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Los orangutanes salvajes, nuestros parientes evolutivos más cercanos junto a los chimpancés y bonobos, tienen una forma sorprendentemente humana de lidiar con el cansancio: si no duermen bien, se echan una siesta. Así lo revela un estudio liderado por el Instituto Max Planck de Comportamiento Animal y la Universidad de Constanza (Alemania), en colaboración con científicos de Indonesia, publicado en la revista Current Biology.
Durante más de una década, un grupo de investigadores siguió de cerca a 53 orangutanes adultos que habitan la selva tropical de Sumatra. En total, recopilaron 455 días y noches de comportamiento en la Estación de Monitoreo Suaq Balimbing. Su objetivo era entender cómo estos animales enfrentan la falta de sueño en su entorno natural, un terreno aún poco explorado por la ciencia.
Los hallazgos fueron claros: al igual que nosotros, los orangutanes se ven afectados por noches cortas y, cuando no descansan lo suficiente, ajustan su comportamiento al día siguiente para compensarlo. “Cuando un orangután no duerme bien, hace lo que cualquier humano haría: se recuesta y toma una siesta”, explicó Alison Ashbury, primera autora del estudio.
Los investigadores no utilizaron instrumentos para medir directamente la actividad cerebral de los animales, pero sí observaron cuidadosamente su comportamiento en sus nidos, estructuras complejas que ellos mismos construyen cada noche con ramas y hojas en las copas de los árboles. El silencio sostenido tras acomodarse en estas “camas” les permitió estimar lo que llamaron el “período de sueño”, un indicador confiable del descanso real.
En promedio, los orangutanes durmieron cerca de 13 horas cada noche. Sin embargo, la duración de este sueño varió según factores como el clima, la distancia recorrida durante el día o la cercanía de otros orangutanes. Dormir cerca de otro ejemplar, por ejemplo, acortaba el descanso nocturno. “Es como si te desvelaras conversando con amigos o si el ronquido de tu compañero de cuarto te despertara temprano”, añadió Ashbury.
Para entender cómo se recuperan de esas noches interrumpidas, el equipo analizó las siestas diurnas. Encontraron que, tras dormir poco, los orangutanes dormían más tiempo durante el día: entre 5 y 10 minutos más por cada hora de sueño perdida la noche anterior. Es decir, adoptan un mecanismo compensatorio muy parecido al humano.
Estas siestas no son improvisadas: los orangutanes construyen nidos adicionales durante el día, aunque más simples y rápidos que los nocturnos. “Aunque estos nidos diurnos son más rudimentarios, les ofrecen un lugar seguro para relajarse y dormir profundamente”, explicó Caroline Schuppli, autora principal y líder del grupo en Max Planck.
Los hallazgos también invitan a reflexionar sobre la relación entre el sueño y la inteligencia. La población de orangutanes de Suaq es conocida por su uso frecuente de herramientas y su complejidad cultural. Según Schuppli, es posible que esta demanda cognitiva esté relacionada con la alta frecuencia de siestas diurnas. “Quizás necesitan dormir más para mantener esas capacidades cognitivas, o tal vez desarrollaron esa inteligencia gracias a un descanso de mejor calidad”, propuso.
A diferencia de otros primates que viven en grupos grandes, los orangutanes llevan una vida semisolitaria, lo que les permite elegir libremente cuándo y dónde descansar. En el 41 % de los días estudiados, tomaron al menos una siesta, con una duración promedio de 76 minutos.
Más allá del dato curioso, este estudio amplía la comprensión del sueño como una necesidad evolutiva que no se restringe a laboratorios ni a humanos. “Observar cómo y por qué duermen los animales en condiciones reales nos ayuda a entender las funciones esenciales del sueño y sus orígenes evolutivos”, concluyó Meg Crofoot, directora del Instituto Max Planck y coautora del estudio.