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La minería submarina conlleva un riesgo subestimado e invisible: el ruido en las profundidades del océano, que traerá consecuencias ecológicas en cascada, alterando la biodiversidad y los comportamientos y procesos fisiológicos de muchas especies.
Un análisis de más de 2.800 investigaciones realizadas en la Zona Clarion-Clipperton (CCZ, por sus siglas en inglés) —una vasta llanura submarina del doble del tamaño de la India ubicada en el océano Pacífico, entre Hawái y México— reveló que la mayoría de las clases animales que la habitan son sensibles al sonido.
No obstante, los efectos de la contaminación acústica se han estudiado solo en el 35 por ciento de esa biodiversidad, según el artículo que será publicado en la edición de setiembre de Marine Pollution Bulletin.
La zona, salpicada de rocas negras brillantes, es la región de exploración mineral más grande del mundo, rica en nódulos polimetálicos que contienen cobalto, níquel, manganeso y tierras raras.
Para la industria, explotar esos yacimientos es la clave de la transición energética; para los gobiernos es el epicentro de una disputa global; y para la comunidad científica es un asunto que, a la luz de la creciente evidencia, exige un enfoque precautorio.
“Sabíamos que no encontraríamos datos acerca de lo que hay en las profundidades marinas, pero lo que me sorprendió fue la gran escasez de información incluso en aguas más someras”, admitió en una entrevista con SciDev.Net Travis Washburn, profesor adjunto de la Texas A&M University y uno de los autores del trabajo.
“El tema, simplemente, es una gran incógnita la mayor parte del tiempo”, enfatizó.
Él y sus colegas concluyeron que todos los grupos taxonómicos para los cuales hay antecedentes con una perspectiva acústica tienen algún grado de susceptibilidad al ruido, con impactos que van desde alteraciones fisiológicas hasta cambios en el comportamiento.
En particular, subrayan que hasta un tercio de las especies de peces de la CCZ podrían ser soníferas.
Según la coautora Lucille Chapuis, experta en bioacústica marina, adscrita a La Trobe University, en Melbourne, Australia, eso significa que “usan el sonido para todo: comunicarse, encontrar pareja, evitar depredadores, encontrar alimento… Si añadimos ruido al sistema, estas funciones pueden interrumpirse”.
Tales hallazgos presentan un sesgo: el 72 por ciento de las publicaciones que revisaron giraban en torno a especies de mamíferos y peces.
“Los invertebrados están masivamente subrepresentados. A pesar de que conforman la mayor parte de la biodiversidad en la CCZ, no sabemos cómo responden al sonido o si son siquiera capaces de percibirlo”, advierte Chapuis.
Las lagunas de conocimiento se manifiestan, asimismo, en la poca transparencia de las compañías mineras. “Literalmente, no hay datos públicos sobre los niveles de ruido de sus actividades… Todo es confidencial… Así que hemos usado muchos indicadores costeros para obtener una estimación aproximada”, añade Washburn.
Para Daniel Cáceres, peruano especialista en gobernanza oceánica y quien no participó en la investigación, lo más relevante de esta es que demuestra que el impacto de la minería en la CCZ no es lejano ni abstracto: “las ondas sonoras podrían afectar especies migratorias, cadenas alimenticias regionales y ecosistemas que tienen conexiones ecológicas con las costas de América Latina”.
Cáceres comentó a SciDev.Net en un correo electrónico que el estudio introduce una nueva categoría de vulnerabilidad ecológica, la cual va más allá de la comprensión física del sonido, adentrándose en su dimensión biológica y evolutiva, algo que las evaluaciones previas no contemplan con suficiente profundidad.
El biólogo marino y representante regional de la Sustainable Ocean Alliance agrega que se trata de “una herramienta didáctica y estratégica que ayuda a explicar de manera clara por qué la minería de mar profundo es incompatible con los compromisos de conservación… y recalca, por enésima vez, la necesidad del pedido de moratoria que América Latina viene liderando”.
La aportación de Chapuis, Washburn y colaboradores coincide con un momento crítico para la minería en aguas profundas y con el lanzamiento, esta semana, de la primera coalición política mundial para reducir la contaminación acústica submarina nociva por parte de 37 países en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos celebrada en Niza, sur de Francia.
Pero minería en aguas profundas va en aumento
La Coalición de Alta Ambición por un Océano Tranquilo se compromete a apoyar políticas que promuevan el diseño de buques más silenciosos, establezcan áreas marinas protegidas y apoyen el desarrollo de capacidades para evaluar y reducir el ruido oceánico.
En su intervención en la conferencia, el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, advirtió que la minería de aguas profundas sin regulación podría convertir el océano en un “salvaje oeste” sin ley.
A la fecha, la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, por sus siglas en inglés) ha otorgado 31 licencias de exploración —17 de ellas en la propia CCZ— y se encuentra bajo presión para aprobar un código que permitiría la explotación comercial.
Sin embargo, más de 30 países, incluidos varios de América Latina, se oponen a esa carrera extractiva. Apoyados en el principio precautorio, argumentan que no debe permitirse una actividad industrial de alto impacto sin evidencia científica sólida que garantice que no habrá daños irreversibles.
Alejandro Olivera, representante en México del Center for Biological Diversity, explicó a SciDev.Net que, a la par de tales discusiones, el presidente Donald Trump emitió en abril de este año una orden ejecutiva para que Estados Unidos —que no es miembro, sino observador en la ISA— avance en la explotación de minerales en aguas internacionales, debilitando el proceso multilateral.
“El reto ahora es poner de acuerdo a la humanidad para proteger un patrimonio que es de todos… son ecosistemas que ni siquiera conocemos, donde estaríamos destruyendo formas de vida que aún no hemos descubierto”, concluye Olivera.
*Este artículo fue publicado, originalmente, en Scidev.Net
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