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Pez carroñero a la carta

Miles de colombianos compran mota, un pez nocivo para la salud, pensando que es capaz. Su captura se ha convertido en el principal ingreso de los pescadores de la Amazonia y la mayor amenaza para los delfines de río.

Carolina García*
12 de marzo de 2015 - 03:09 a. m.
Este es el pez mota, nocivo para la salud por sus niveles de mercurio.
Este es el pez mota, nocivo para la salud por sus niveles de mercurio.

Sin saberlo, los colombianos consumen anualmente más de 1.400 toneladas de un pez carroñero con altos niveles de mercurio. Se trata de la mota o piracatinga, un bagre del Amazonas que se empezó a comercializar desde hace más de diez años para reemplazar el capaz.

Debido a la contaminación y sobreexplotación pesquera, la población de capaz colapsó en el Magdalena, pero su demanda para el plato típico viudo de capaz siguió igual. Esto creó una oportunidad para los comerciantes del Amazonas, ya que el capaz es tan apetecido que un kilo puede costar 16 mil pesos. “Les están metiendo gato por liebre —afirma Saulo Usma, especialista en agua dulce de WWF—, la mayoría de los consumidores que compran capaz realmente están comprando mota”.

Reemplazar un bagre por otro pasaría inadvertido si no fuera porque la mota es nociva para la salud humana y porque su pesca se ha vuelto la principal amenaza para los delfines de río.

Delfines como carnada

Los pescadores del Amazonas utilizan los delfines de río, tanto rosados como grises, como carnada para capturar al pez mota. Según un estudio publicado por la Fundación Omacha, en promedio se utiliza un delfín por cada 300 kilogramos de mota capturada, lo que equivale a 1.600 delfines para poder comercializar las 1.400 toneladas que se consumen anualmente.

Los delfines de río son especies emblemáticas, con un legado cultural que atrae a miles de turistas que visitan la Amazonia. Pero también son animales vulnerables que se encuentran en riesgo debido a la contaminación de los ríos, la pérdida de hábitat por la construcción de hidroeléctricas que impiden su paso, los conflictos con pescadores y ahora la pesca de la mota.

La problemática ha llegado a tal punto que desde 2015 Brasil prohibió la pesca de mota en su territorio para proteger a los delfines. Y si es eficaz, podría afectar el mercado en Colombia, pues según cifras del Sinchi, 85% de la pesca que llega a Leticia y se moviliza hacia el interior del país viene de Brasil.

Un pez con mercurio

Desincentivar su consumo es clave para proteger a los consumidores de daños a la salud. La mota, por ser un pez carroñero que está al final de la cadena trófica, tiene altas concentraciones de mercurio. Según un estudio de la Fundación Omacha en asociación con el Invima, 54% de las muestras de mota que fueron analizadas tenían niveles de mercurio que sobrepasaban la normatividad nacional y de la Organización Mundial para la Salud (OMS).

El año pasado, el Invima hizo circular un comunicado de prensa en el que recomendaba no consumir pez mota mientras no se tuvieran los resultados de los estudios que está realizando la entidad. Esto les preocupa a los pescadores, pues la bonanza de la mota está en riesgo de llegar a su fin. Y si se acaba, ¿de qué van a vivir miles de familias de pescadores?

Problema pesquero

“La pesca de mota es una campana de alerta”, advierte Fernando Trujillo, director de la Fundación Omacha. “En el río más caudaloso del mundo, el Amazonas, las pesquerías están colapsando, al punto que están capturando peces carroñeros que nadie se come en la selva para vender en las ciudades”. Según Trujillo, el boom de la mota no solo se debe a la oportunidad de negocio, sino a que otras poblaciones de peces, como los grandes bagres del Amazonas, ahora son escasos.

La Amazonia se ha caracterizado por la aparición de efímeros pulsos extractivos: la época del caucho, de las pieles, de la coca, y ahora, de la mota. Cuando un recurso se acaba, se reemplaza por otro. Pero esta tendencia, de acuerdo con Trujillo, necesita ser revertida para asegurar no sólo la preservación del ecosistema, sino el sustento de las 33 millones de personas que viven en la selva amazónica a lo largo de nueve países.

Actualmente existen algunas iniciativas para crear oportunidades económicas sostenibles. Un ejemplo de ellas son los acuerdos de pesca que se elaboran entre las comunidades con el apoyo de las instituciones, en los que se prohíbe capturar ciertas especies debido a su talla o al período del año. Si se respetan, se asegura la sostenibilidad de los peces. De lo contrario, las poblaciones colapsan y con ellas el sustento de miles de familias.

Todos los actores son necesarios

“Las soluciones a estos problemas son complejas y no se les puede dar una respuesta unilateral. Se debe concertar con todos los actores”, afirma Usma. Esto es claro en el caso de la mota, donde se evidencia que su pesca no es solo un problema de salud pública y de conservación, sino de manejo de los recursos.

La prohibición que interpuso Brasil se puede burlar fácilmente. Controlar una selva cuyo territorio excede los 6,7 millones de km² es una misión imposible. Asimismo, prohibir la mota se puede traducir en más deforestación. Los millones de personas que viven en Amazonas necesitan una fuente de ingresos para vivir y si los gobiernos no crean políticas públicas que incentiven y acompañen procesos económicos sostenibles, el desarrollo amazónico será eternamente extractivista.

*Oficial de medios y contenidos de WWF.

Por Carolina García*

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