Hace algunas semanas, en marzo, un incendio forestal arrasó con más de 2.000 hectáreas del Parque Nacional Budj Bim, en el estado de Victoria, en Australia. La conflagración, además de quemar la vegetación que sirve de alimento para la fauna silvestre, dejó a un gran número de koalas “gravemente afectados”, de acuerdo con la primera ministra del estado de Victoria, Jacinta Allan. Las autoridades han señalado que, tras el incendio, estos animales se han enfrentado a la deshidratación y al riesgo de morir de hambre.
Ante la situación, el Gobierno tomó la decisión de sacrificar, desde helicópteros, a cientos de koalas. Se estima que los francotiradores han abatido a más de 700 de estos individuos. James Todd, director de biodiversidad del Departamento de Energía, Medio Ambiente y Acción Climática de Victoria, dijo a The Guardian que la medida ha buscado el bienestar animal.
“Las opciones eran simplemente dejar que los koalas se deterioraran o tomar medidas proactivas para reducir el sufrimiento mediante evaluaciones aéreas”, aseguró. Según Todd, la determinación “no se tomó a la ligera”, sino que se consultó con veterinarios experimentados, cuidadores y expertos en ética del bienestar de la vida silvestre.
Alrededor de 2.200 de estos animales fueron evaluados de manera individual, a una distancia menor a 30 metros y con binoculares, para identificar aquellos en mal estado de salud y que estaban sufriendo. El equipo descartó otros métodos debido a varios factores, como el terreno “extremadamente accidentado” y, por tanto, la incapacidad de acceder al área de manera segura. Los koalas, en suma, se encontraban en las copas de los árboles, que representaban un riesgo al haber sido afectados por el fuego.
Desley Whisson, profesora de la Universidad Deakin y ecologista especializada en el manejo de koalas, considera que, en medio de las circunstancias y a pesar de las repercusiones y cuestionamientos, fue una respuesta, aunque drástica, “misericordiosa y compasiva”. “Si hay helicópteros sobrevolando una zona y se ven cientos de koalas quemados, cubiertos de retardante de fuego o con cualquier otro signo de sufrimiento, creo que habría que tomar la decisión de ponerles fin”, cita The Guardian a Whisson.
Sin embargo, hay quienes se han mostrado en contra de la decisión. Por ejemplo, a ojos de Jess Robertson, presidenta de la organización Koala Alliance, aseguró en entrevista con ABC Radio Melbourne que “desde un helicóptero no se puede determinar si un koala está en mal estado y tampoco se puede garantizar que se vaya a sacrificar”. A sus ojos, era necesario hacer análisis de sangre a estos animales y pesarlos antes de tomar tal determinación.
En esa misma línea opina George Purcell, diputado del partido Justicia Animal, quien expresó su preocupación por las crías de estos animales, que son marsupiales. “No se están haciendo esfuerzos para verificar, cuando se les dispara desde los helicópteros, si tienen crías en bolsa”, afirmó en conversación con Herald Sun.
Para Rolf Schlagloth, ecologista de la Universidad Central de Queensland con 20 años de experiencia, habría sido preferible un enfoque terrestre, y cuestiona la eficacia y precisión del sacrificio aéreo. Sin embargo, el verdadero problema, según el especialista, radica en la gestión de los koalas en Victoria desde la colonización. Se refiere a la falta de conectividad del hábitat, así como a la necesidad de una vegetación nativa.
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