La semana pasada un par de noticias se popularizaron en Malasia y en Estados Unidos. En el primer país, un camión atropelló a un elefante joven, mientras cruzaba una vía. Durante horas, su madre intentó empujar el vehículo, sin éxito. En el segundo, en una carretera dentro de un parque nacional, guardaparques encontraron el cuerpo de un oso grizzly de cinco años. Luego de realizarle una necropsia, sus heridas revelaron que había sido atropellado por un vehículo un par de días atrás. Su madre, conocida como Grizzly 399 —una de las osas más famosas y fotografiadas por su tolerancia a los humanos— también había fallecido atropellada a finales de 2024.
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Este tipo de muertes de fauna silvestre también se registran con frecuencia en Colombia. Por ejemplo, durante la pasada Semana Santa —en la que, de hecho, los siniestros viales se redujeron en un 58 %—, Corporinoquia denunció la muerte por atropello de un ocelote (Leopardus pardalis) en un corregimiento de Casanare. “Aún tenemos que trabajar para saber convivir con la fauna y disminuir la presión que ponemos sobre las diferentes especies”, dijo la directora.
Recientemente, este problema llamó la atención del Congreso. En un debate de control político, pidieron cuentas a las autoridades nacionales sobre el monitoreo de estas muertes en las carreteras y las acciones que se están tomando para resolverlo.
Una de las personas encargadas de preparar este informe fue Camilo Rodríguez, biólogo asesor del proyecto GEF Corazón de la Amazonia. “Valoramos esta intención del Congreso porque las estimaciones de atropellamiento de fauna silvestre en infraestructura vial que se han venido generando sonabrumadoras, y es importante que el país las conozca. Según estas estimaciones, en Colombia, la muerte de vertebrados al año podría alcanzar los 300 millones de individuos”. Esta aproximación sería equivalente a unos 25 millones al mes, 571 por minuto y casi 10 por segundo.
Para ponerlo en perspectiva, en Brasil se estima que se pierden 475 millones de vertebrados (anfibios, reptiles, mamíferos, aves, entre otros) al año en las carreteras. En Estados Unidos, la cifra es de 365 millones de animales al año.
“Es algo que debería tenernos a todos pensando en cómo resolvemos el hecho de que se esté muriendo tanta fauna silvestre en las carreteras, y qué significa esto a nivel de los ecosistemas y los procesos de conservación”, argumenta Rodríguez, consultor de GEF Corazón de la Amazonia.
Una base de datos que da nuevas pistas
Hace un par de semanas, la revista Scientific Data, de Nature, publicó la mayor base de datos sobre registros de fauna atropellada en el mundo, con el objetivo de mejorar la comprensión que tienen los investigadores y las autoridades sobre las vidas animales que se están perdiendo en las vías.
En total, se compilaron 208.570 registros de atropellos, que incluyeron 2.283 especies y subespecies de 54 países de seis continentes, desde 1971 hasta 2024 (el 70 % fue recolectado a partir de 2013). Todos estos datos fueron georreferenciados en un mapa mundial que muestra la ubicación con un margen de error menor a 30 metros.
En el caso de Colombia, se incluyeron datos recopilados por investigaciones, seguimientos nacionales y de ONG en los departamentos de Antioquia, Santander, La Guajira, Cesar y Norte de Santander, donde se registra una alta ocurrencia de estos hechos (al menos en términos de reportes, lo que no necesariamente refleja su frecuencia real, debido a vacíos en los registros).
¿Qué detectaron los investigadores con esta información? En general, hallaron que los mamíferos son, según los registros, los más atropellados (61 % del total), seguidos de los anfibios (21 %), los reptiles (10 %) y las aves (8 %).
“Aunque el número de animales atropellados es elevado, hay estudios que muestran que las poblaciones pueden persistir en el futuro si son comunes y abundantes. Por el contrario, las especies ya amenazadas por otros factores, con tasas de reproducción lentas, pueden tener dificultades para recuperarse de la pérdida de individuos, incluso cuando las tasas de atropello son bajas, aumentando así el riesgo de extinciones locales”, apuntan los autores del estudio.
La investigación, además, estudió el caso de 126 especies amenazadas, que representaron un total de 4.570 de los reportes evaluados por el estudio, es decir, el 2,19 % de los incidentes totales. Entre los animales más afectados están el oso hormiguero gigante (1.199 registros) y la salamandra común (1.043).
Vías y vidas perdidas en Colombia
Si hay un lugar en Colombia donde los factores viales y la conservación se cruzan de forma especial, es el Parque Nacional Natural Vía Parque Isla Salamanca (VPIS). “Es la única área protegida del mundo atravesada por una carretera nacional. Mucha gente pasa por acá y ni siquiera sabe que está en un parque nacional, y eso complica mucho las cosas”, explica César Vidal, director de la Territorial Caribe de Parques.
En este parque, atravesado por la carretera que une a Barranquilla con Santa Marta y que es responsable, en parte, de la desconexión hídrica de la Ciénaga Grande, se lleva un registro de la muerte de fauna en esta zona. Para abril de este año, se habían documentado más de 50 reportes de muertes en carreteras, en particular de reptiles que habitan los ecosistemas acuáticos de la región.
Como explica Erick Deulufeut, guardaparques del VPIS, “la mayoría de los animales de la zona estaban acostumbrados a una alta movilidad, debido a la conectividad de las aguas. Ahora vemos muchas babillas, caimanes y otros reptiles que tienen problemas para reproducirse por el ruido que generan los carros, que los asustan, o porque sus sitios de reproducción son ahora mucho menores”.
En ese sentido, muchos de los animales que mueren en las carreteras circulan por estos sitios debido a sus propios hábitos de alimentación, reproducción o desplazamiento. Lo cierto es que las vías que atraviesan el país tienen, si acaso, varios siglos de antigüedad, mientras que la relación de los animales con los ecosistemas se remonta a miles de años. Por ello, frecuentemente transitan por zonas de infraestructura vial, a pesar de los riesgos.
Para Mario Orlando López, asesor del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible que trabaja desde hace años propiciando la incorporación de consideraciones ambientales en el desarrollo de infraestructura verde vial en el país, “la pérdida de ejemplares de la fauna silvestre es solo la punta del iceberg que representa el impacto ambiental que las vías generan a este componente de la naturaleza. Las carreteras fragmentan los ecosistemas, propician la pérdida de coberturas naturales, promueven cambios en el uso del suelo y generan un sinfín de impactos muy importantes que las afectan”.
Con el propósito de afrontar este y otros problemas de la infraestructura carretera, en 2020 se hizo el lanzamiento en el país de los lineamientos de infraestructura verde vial, que posteriormente, en 2024 fueron adoptados por resolución del Ministerio de Transporte. Estos requerimientos técnicos deben ser acogidos por los proyectos viales para concebir, estructurar, construir y operar infraestructura verde vial. “Estas orientaciones están dirigidas a mitigar las afectaciones que la infraestructura de transporte genera sobre la fauna silvestre, y no se limita a la pérdida de ejemplares por atropellamiento, sino que resalta la necesidad de que los proyectos viales tengan en cuenta en su diseño, la presencia de hábitats ocupados por diferentes especies, los sitios donde obtienen su alimento y los lugares de reproducción, entre otros factores, con el propósito de evitar su afectación. Al final, los pasos de fauna son medidas de mitigación y último recurso, la idea es que desde la planeación y la ejecución de proyectos no se rompa esa interconexión de ecosistemas”.
De acuerdo con la decisión del Ministerio de Transporte, la aplicación de los lineamientos de infraestructura verde vial es obligatoria para carreteras nacionales, pero López indica que los proyectos departamentales y municipales también pueden adoptarlos. “Hay que pensar, por ejemplo, en lo que está pasando en las vías terciarias del país, donde existe un gran subregistro, por no decir un vacío total, sobre lo que ocurre”.
Precisamente, tanto desde Minambiente, como los investigadores de la base de datos global publicada en Scientific Data, coinciden en que el principal problema es cómo mejorar la información disponible. “Hacerle seguimiento de manera seria a esta problemática es algo que desborda la capacidad que tenemos en este el momento. Para hacerlo se requieren más recursos”, asegura López, de Minambiente.
Por lo pronto, cualquier viajero que transite por las vías de Colombia, puede ayudar a reportar casos de fauna silvestre atropellada. Para hacerlo, basta descargar la app Sukubun, de Invias. Tal vez así, entre todos ayudemos a llevar los vacíos de información.
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Por Fernán Fortich
