Si bien el debate en torno a los lineamientos ambientales de la Sabana está a la espera de mesas de concertación y decisiones judiciales, las consecuencias de la falta de un ordenamiento claro para la protección de los ecosistemas se siguen sintiendo.
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Hace poco más de una semana, la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), hizo un anuncio que recordó las dificultades ambientales por las que pasan algunos sectores de la Sabana. De acuerdo con la entidad, luego de meses de seguimiento y de varias quejas ciudadanas, una fábrica de productos lácteos en el municipio de Subachoque, estaría arrojando residuos a través de mangueras de alto calibre, afectando el suelo e incluso una cuenca hídrica cercana.
“Se identificó un sistema de mangueras de alta densidad que al ser analizadas arrojaron trazas de una sustancia combinada entre grasas y natas en la boca de dichas mangueras y se observó también que en dicho sector había saturación de agua al parecer, asociada a la descarga del residuo que circulaba por las mangueras lo que estaría generando un impacto directamente al recurso suelo”, precisó el director general de la CAR, Alfred Ballesteros.
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Tras el hallazgo, se le ordenó a la empresa suspender los vertimientos de residuos en la zona hasta nuevo aviso. No obstante, la gerencia de la fábrica negó los hechos, al indicar que no se encontraron pruebas de ello, sino que anunció que se desplazará a Zipaquirpa para construir instalaciones más grandes.
Lo que sucedió es solo un ejemplo de los desafíos a los que se suele enfrenar la Sabana. Dentro de la CAR, hay algunos funcionarios que aseguran —con cierta frustración— que no hay semana en la que no se ponga una sanción ambiental en las zonas dentro de su jurisdicción. Hay algunos datos que ayudan a entender mejor el panorama de lo que pasa en la Sabana de Bogotá; que abarca más de 500.000 hectáreas y 40 municipios, entre los que se encuentra la capital del país.
Cifras oficiales de esta entidad revelan que, en lo corrido del año, se han detectado, en predios de empresas o terceros, 38 afectaciones al medioambiente en operativos especiales de control en el departamento. Esto quiere decir, que, en promedio, cada cuatro días, se encuentra una actividad o un hecho que está afectando los ecosistemas de la Sabana (aunque, claro, hay un subregistro de lo que sucede)
Y como lo ilustra el caso reciente en Subachoque, uno de los principales afectados por daños ambientales en la Sabana son los suelos. De acuerdo con cifras conocidas por este diario, más del 66 % de los casos detectados por la CAR son por daños en los suelos: ha habido 25 reportes en 2025. Por su parte, las afectaciones en torno al agua del departamento han representado 8 casos.
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Pero, ¿dónde se están presentando estos daños ambientales? Si bien gran parte de la actividad industrial en La Sabana se está presentando en municipios cercanos a Bogotá, como Funza, Mosquera o Tocancipá, en los que hay presencia de grandes fábricas, no son los sitios en lo que se han encontrado las principales afectaciones.
Las principales zonas, de acuerdo con la dirección regional, son la de Ubaté con 14 casos, seguido por Almeidas y Guatavita (12) y Sabana Occidente (4), como puede ver en el mapa que acompaña estas páginas.
“Si bien en la CAR somos aliados de las empresas, somos inflexibles cuando se pone en riesgo el equilibrio ambiental del entorno, la calidad de los ecosistemas y el bienestar de la comunidad”, sostiene Ballesteros, su director.
En total, en los últimos diez años, la corporación ha reportado más de 2913 infracciones ambientales en Cundinamarca. Por su parte, las quejas ambientales interpuestas por ciudadanos se han disparado en los últimos años. Entre 2009 y 2023, las denuncias de ciudadanos pasaron de 3.500 a más de 5.700.
¿Los municipios tienen las herramientas suficientes?
Una de las preguntas claves en medio de esta situación es si los municipios tienen las herramientas suficientes para controlar el uso del suelo para estas actividades. En el departamento, según cifras oficiales, siete municipios se encuentran realizando estudios para revisar su POT (Zipaquirá, Tenjo, Sesquilé, entre otros). Por su parte, 18 municipios están en concertación ambiental de sus planes de ordenamiento territorial con la CAR y otras autoridades ambientales, entre estos, Sibaté, Madrid y El Rosal.
En ese sentido, la CAR ha manifestado que tiene la intención de que estos planes de ordenamiento respondan a la necesidad de reorganizar el territorio en torno al agua.
“Muchos municipios están a la espera de los lineamientos nacionales para adaptar sus planes de ordenamiento territorial, mientras que terminan de conciliar con la CAR los detalles cómo repensar y compensar el uso del suelo en la región”, explica Patricia González, exsecretaria de Integración Regional de la Gobernación de Cundinamarca y asesora en temas urbanísticos.
Por su parte, en mayo de este 2025, la Región Metropolitana de Bogotá lanzó uno de los primeros ejes de su gestión: el manejo del agua. Con este se dará asesoría técnica a más de una decena de municipios para que adapten sus territorios a las nuevas necesidades climáticas y ambientales.
Mientras tanto, lo cierto es que, según información del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), cerca del 70 % de los municipios de Cundinamarca se encuentran en riesgo medio y alto de desabastecimiento de agua.
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Además, investigaciones del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) revelan que esta situación va acompañada frecuentemente con la degradación de los ecosistemas. Cundinamarca, bajo estas características, es uno de los departamentos en los que esta relación es más cercana, pues, tiene un 90 % de degradación en sus ecosistemas y casi un 80 % de municipios con un riesgo medio o alto de desabastecimiento de agua.
Como explica Jimena Puyana, gerente de Desarrollo Sostenible del PNUD —que viene desarrollando estudios en la zona que compartieron con El Espectador antes de su divulgación nacional para finales de 2025—, “la estabilidad del acceso al agua depende muchas otras cosas, y no viene solo de los páramos, sino de otros ecosistemas como los bosques, de cuya salud depende la regulación de los flujos hídricos”.
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Por Fernán Fortich
