Imagínese que está en una reunión con sus amigos y, como suele suceder cuando se trata de grupos grandes, el anfitrión de la fiesta sirve la comida en platos desechables. Ahora imagínese que, en vez de botar esos platos a una caneca, la gente los tira en una matera o una huerta para que de ellos germinen plantas y árboles. Pues esto es, precisamente, lo que logró crear la pareja de colombianos Claudia Barona y Andrés Benavides a través de su iniciativa LifePack.
En sus recorridos en Cali, de donde es ella, y en sus viajes a acampar cerca de Bogotá, de donde es él, siempre se encontraban con la misma constante: montículos de vasos y objetos de plástico regados por ahí. En el 2011, explica Barona, fue cuando decidieron crear un producto que cambiara ese panorama. Después de analizar varias opciones, ayudados con la experiencia de Barona como ingeniera industrial de la Universidad Javeriana Cali y la trayectoria de Andrés como abogado de la Universidad de la Sabana, lograron que crear “una vajilla” completamente biodegradable de la que, además, pueden nacer vegetales.
El secreto de estos platos es que están hechos de fibra natural, sacada casi siempre de la corona de la piña, y de 60 tipos de semillas. Por esto, una vez la persona “planta” el plato, le echa tierra y lo riega, con los días puede ver germinar matas de fresa, pimentón, chía, tomate, perejil o cilantro, entre otras. Además, si la persona no está interesada en cultivar y el plato termina en una caneca regular, por tratarse de fibras naturales, terminará biodegradándose en un promedio de tres semanas.
“Nuestro norte siempre fue ser una empresa ambiental y social, pues trabajamos con residuos agrícolas y con la comunidad de la región”, afirma Barona. De hecho, para obtener el suministro primario, la corona de la piña, la empresa acude a dos sectores. A los supermercados, que muchas veces cortan la corona de esta fruta y si no es porque LifePack la reutiliza termina en la eterna pila de basura, y a los agricultores del Valle del Cauca. “Como la parte verde no es de consumo humano hay muchas plantaciones que la cortan o la botan, en este caso estamos aliados con ellos para utilizarla y crear los platos”, agrega. En el proceso no se talan árboles.
Además, en la producción de los platos y de otros utensilios que aunque no germinan sí son biodegradables, LifePack ha involucrado a las mujeres. Ha generado más de 60 % de empleos indirectos con madres cabeza de familia de bajos recursos y trabajado con 35 presas de la cárcel de Jamundí. Razón por la que Barona fue reconocida por parte de la Organización de Naciones Unidas (ONU) por igualdad de género.
A este reconocimiento, LifePack ha sumado varios premios, como el de “Destapando Futuro” de la Fundación Bavaria, y “New Ventures Colombia”, de la Universidad de los Andes. Con el Jardín Botánico de Misuri, San Luis, Estados Unidos, también ganaron un concurso que les permitió crear una empresa en este país para exportar sus productos. Ahora, con el fin de poder producir los empaques con fibras locales de Estados Unidos, Benavides y Barona también lanzaron una campaña de crowfunding en Kickstarter para recolectar dinero hasta el 5 de septiembre.
Este viernes 11 de agosto, además, conocerán si son o no los ganadores de la categoría Innovación Ambiental del premio Viva Schmidheiny 2017, del que son finalistas junto con otra empresa colombiana y una peruana.
Lo cierto es que si el uso de este tipo de platos desechables se masifica, como la pareja pretende hacerlo, podría convertirse en una forma de afrontar la invasión de plástico que está viviendo el planeta. Un reciente estudio publicado en Science Advance advirtió que desde 1950 los humanos hemos generado 8.300 millones de toneladas métricas de plástico. La posibilidad de reducir su consumo y además plantar vegetales y árboles en el camino, parece ser una fórmula sencilla que da ciertas pistas para detener dos grandes problemas ambientales que enfrenta la Tierra actualmente.