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Las pitones de Birmania, o el proyecto Florida

El escritor y periodista bogotano Santiago Wills escribe sobre las medidas tomadas en la Florida para controlar el crecimiento de la población de las pitones de Birmania, una especie que ha desplazado a varios mamíferos.

* Santiago Wills

31 de mayo de 2023 - 07:48 p. m.
Genérica Opinión EE
Foto: Diego Peña Pinilla
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Una mañana de enero, en 2003, un grupo de turistas que caminaba por el Parque Nacional Everglades, una reserva de humedales en la Florida con una superficie ligeramente superior al Huila, escuchó algo retorciéndose en el agua. Al acercarse, se toparon con una escena digna de un actual productor de Hollywood (no es un halago): una pitón de Birmania apresaba el cuerpo de un enorme caimán del río Misisipi, que la mordía en un intento por liberarse. Los reptiles lucharon durante casi un día hasta que, finalmente, el caimán abrió sus fauces y la malherida serpiente se perdió entre la maleza. (Puede leer: De empresaria a conservacionista: el mensaje de Kristine Tompkins para las compañías)

Medios como National Geographic cubrieron el encuentro, que llamó la atención de varios biólogos por razones distintas al morbo de la lucha de dos depredadores. Desde hacía décadas, ciudadanos e investigadores habían reportado en la Florida la presencia de pitones de Birmania (Python bivittatus), una especie de serpiente constrictora nativa de India, Pakistán y parte del Sudeste Asiático, de piel castaño manchada, que puede llegar a pesar casi 150 kilos y hasta seis metros de largo, un metro más de la longitud de un hipopótamo.

A finales de los años 70, los vendedores de mascotas de la Florida comenzaron a traer especies cada vez más exóticas para suplir creciente la demanda por mamíferos, aves y reptiles únicos. Sus clientes eran los cocaine cowboys, lavaperros y los multimillonarios que aprovecharon el dinero de la droga que construyó Miami. Para los años 90, las pitones de Birmania eran algunas de las rarezas más vendidas. Las personas las compraban cuando medían apenas unas decenas de centímetros para exhibirlas en terrarios, y las abandonaban lejos de sus casas cuando medían ya metros y debían comprar (en el mejor de los casos) conejos para poder alimentarlas. (Le puede interesar: En video: captan por primera vez un oso panda albino en los bosques de China)

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No es claro si algunos compradores arrepentidos las dejaron en los Everglades o si estas fueron migrando poco a poco hasta llegar al parque nacional —se habla, incluso, de la posibilidad de que el Huracán Andrew llevara volando algunas hasta la zona—. Como fuera, la lucha contra el caimán obligó al gobierno a evaluar qué estaba sucediendo.

Un estudio llevado a cabo entre 2003 y 2011 encontró que las poblaciones de mamíferos de los Everglades disminuyeron de manera drástica desde la llegada de las pitones. Durante ese tiempo, la observación de mapaches decreció 99,3%, la de zarigüeyas 98,9% y la de linces rojos 87,5%. La correlación entre la presencia de las serpientes y la desaparición de los mamíferos se apoya en el hecho de que estas comen prácticamente lo que sea. Como las demás pitones, las de Birmania utilizan su órgano de foseta como una suerte de ojo térmico para cazar. En Florida, los investigadores han hallado en sus estómagos, entre otros, ratones, ratas, conejos, mapaches, ardillas, linces rojos, nutrias, zarigüeyas, patos, venados, garzas, taguas, zambullidores, puercoespines, caimanes (la indigestión suele matarlas) y mascotas como gatos domésticos (Frances, se llamaba una de ellas). (También puede leer: El calentamiento global aceleraría la inflación en las siguientes décadas)

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Hoy, según algunas estimaciones, hay quizás cerca de 100.000 pitones de Birmania. Las serpientes ya se han visto en el norte del estado, y son incluso un ejemplo de adaptación al cambio climático, pues han sobrevivido cambios de temperatura que en teoría deberían haberlas afectado. Las pitones de Birmania hembra pueden alcanzar la madurez sexual en dos años y ponen, en promedio, 40 huevos al año. Se calcula que por cada serpiente que vemos, hay entre 100 o 1.000 más que no vemos.

En Florida, las autoridades del estado permitieron la caza de las pitones para controlar el problema. La tasa de reproducción hace que esto sea prácticamente imposible, pero hoy la Comisión de Conservación de Pesca y Vida Silvestre de Florida (FWC) no sólo autoriza, sino que fomenta la persecución de las serpientes. Cada año, al final del verano, la entidad organiza un evento de varios días en el que cazadores nacionales e internacionales compiten por ver quién mata más pitones de Birmania. El premio es de $10.000 dólares y hay siete áreas diferentes en las cuales se puede participar, incluidas ciertas zonas de los Everglades. Los cazadores deben matar a las serpientes humanamente: de acuerdo con las reglas, es necesario dejarlas inconscientes de forma inmediata para luego darles el golpe de gracia. La FWC ofrece entrenamientos y videos para asegurarse de que las muertes ocurran causando el menor sufrimiento posible del animal. Existe, además, una Patrulla Pitón para monitorear que esto suceda en las cacerías. En las últimas dos décadas, los cazadores mataron alrededor de 18.000 serpientes, que seguramente habrían devorado centenares o miles de animales durante sus vidas. (Puede interesarle: El Niño: sequías, malaria y, posiblemente, un duro golpe a la economía)

Algunos animalistas solían quejarse de las cacerías por el sufrimiento que causaban a los reptiles, pero al parecer se sienten satisfechos con las medidas tomadas por la FWC. El asesor de comunicaciones de la senadora colombiana Andrea Padilla no respondió a mis mensajes para conocer qué opinaba sobre el tema.

* Santiago Wills es un escritor y periodista bogotano. Ha sido tres veces ganador del Premio Simón Bolívar y finalista de varios premios internacionales de crónica. Su primera novela, Jaguar (Literatura Randomhouse 2022), fue semifinalista del Premio Herralde.

Por * Santiago Wills

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