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Repensar el Amazonas

Cinco estudiantes de ecología de la U. Javeriana desarrollaron un centro de investigación y educación ambiental en el que a través del ecoturismo crean alternativas de trabajo para la comunidad y promueven la sostenibilidad.

María Mónica Monsalve S.
24 de mayo de 2015 - 02:00 a. m.
La propuesta de los estudiantes replantea la forma de hacer ecoturismo al involucrar a las comunidades. Natalia Corchuelo
La propuesta de los estudiantes replantea la forma de hacer ecoturismo al involucrar a las comunidades. Natalia Corchuelo

Sebastián Gómez y Silvia Chiriví son estudiantes de la Universidad Javeriana y, como la mayoría de los ecólogos colombianos, siempre estuvieron tentados de conocer el Amazonas. Sin saber muy bien dónde quedarse ni para dónde ir, por causalidad —dicen—  llegaron a las comunidades de Sacambu, en Perú, y Valencia, en Colombia. Así, entre ver el potencial biológico y hablar con los líderes de estos lugares, tuvieron la idea de crear Cealdes, un Centro de Alternativas al Desarrollo en el Amazonas, donde empezaron a llevar ecoturismo y tienen un centro de investigación. 
 
“Empezamos con ecoturismo, porque esta parte del proyecto es la que nos va a permitir financiar las otras tres ramas, que son comunicación, educación ambiental e investigación”, afirma Natalia Corchuelo, estudiante de ecología de la misma universidad, quien junto con Natalia Campo y Juan Eduardo Ortega se unió a la iniciativa para construir Cealdes. “Con esto buscamos dar alternativas de trabajo a unas comunidades que son conscientes de que tienen atracción turística, pero que terminaban cazando manatíes sólo para que la gente pudiera verlos”, agrega.
 
Por esto, dentro de las actividades turísticas que ellos proponen, está salir en la noche a “caimaniar”, un momento donde los turistas se van acompañados con las personas de las comunidades y se saca un caimán del río. Se les explica algo de la especie, se deja que interactúen con él y después se devuelve al agua. También, si se quiere, pueden nadar con delfines grises en la laguna Tarapotó cuando se visita Valencia y en ambas partes se puede pescar el propio almuerzo para que las mujeres de la comunidad lo cocinen.
 
“Nosotros lo que tratamos es romper un poco con el concepto de turismo que venía trayendo una serie de problemáticas fuertes a la región. Una de ellas es que muchas comunidades dejaron de hacer sus bailes y ceremonias tradicionales si no se les garantizaba un pago”, explica Sebastián. “Algunos hoteles ‘ecoturísticos’ tienen su propia piscina, entonces nadie interactúa con el río; traen sus propios chefs e, incluso, hay uno que contrata gente para montar búfalos que ni siquiera es un animal de este continente”.
 
Mientras en la comunidad de Valencia, que forma parte del resguardo Aticoya, hay 40 familias que están trabajando junto a Cealdes, en la comunidad de pescadores peruanos de Sacambu son seis familias las que pertenecen a esta asociación.
“En el lado de Sacambu peruano estamos con una comunidad de pescadores que se han dedicado históricamente al turismo. Allá ellos nos facilitaron la posibilidad de hacer mejoras a un terreno que ya tenían y ahora hay disponibilidad para 28 personas en cama y unas 15 en chinchorro. Quien reciben a los turistas es la misma comunidad”, afirma Juan Eduardo. La idea es que se generen alternativas lucrativas de trabajos sostenibles, por medio de este turismo.
 
El centro de investigación alternativo
 
Este semestre los creadores de Cealdes hicieron una alianza con la Facultad de Ecología de la Universidad Javeriana para que los estudiantes puedan realizar sus tesis y prácticas con estas comunidades. Con esto, empezaron a desarrollar uno de los principales objetivos de la iniciativa: tener un centro de investigación operado por ellos mismos, para que se encuentren alternativas a las problemáticas que existen en ambas comunidades.
 
“Tenemos una política de investigación que involucra el diálogo de saberes, dos formas de interactuar muy diferentes. Ante todo está el respeto por la cosmología de la región y que el aprendizaje siempre venga de ambas partes”, dice Sebastián. Por esta razón, en Cealdes quieren recibir investigadores de distintas áreas —ingenieros, biólogos, diseñadores, músicos o artistas— que “se puedan sentar con las comunidades a aprender de su proceso artesanal” o que “se las ingenien para hacer un puente con botellas reciclables”. 
 
Para evitar que los productos investigativos se queden en anaqueles o en publicaciones científicas, Cealdes quiere crear una base de datos y un legado de estas comunidades. “Por ejemplo, Sacambu es muy pequeña, entonces si esta comunidad deja de existir nos gustaría que quede alguna información de lo que está pasando”, explica Natalia. 
 
La iniciativa, que empezó a construirse en 2012, la montaron estos cinco estudiantes con sus manos, pues como lo dice uno de ellos, “aunque suene muy infantil”, sacaron los recursos de vender empanadas vegetarianas, galletas, limonadas y ventas de garaje. “Vendimos dulces para sostener un proyecto enorme que, curiosamente, ha funcionado”.

Por María Mónica Monsalve S.

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