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En las clases de biología del colegio nos enseñan que la mayoría de los mamíferos (como los humanos, los perros o los ratones) nacemos con un par de cromosomas que definen nuestro sexo: si tenemos dos X, somos hembras; si tenemos una X y una Y, somos machos. Esto sucede gracias a un gen llamado SRY, que está en el cromosoma Y y se encarga de activar el desarrollo de los testículos, marcando el camino para que el cuerpo se desarrolle como un cuerpo masculino. Sin embargo, hay una clase de mamíferos que se separó hace mucho tiempo de este camino y que hoy sigue generando muchas preguntas.
Los monotremas, como el ornitorrinco y el equidna (originarios de Australia), son los mamíferos más antiguos que existen. A diferencia de la mayoría de los mamíferos, ponen huevos y tienen un sistema reproductivo muy distinto. También son únicos porque tienen un sistema de cromosomas sexuales múltiples: en lugar de tener un solo par X/Y como los humanos, tienen varios pares (hasta 10 cromosomas sexuales en total). Como ya explicamos, en los mamíferos placentarios (como nosotros) y los marsupiales, el gen SRY, que vive en el cromosoma Y, es el que inicia el desarrollo masculino. Pero los monotremas no tienen este gen. Entonces, ¿qué determina si un ornitorrinco será macho o hembra?
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Una nueva investigación publicada en Genome Biology intenta dar luces sobre esa pregunta. Los investigadores encuentran que en estos animales el papel de “interruptor sexual” lo cumple otro gen: el AMHY, una versión especial del gen de la hormona antimülleriana (AMH), que está en el cromosoma Y de los monotremas. Este gen se activa solo en los machos del equidna durante el desarrollo embrionario y parece ser el que decide que las gónadas se conviertan en testículos. Por eso, los científicos creen que AMHY es el gen que determina el sexo en los monotremas. Esto confirma que la evolución encontró otra forma de resolver el mismo problema: cómo formar un macho.
“Demostramos que los cambios en el gen AMH hace mucho tiempo, al principio de la evolución de los monotremas, podrían explicar cómo surgió AMHY y asumió un papel en el desarrollo sexual masculino. Este acontecimiento habría sentado las bases para la evolución del nuevo sistema de cromosomas sexuales en el ancestro del ornitorrinco y el equidna actuales, hace unos 100 millones de años, cuando el gen AMH en los cromosomas XY emprendió caminos separados”, explican Linda Shearwin y Frank Grützner, autores del estudio, en un artículo en el medio especializado The Conversation.
Es decir, y en palabras mucho más simples, hace unos 100 millones de años, una copia del gen AMH cambió y comenzó a encargarse de decidir si un embrión se desarrollaba como macho. Este cambio fue tan importante que dio origen a un sistema de cromosomas sexuales totalmente distinto al que tenemos los humanos y la mayoría de los mamíferos actuales. Así, los monotremas terminaron con su propio “manual genético” para definir el sexo, con cromosomas únicos y sin depender del gen SRY que sí tienen otros mamíferos.
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“Nuestra investigación en curso analiza en detalle cómo AMHX y AMHY funcionan de forma diferente en monotremas en comparación con otros mamíferos”, dicen los autores.
El ornitorrinco y la equidna son animales fascinantes, no solo por su aspecto y comportamiento únicos, sino también porque conservan características muy antiguas de los mamíferos primitivos, como poner huevos y tener un sistema reproductivo que desafía lo que se conoce en otros mamíferos. Los científicos aun intentan responder muchas preguntas de estos animales. Hace poco, por ejemplo, reportamos en El Espectador que el investigador colombiano Camilo López Aguirre, de la Universidad Industrial de Santander (UIS), hizo parte de un equipo internacional que analizó un fósil de hace más de 100 millones de años —el Kryoryctes cadburyi— y encontró que el ornitorrinco conserva características más cercanas al ancestro común de estos animales, mientras que la equidna representa una adaptación evolutiva mucho más reciente.
Esa investigación sugiere que el estilo de vida semiacuático es el estado ancestral de los monotremas, y que las equidnas, contra lo que muchos pensaban, habrían “regresado” a la tierra, en una transición evolutiva inusualmente rara entre los mamíferos.
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