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Redescubren el ave “más rara de Colombia”, pero estaría en riesgo de extinguirse

El colibrí de Santa Marta, que se creyó extinto durante décadas, reapareció en 2022 en un corregimiento de Valledupar, en la Sierra Nevada de Santa Marta. Un estudio reciente encontró que se trataría de un ave con una distribución de menos de 30 km², 100 veces más reducida de lo que se creía.

Andrés Mauricio Díaz Páez

26 de abril de 2025 - 08:00 a. m.
Foto: Jaider Carrillo Tarazona - Perijá Birding Travel
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La primera vez que Jaider Carrillo, guía de aviturismo en Perijá Birding Travel, vio al colibrí de Santa Marta (Campylopterus phainopeplus) sintió “la felicidad de ser una de las primeras personas en el mundo en presenciarlo. Fue un privilegio”. Es, según algunos científicos, “el ave más rara de Colombia”. Durante años la creyeron extinta, porque solo había sido registrada oficialmente cuatro veces entre 1879 y 2022.

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Para llegar a ella, en 2023, Carrillo viajó hasta Chemesquemena, un corregimiento en la zona rural de Valledupar, Cesar, al interior de la Sierra Nevada de Santa Marta. Con el permiso de la comunidad indígena del Resguardo Kankuamo, ingresó a la finca en la que la fotografió y en donde, un año antes, un grupo de investigadores de varias instituciones, como la Universidad Nacional y SELVA: Investigación para la Conservación del Neotrópico, ubicó a la única población conocida de esta especie.

Durante 16 meses, entre 2023 y 2024, observaron al colibrí de Santa Marta para conocer su comportamiento, su alimentación y el tamaño de su población. Sus hallazgos, que fueron publicados esta semana en la revista Bird Conservation International, constituyen la evidencia de una pequeña población que sobrevive, pero está en peligro crítico de desaparecer.

Una de las más buscadas

El colibrí de Santa Marta “es como el unicornio de la Sierra Nevada”. Roger Rodríguez, biólogo y guía de avistamiento de aves en Nature Colombia, trabajó durante dos años en los bosques de esta cordillera del Caribe, hasta 2017. Desde entonces, la ha visitado recurrentemente y durante ese tiempo “nunca lo había visto”.

En bases de datos científicas, como el Global Biodiversity Information Facility (GBIF) o el SiB Colombia, aparecen algunos registros bajo el nombre del colibrí de Santa Marta, pero son “identificaciones erróneas”, explica Rodríguez. Ocurre a menudo por su parecido con el colibrí lazulita (Campylopterus falcatus) y el colibrí mango pechinegro (Anthracothorax nigricollis), dos especies comunes en la región. “También se han registrado individuos en colecciones científicas creyendo que corresponden al colibrí de Santa Marta, pero tampoco son”, añade Esteban Botero-Delgadillo, director del Programa Ciencia de la Conservación en SELVA y uno de los autores del estudio.

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En realidad, del colibrí de Santa Marta hay unos pocos registros confiables para la ciencia. En 1878, el geógrafo británico Frederick Simons recorrió los ríos de la Sierra, acompañado por comunidades indígenas, para recopilar los primeros especímenes del ave, que servirían para describirlo y darle nombre a su especie en 1879. Casi 70 años más tarde, en 1946, el ornitólogo estadounidense Melbourne Armstrong Carriker hizo la segunda investigación conocida sobre esta especie, recolectando 11 individuos que hacen parte de la colección del Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsoniano, en Estados Unidos.

Desde entonces, antes de encontrar a la población de Chemesquemena, solo hubo un registro fotográfico en la Cuchilla de San Lorenzo, una cresta montañosa en la parte de la Sierra que se encuentra en Magdalena. En su investigación, los científicos plantean que este debería considerarse como un “registro inconcluso”, pues la evidencia no sería suficiente para determinar si se trata del colibrí de Santa Marta o el lazulita. La cola del ave, que es el rasgo clave para distinguirlos entre sí, “no es completamente visible en la fotografía”, se lee en el artículo.

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Pero, hay otro motivo para considerar este como un registro inconcluso: nunca volvieron a verlo en este punto, a pesar de que se trata de una reserva visitada frecuentemente por científicos y pajareros. La hipótesis que sostienen los investigadores es que se trataría de un ave mucho más rara de lo que se creía.

Más raro de lo que se creía

La Sierra Nevada de Santa Marta es uno de los lugares con mayor endemismo del mundo. “Hay 24 especies de aves registradas allí que no se encuentran en ninguna otra parte”, detalla Botero-Delgadillo. Estas especies pueden encontrarse entre los 3.800 km² que tiene la cordillera, pasando por diferentes altitudes, desde el piedemonte hasta los páramos cercanos a los picos nevados.

Sin embargo, el caso de este colibrí es especial, porque se trataría de un microendemismo, algo usual en algunos animales como insectos y anfibios, pero no en las aves. “Es decir, no solamente es un ave que solo se encuentra en la Sierra, sino que estaría únicamente en la cuenca del río Guatapurí”, dice Botero-Delgadillo. En otras palabras, como señalan en el estudio, es posible que el área que ocupa el ave no sea de 2.900 km², como sugerían investigaciones anteriores, sino de menos de 30 km².

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Como muestra de esto, los científicos describen en su investigación que, durante los 16 meses que monitorearon a la especie, no pareció tener hábitos migratorios. Es decir, los individuos se encontraron siempre en puntos cercanos a Chemesquemena, aun cuando durante este tiempo se presentaron dos temporadas de lluvias, uno de los factores que impulsan a las aves a moverse a otras zonas.

Simons, el geógrafo británico que lo colectó por primera vez, describió en las notas de su viaje por la Sierra haber visto al colibrí de Santa Marta por encima de los 3.000 metros de altitud, por lo que se creía que migra hacia el páramo en algunas épocas del año. Sin embargo, “solo hay evidencia inequívoca de que se encuentra por debajo de los 2.800 metros”, apunta Botero-Delgadillo.

El mes pasado, el 4 de marzo, una publicación en las redes sociales de la reserva Mountain House alertó sobre la aparición del colibrí en sus predios ubicados en Minca, un corregimiento de Santa Marta, en el costado contrario de la Sierra al que Botero-Delgadillo y sus colegas estudiaron. El mismo día de la alerta, Rodríguez, de Nature Colombia, estaba en la reserva y, tras buscarlo durante años, logró fotografiarlo en la rama de un árbol. Como él, llegaron otros pajareros atraídos por la noticia.

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Una semana después, el individuo desapareció del lugar. Ayer, Rodríguez se comunicó con la reserva Mountain House y “me confirmaron que, hasta ahora, no ha vuelto”. Para el investigador de SELVA, es posible que estos casos se repitan en lugares como San Lorenzo, donde se tomó la fotografía de 2010, en Minca, y hasta en el lado norte de la Sierra que se encuentra en La Guajira. Su hipótesis es que se trata de individuos extraviados que, en medio de su dispersión, llegan a puntos lejanos a la cuenca del río Guatapurí, pero no permanecen allí mucho tiempo. “Esa evidencia sugiere que es un colibrí aún más raro de lo que pensábamos”, dice Rodríguez.

Foto: Roger Rodríguez Ardila - Nature Colombia

En peligro crítico de extinción

El colibrí de Santa Marta no solo se encuentra en un área muy pequeña, sino que además se trata de un ecosistema que sufre varias presiones. En la región, desde el siglo XIX se han registrado plantaciones de caña, que han estado asociadas en las últimas décadas a prácticas como las quemas o la tala de bosque para extender los cultivos.

Dentro de los análisis que hicieron Botero-Delgadillo y sus colegas, lograron ver al ave entre bosques remanentes, a orillas del Guatapurí, y en cultivos de café y plátano. La mayoría de observaciones, indica el estudio, “se obtuvieron en hábitats mixtos, particularmente en sistemas agroforestales”. Estos son lugares en los que se combina la siembra, por ejemplo, de café, con vegetación nativa, una práctica que las comunidades indígenas de la Sierra suelen utilizar.

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Los investigadores sugieren que este tipo de sistemas, en lugar de los cultivos de caña, podrían aportar a la conservación de la especie, “logrando la sostenibilidad ambiental y la resiliencia de la productividad agrícola de las comunidades locales”, sostiene la publicación.

Sin embargo, todavía se requieren más estudios para conocer, entre otras cosas, los hábitos reproductivos y las necesidades de este colibrí para garantizar su supervivencia. Mientras tanto, dicen los autores, deberá permanecer como un ave “en peligro crítico de extinción” hasta que haya evidencia de una distribución más amplia o nuevas poblaciones.

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Por Andrés Mauricio Díaz Páez

Periodista y politólogo enfocado en temas ambientales, transición energética y educación.diazporlanocheamdiaz@elespectador.com
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