Lo que desayunó esta mañana, lo que está a punto de almorzar o la cena que tiene en mente para esta noche, tiene mucho que ver con el medio ambiente, así sea una relación en la que no pensemos mucho cuando nos estamos llevando el tenedor a la boca.
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Hace unos días, un grupo de reconocidos científicos de 35 países, publicó la evaluación científica global más importante sobre los sistemas alimentarios hasta la fecha. La Comisión, llamada EAT-Lancet 2025, publicó sus conclusiones y recomendaciones en la revista académica The Lancet.
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Algunas de las principales conclusiones de la Comisión, tienen que ver con el impacto ambiental del sistema alimentario. Al respecto, concluyeron los científicos, estos sistemas representan alrededor del 30 % del total de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial (que causan el cambio climático) y son los que más contribuyen a la transgresión de cinco de los nueve límites planetarios.
“El marco de los límites planetarios define nueve procesos clave del sistema terrestre que regulan la vida en la Tierra”, agregaron los investigadores. A la fecha, ya se han superado seis de estos límites:clima, biodiversidad, tierra, agua dulce, contaminación por nitrógeno y fósforo, y entidades novedosas (pesticidas, antimicrobianos y microplásticos).
Un hallazgo adicional relacionado con los sistemas alimentarios, apunta a que el 30 % más rico de la población es responsable de más del 70 % del impacto medioambiental relacionado con la alimentación. Esto, cuando más de 1.000 millones de personas están desnutridas.
Sin embargo, como destacó el renombrado científico Johan Rockström, copresidente de la Comisión y director del Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático, “el informe establece las directrices más claras hasta la fecha para alimentar a una población en crecimiento sin sobrepasar el espacio operativo seguro en la Tierra establecido por los límites planetarios”.
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¿Qué deberíamos hacer para no comernos el planeta?
Durante la presentación del informe, Rockström destacó: “Al unir los últimos avances científicos sobre salud y clima, muestra que lo que ponemos en nuestros platos puede salvar millones de vidas, reducir miles de millones de toneladas de emisiones, detener la pérdida de biodiversidad y crear un sistema alimentario más justo”.
En resumen, dijo el científico sueco, “las pruebas son innegables: transformar los sistemas alimentarios no solo es posible, sino que es esencial para garantizar un futuro seguro, justo y sostenible para todos”.
En ese sentido, una de las principales conclusiones que aportó la Comisión está estrechamente ligada con las metas climáticas. Y es que, advierten los científicos, aun con una transición global completa que abandone los combustibles fósiles (los principales responsables del cambio climático), los sistemas alimentarios podrían seguir elevando las temperaturas por encima de 1,5 °C.
Por eso, continúan, transformar los sistemas alimentarios podría reducir estas emisiones en más de la mitad.
Pero un cambio en los hábitos alimenticios a nivel mundial también tendría impactos en la salud: remodelando estos sistemas, y adoptando dietas más saludables y sostenibles, podría evitarse aproximadamente 15 millones muertes prematuras al año, al tiempo que se generarían beneficios de cinco billones de dólares al año. Esto, para que se haga una idea, es 10 veces la inversión que se debe hacer para cambiar los sistemas alimentarios.
Y, ¿qué es lo que se debería cambiar? Tras analizar las dietas en todas las regiones del mundo, los investigadores concluyeron que todas comparten una deficiencia común: carecen de frutas, verduras, frutos secos, legumbres y cereales integrales, a la vez que hay un exceso de carne, lácteos, grasas animales, azúcar y alimentos excesivamente procesados.
En su lugar, se deberían adoptar dietas ricas en vegetales, cereales integrales, frutas, verduras, frutos secos y legumbres, con cantidades moderadas opcionales de alimentos de origen animal, así como un consumo limitado de azúcares añadidos, grasas saturadas y sal. Esta conclusión, respaldan la Dieta de Salud Planetaria propuesta por la Comisión en 2019, cuando elaboraron un informe similar.
Walter Willett, otro de los copresidentes de la Comisión y profesor de Epidemiología y Nutrición en la Universidad de Harvard, aseguró que “al aumentar la producción y el consumo de cereales integrales, frutas, verduras, frutos secos y legumbres, podemos mejorar los resultados de salud en todas partes, respetando al mismo tiempo las tradiciones culturales y regionales. Pero las dietas son solo una parte del panorama, y la transformación requiere medidas en todo el sistema”.
Willett enfatizó en las ocho soluciones que propone la Comisión como “una hoja de ruta práctica para impulsar la transformación a gran escala”. Las soluciones son:
- Proteger y promover las dietas tradicionales saludables.
- Crear entornos alimentarios accesibles y asequibles que aumenten la demanda de dietas saludables.
- Implementar prácticas de producción sostenibles que almacenen carbono, creen hábitats y mejoren la calidad y la disponibilidad del agua.
- Detener la conversión agrícola de ecosistemas intactos.
- Reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos.
- Garantizar condiciones de trabajo dignas en todo el sistema alimentario.
- Garantizar una voz y una representación significativas para los trabajadores de los sistemas alimentarios.
- Reconocer y proteger a los grupos marginados.
“Nos encontramos en una encrucijada global, y los gobiernos, las empresas, la sociedad civil y los individuos tienen un papel que desempeñar en la reestructuración de los sistemas alimentarios en beneficio de todas las personas y del planeta”, concluyó el investigador de Harvard.
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