específicas, para que la gente del común se involucre y se apropie de los temas ambientales que los afectan.

“La experiencia, por el simple hecho de relacionarse con un lugar tan lejano e imponente como la Antártida, es inusual. Es un viaje intenso, conmovedor y de mucha introspección. Todavía estoy digiriendo todo lo que viví, como si me hubieran plantado una semilla que está creciendo dentro de mí”, cuenta Mónica sobre sus días en barco con 90 tripulantes de varios países.

La expedición está enfocada de esta manera con el objetivo de ayudar, animar y conectar a mujeres que quieran asumir roles de liderazgo a nivel local y global, ansiosas de contribuir a crear un mundo sostenible desde cualquiera de los campos de la ciencia. La iniciativa tiene un horizonte de largo aliento, por eso la expedición se seguirá haciendo durante los próximos diez años, con el objetivo de crear una red de mil científicas que aportan y trabajan conjuntamente en la resolución de conflictos ambientales e investigaciones.

Mónica, por ejemplo, es una apasionada de las energías renovables, más cuando viene de un país donde cerca del 100 % de la electricidad se genera del agua de los ríos, el calor de los volcanes, los residuos sólidos, los páneles solares o incluso el mismo aire. Su misión es ayudar a propagar un mensaje: el desarrollo de una ciudad, de un país, debe ir siempre de la mano del cuidado del medio ambiente.

“¿Cómo sería el mundo si hubiera más mujeres en puestos de liderazgo y tomadores de decisiones? ¿Cómo sería la agenda de sustentabilidad si las mujeres estuvieran al mando del tema? Eso es lo que queremos responder y esta expedición es tan solo el inicio de un largo camino por recorrer”, remata la experta.

Colombia científica

Hace seis días, el buque ARC 20 de Julio, en el que viaja la tercera expedición científica colombiana a la Antártida, llegó a Chile para continuar su viaje hasta el continente blanco donde 41 investigadores, nacionales e internacionales, estudiarán el cambio climático, la evolución del clima, animales como las ballenas yubartas y la relación que hay entre este continente y Suramérica.

Partieron el pasado 16 de diciembre desde Cartagena con el objetivo de que Colombia empiece a hacer presencia en las discusiones científicas y se posicione como un actor importante dentro del Sistema de Tratado Antártico. La idea que tiene la tripulación, que se espera regresa en marzo de este año, es crear una estación científica permanente en la Antártida donde haya campamentos y refugios para investigar continuamente, pues precisamente ese es el objetivo de este territorio helado: hacer ciencia.

Los impactos que ha dejado el cambio climático sobre los ecosistemas están frente a nosotros. Desde que hay registros de las temperaturas en el planeta, es decir, desde el siglo XIX, jamás se había tenido un año tan caluroso como el 2016. El aumento de la temperatura está relacionado con la disminución del hielo ártico pero, sobretodo, con el futuro, con la vida misma. 

Por Karen Tatiana Pardo Ibarra

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