Las playas de Bocagrande son muy populares entre quienes visitan Cartagena. Varios de los viajeros que van hasta la ciudad tratan de buscar un cupo en ese sector, usualmente repleto de turistas. Es posible que, mientras toman el Sol, vean una que otra colilla de cigarrillo que algún fumador arrojó a la arena. De hecho, pueden encontrar muchas más de las que hallarían en otras playas de América Latina.
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Para la muestra, un botón: en una investigación en la que participó la ingeniera colombiana Claudia Díaz, en las que se analizó la abundancia de colillas de cigarrillo en cinco populares playas de Argentina, Brasil, Ecuador, México y Colombia, el equipo de autores detectó que una playa de Bocagrande era donde había mayor abundancia de colillas. Entre junio de 2021 y mayo de 2022 habían recogido, en total, 29.983 unidades (sumando las fibras de cigarrillo), durante doce campañas que llevaron a cabo en transectos de 500 metros lineales, y el pedazo de Bocagrande fue el lugar donde más hallaron. De hecho, era donde había más densidad de esos artículos: hasta una unidad por cada metro cuadrado. Sus resultados los publicaron en 2023 en la revista Marine Pollution Bulletin.
Díaz es ingeniera civil y ese estudio hace parte de su doctorado en Ingeniería, en la Universidad de Cartagena, en el que decidió centrarse, justamente, en evaluar la contaminación que causan las colillas en las playas, pues a sus ojos, “en Colombia, a diferencia de otros países, no estamos viendo estos residuos como un peligro, cuando sí lo son”.
Su último artículo lo acaba de publicar en la revista Environmental Monitoring and Assessment. En él intentó evaluar si algunos elementos que suelen tener los cigarrillos (cromo hexavalente, cadmio y arsénico) también estaban presentes en la playa de Bocagrande.
Saltándonos varios detalles metodológicos, tras recorrer la playa en varias oportunidades con guantes estériles, buscando colillas y fibras de cigarrillo y depositándolas en bolsas Ziploc estériles, Díaz envió las muestras a un laboratorio en Barranquilla (LMB LABORATORIO SAS). Entre ellas había, 15 muestras de arena, 15 de colillas de cigarrillos y 15 de fibras de colillas de cigarrillos.
Los resultados la sorprendieron por una razón en especial: detectó niveles de arsénico por encima de los parámetros de sensibilidad. En términos un poco más detallados, 7,69, miligramos por cada kilogramo de arena; 5,75 mg por cada kilogramo de colillas; y 3,47 mg de arsénico por cada kilogramo de fibras de colillas. En el caso de los otros elementos (el cromo hexavalente y el cadmio), las muestras enviadas no evidenciaron una presencia significativa.
¿Qué quiere decir eso? “Que necesitamos pruebas con mayor sensibilidad para saber si hay presencia de ese tipo de elementos que, realmente, nos genere preocupación”, responde por teléfono. En el caso del arsénico, prefiere tomar con cautela sus resultados: “es difícil precisar si proviene de las colillas de cigarrillo o del ambiente natural. De aquí en adelante lo que necesitamos es más investigación para saber si esa contaminación la está causando el ser humano”, especialmente, quienes fuman en las playas y arrojan los residuos a la arena.
Como apunta Díaz, aunque muchas veces pasen inadvertidas, las colillas realmente son artefactos que pueden causar un serio problema ambiental. Uno de los motivos tiene que ver con que los filtros están hechos de lo que se conoce como “acetato de celulosa”, un material compuesto por miles de fibras plásticas que tardan años en descomponerse. Algunas investigaciones, como la de François-Xavier Joly y Mathieu Coulis, publicada en 2017 en Waste Management, estiman que se requieren entre 7.5 y 14 años para que el acetato de celulosa se degrade por completo en el suelo.
En una revisión de la literatura disponible publicada en Science of The Total Environment hace un poco más de dos años, un grupo liderado por Farshid Soleimani, de la Bushehr University of Medical Sciences (Irán), también advierte que los elementos presentes en las colillas pueden, al llegar a ecosistemas acuáticos, ser letales para organismos que viven allí o afectar su desarrollo embrionario cuando se presentan en bajas concentraciones.
Las colillas pueden actuar “como portadores de metales en el medio ambiente, lo que podría suponer un riesgo toxicológico para los organismos marinos”, reitera Díaz en uno de sus artículos También, explica por teléfono, detectamos que es un elemento en el que pueden crecer microorganismo como bacterias y hongos.
Es muy difícil saber, por el momento, si ese tipo de contaminación puede tener algún efecto en la salud humana (se requieren muchos más estudios, advierte Díaz), pero para Camilo Botero, PhD en Gestión del Agua y la Costa y miembro de la Sociedad Geográfica de Colombia, saber que algunos de los componentes de los cigarrillos están detectándose en las playas es una razón suficiente para que Colombia comience a plantearse la posibilidad de prohibir fumar en esos espacios.
“Este tipo de medidas se están convirtiendo en una tendencia mundial, que el país debería seguir. La ley 1335 de 2009 prohibió fumar en muchos espacios, porque era claro su impacto sobre la salud. Ahora, tenemos señales de que los residuos están contaminando las playas y el ambiente”, asegura Botero, que también participó en la última investigación liderada por Díaz.
A sus ojos, solo hay una solución: prohibir que haya fumadores en las playas. Tras obtener las conclusiones de los trabajos de Díaz, dice, está a la espera de algún congresista que se le mida a añadir un parágrafo más a la ley antitabaco para que sectores como los de Bocagrande, se libren de la contaminación que puede estar causándoles las colillas.
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