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Las claves para conservar al jaguar en la Amazonia

El primer estudio transfronterizo de este felino, realizado en el Corredor de conservación Napo-Putumayo, en la zona de frontera entre Colombia, Ecuador y Perú, determinó que las áreas protegidas y los territorios indígenas son claves para conservar la población del mamífero más grande del continente.

27 de mayo de 2020 - 02:37 a. m.
Un jaguar pesa entre 45 y 120 kg. y, vive entre 10 a 12 años. Su mordida es considerada una de las más fuertes entre los grandes felinos. Además, en su dieta se han identificado más de 22 especies de mamíferos, aves, reptiles y peces.
Un jaguar pesa entre 45 y 120 kg. y, vive entre 10 a 12 años. Su mordida es considerada una de las más fuertes entre los grandes felinos. Además, en su dieta se han identificado más de 22 especies de mamíferos, aves, reptiles y peces.
Foto: WWF

La pérdida del hábitat es la mayor amenaza que enfrentan los jaguares actualmente, debido a que requieren de grandes extensiones de territorio para sobrevivir. El desarrollo de infraestructura, la expansión de las actividades agrícolas y ganaderas, y la pérdida de vegetación son factores que siguen degradado y fragmentado su hábitat.

Teniendo en cuenta estas problemáticas, un estudio reciente sugiere que tanto las áreas protegidas como los territorios indígenas cumplen un papel determinante en el mantenimiento de vertebrados terrestres en los bosques tropicales, como el jaguar. Estas zonas sirven de refugios para especies amenazadas, como el gran felino.

Este estudio fue realizado por científicos de WWF Colombia, Ecuador y Perú junto a investigadores locales y comunidades indígenas. Su trabajo surgió ante la necesidad de conocer la población de jaguar en Amazonia, específicamente en el corredor fronterizo Napo Putumayo, que comparten los tres países. Esta es la primera investigación poblacional de jaguar dentro de un parque nacional en Perú (Parque Nacional Gueppi Sekime) y uno de los primeros en tierras indígenas y áreas protegidas de Ecuador y Colombia (Reserva Faunística de Cuyabeno y Resguardo Indígena Predio Putumayo, respectivamente).

Se trata de un trabajo minucioso que duró dos años y acaba de ser publicado en la revista Global Ecology and Conservation. Gracias a esta investigación, se estimó que el corredor alberga aproximadamente 2,000 ejemplares en estos tres territorios y que esta parte del noroeste de la Amazonia aún no ha sido modificada sustancialmente por las actividades humanas. Esto implica que el ecosistema se encuentra en un estado saludable para la existencia del felino, que necesita grandes extensiones de territorio para recorrer y alimentarse de presas como la danta.

Así, el estudio no solo proporciona nuevos conocimientos sobre la densidad del jaguar y la ocupación de vertebrados grandes, sino que también destaca, por primera vez, la importancia de los paisajes transfronterizos conectados para la conservación exitosa y a largo plazo en esta parte de la Amazonía.

“Los paisajes de conservación transfronterizos que incluyen áreas protegidas y tierras indígenas con sistemas de producción sostenibles son ejemplos reales de que es posible mantener una fortaleza en esta parte de la Amazonia para vertebrados (como) el jaguar, que se mueve a través de las fronteras geopolíticas. Nuestros resultados indican que, afortunadamente, esta parte del noroeste de la Amazonia aún no ha sido modificada sustancialmente por las actividades de los humanos”, señala el estudio.

La necesidad y utilidad de territorios transfronterizos para conservar al jaguar se debe a que requieren espacios gigantes para sobrevivir y es difícil obtenerlos en un solo país. Por eso esta investigación propone la creación de planes conjuntos que traspasen las barreras geopolíticas de Colombia, Ecuador y Perú.

“No teníamos información para proponer planes antes, entonces creo que es interesante hacerlo ahora con estos datos y sobre todo de una manera que tiene en cuenta tanto áreas protegidas como territorios indígenas que permiten conectar esas zonas (y que vivan los vertebrados como el jaguar). La estrategia se ha enfocado en hacer conservación, tener información científica válida, pero al mismo tiempo trabajar con las comunidades que habitan estos territorios y apoyarlos en su gobernanza”, explica Jaime Cabrera, biólogo e investigador de WWF-Colombia y uno de los autores del artículo científico.

Estudiando al guardián de la Amazonía Norte

Desde el año 2017, WWF y los investigadores de las comunidades locales e indígenas, han trabajado en esta investigación para determinar la ocupación y abundancia de jaguares y sus presas instalando un total de 129 estaciones de cámaras trampa, en tres áreas del Corredor Napo-Putumayo: Reserva de Producción Faunística Cuyabeno (Ecuador), Parque Nacional Gueppi-Sekime (Perú) y en el Resguardo Indígena Predio Putumayo (Colombia). Este esfuerzo implicó el análisis de 64.700 fotos tras 10.500 horas de trabajo a lo largo de 540 km2.

Este conteo se realizó considerando una particularidad del jaguar, el patrón de manchas en su pelaje. Conocidas como “rosetas” estas son únicas para cada individuo y gracias a ello es posible identificarlos. Además, una variable que influye en maximizar la detección de este felino es haber instalado las cámaras en trochas despejadas. Al ser territoriales, los jaguares usan estos espacios para patrullar y este comportamiento permite que exista mayor probabilidad de obtener recapturas en las fotos.

El jaguar es uno de los indicadores del estado de conservación de los bosques. Un ecosistema saludable se caracteriza por poblaciones viables de jaguares y de las presas de las que se alimenta. Además, es considerada una especie sombrilla, ya que su conservación asegura la de otras especies con las que convive y de las que se alimenta.

Cabrera resalta que algo clave en el estudio ha sido el diálogo entre el conocimiento tradicional indígena y el occidental. En el caso colombiano, los monitores del pueblo indígena Murui-Muina, fueron capacitados para el uso de GPS, sistemas de información geográfica y cartografía. Gracias al proceso se han convertido en investigadores pues empezaron con la interpretación de la información de acuerdo con lo que ellos sabían o cómo denominaban a esas especies. Un proceso similar se dio en Ecuador, donde, a partir de los conocimientos y la información obtenida en el proceso, los monitores locales de la comunidad Kichwa de Zancudo Cocha impulsaron el desarrollo de un programa de educación en las escuelas locales.

“Para mantener poblaciones viables de especies con amplio requerimiento de territorio, como es el caso del jaguar, WWF impulsa el mantenimiento de los corredores biológicos, porque su conservación está ligada a la conectividad de los paisajes. Para el jaguar, el corredor Napo-Putumayo es de gran importancia porque demuestra el enorme valor de esta zona compuesta por áreas protegidas y tierras indígenas, como barrera a una de las más grandes amenazas de la Amazonía: la deforestación”, señaló Vania Tejeda, Oficial de Biodiversidad de WWF Perú.

El jaguar es un animal que se caracteriza por su fortaleza, cuerpo robusto y musculoso, cabeza ancha, orejas pequeñas y redondeadas. Mide entre 1.5 y 2.4 metros, pesa entre 45 y 120 kg. y, vive entre 10 a 12 años. Su mordida es considerada una de las más fuertes entre los grandes felinos. Además, en su dieta se han identificado más de 22 especies de mamíferos, aves, reptiles y peces.

“Es indispensable trabajar de la mano con las comunidades indígenas y locales que conviven con el jaguar. Su conocimiento del territorio es una herramienta clave, es por ello que WWF involucra a actores locales en los esfuerzos de investigación y conservación” señala Jessica Pacheco, oficial de Bosques y Agua Dulce de WWF Ecuador.

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