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Aunque pasó inadvertido, el pasado sábado, 14 de octubre, un particular buque ingresó a las aguas marinas de Colombia. Era el primero en llegar al país impulsado por un sistema que, en términos sencillos, le permite moverse gracias al viento. (Lea Medellín, contra el tiempo para resolver los líos de su relleno sanitario)
El buque “TR Lady”, de bandera de Islas Marshall, fue construido en 2017 y llegó al muelle de Puerto de Drummond, en Santa Marta, proveniente de Porto Vesme, en Italia.
La embarcación cuenta con una tecnología llamada Flettner Rotors, que le permite tener un sistema de propulsión de velas de rotor asistida por el viento. En otras palabras, se trata de un mecanismo con el que puede diminuir las emisiones de gases efecto invernadero, culpables del cambio climático.
Eso no fuera una novedad si estos buques de carga no tuvieran una gran responsabilidad en la emisión de estos gases contaminantes. De hecho, si el transporte marítimo internacional fuera un país, estaría en el top 10 de las naciones que más liberan gases a la atmósfera.
Cada año, este sector emite unos mil millones de toneladas de CO2 equivalentes, un monto parecido al de Alemania o al de Japón. En otras palabras, el 3 % de las emisiones globales vienen de esta industria.
Pese a ese rol protagónico, pocas veces se le suele mencionar cuando se hace referencia a los principales sectores contaminantes. Sus negociaciones también suelen pasar desapercibidas para gran parte de los medios de comunicación.
Aunque la Organización Marítima Internacional (OMI) se trazó la meta de estrategia reducir a la mitad las emisiones de los buques para 2050, las negociaciones para cumplirla no han resultado tan fructíferas, como lo señalaba la Clean Shipping Coalition en julio, luego de la reunión de los 175 estados miembros de la OMI.
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