Samaná: el río que la guerra tenía escondido

Los científicos lo describen como “un fenómeno biológico descomunal”, pero al mismo tiempo ofrece un gran potencial hidroeléctrico que la empresa Celsia planea aprovechar.

Carolina Gutiérrez Torres*
11 de abril de 2017 - 07:28 p. m.
Samaná: el río que la guerra tenía escondido

Soy antioqueña y nunca había oído mencionar al río Samaná. En cambio, sí tenía muy claro que los municipios del oriente del departamento, por donde corren sus aguas (sobre todo San Carlos), fueron el blanco de la guerra. Primero de las guerrillas de las Farc y el Eln, luego de los “paras” y, al final, de la violencia de los tres bandos, que se mezcló y terminó convertida en desplazamientos, muertes, violaciones, víctimas de minas antipersonale.

Podría decirse que la guerra mantuvo guardado al Samaná. Que este río, que tiene una cuenca de 2.656 kilómetros cuadrados, es el vivo ejemplo de eso que los ambientalistas empezaron a reconocer recientemente: que el conflicto permitió la conservación de algunos ecosistemas. O porque los actores armados imponían límites a la depredación del medio ambiente, o porque se apropiaron de esos territorios y nadie se atrevía a pisarlos. Esto último fue lo que pasó con el Samaná.

Cuando los años más horrorosos de esa guerra pasaron, el Samaná empezó a volverse atractivo. Por ejemplo, para la empresa Celsia, una filial del Grupo Argos que desde el 2009 empezó a buscar una licencia ambiental para construir allí una represa. En el 2015 la empresa recibió el visto bueno de la Agencia Nacional de Licencias Ambientales para sacar adelante su proyecto, que pretende generar 352 megavatios-hora de energía y proveer de este servicio a 491 mil hogares.

También se volvió atractivo para un hidrólogo y deportista francés, quien en el 2012 llegó con su kayak a explorar los ríos de Colombia. Ese francés, llamado Jules Dominé, recorrió las aguas salvajes, verdes y puras del Samaná y se quedó prendado de él. Había navegado unos 600 ríos alrededor del mundo y de todos, dice Jules, decidió quedarse en el Samaná porque era ideal para navegar: por la temperatura, por las corrientes, por los rápidos. Pero además, y sobre todo, “porque es una joya de biodiversidad y de conservación”.

Porque el Samaná es casi un milagro: estando tan cerca de dos ciudades principales (está casi en la mitad del recorrido de la autopista Medellín-Bogotá) es un ecosistema en un alto grado de conservación, de una pureza inimaginable. Eso nos habían repetido Jules y el botánico Rodrigo Bernal, quien en el último año ha realizado dos exploraciones a este afluente. Pero esas palabras sólo cobrarían sentido estando allá.

Jules sería nuestro guía en un viaje de dos días por las aguas del Samaná. Junto con un grupo de investigadores de Dejusticia, viajamos a conocer la realidad del río y de las comunidades que lo rodean. Jules, claro, está en contra de que las aguas del Samaná sean represadas. De que ese paraíso que encontró en Colombia deje de existir. Y como él, hay pobladores, líderes sociales, científicos y ambientalistas, que piden que la licencia sea derogada.

Pero también están los que creen que Porvenir II (como fue bautizada la represa) representará la llegada del progreso, el desarrollo y el bienestar que nunca han tenido o que el conflicto les arrebató. Casi todos los alcaldes que han pasado estos años por San Carlos, San Luis, Puerto Nare y Caracolí lo han apoyado. Celsia asegura que con esta obra se crearán cinco mil empleos directos e indirectos y se generarán 4.000 millones de pesos anuales en regalías. Además, defiende que es necesario “para asegurar la creciente demanda energética”.

El recorrido en rafting empezó en el Puente Samaná, en la vía Medellín-Bogotá. Después de una hora de travesía, a la altura del municipio de San Luis, Jules nos pidió orillarnos. Allí, nos explicó, estaba uno de los tesoros recién descubiertos del Samaná: una palma bautizada Aiphanes argos (en referencia al Grupo Argos) por los científicos colombianos Saúl Hoyos y Rodrigo Bernal.

“Es una especie nueva para la ciencia –dice Bernal, integrante del panel de científicos de Dejusticia–. En el mundo cada año se descubren entre 10 y 15 palmas nuevas”. Se trata de una especie de plantas que crecen en las orillas de aguas muy veloces, y que han evolucionado durante millones de años para resistir el impacto de la corriente. El año pasado, Bernal y Hoyos realizaros dos expediciones al Samaná y además de la Aiphanes hallaron otras 34 especies de la misma naturaleza. Nueve de ellas endémicas. Si esto sucedió sólo en dos expediciones, ¿qué más esconderá el Samaná? “Las personas que estudiaron los bosques a lo largo del cañón no analizaron las reófitas (el nombre que recibe esta variedad). Es como si te mandaran a estudiar la arquitectura de Roma y se te olvidara la basílica de San Pedro o el Coliseo romano”, señala Bernal. Y luego asegura, refiriéndose al cañón del Samaná, que “estamos frente a un fenómeno biológico descomunal”.

Porvenir II planea inundar 800 hectáreas con el Samaná, el único río del oriente de Antioquia que no ha sido represado (ya existen cuatro represas en esta zona, donde se genera el 33 % de la energía del país). Aunque la empresa sostiene que cuatro de las especies más amenazadas serás protegidas y trasladas, y que además el proyecto conservará 5.600 hectáreas de bosque, inevitablemente algunas de las especies nuevas para la ciencia desaparecerían bajo la represa.

Los que vamos en el bote nos quedamos paralizados frente a la exuberancia de la naturaleza que nos rodea: de los árboles centenarios que crecen aferrados a las rocas, de las formaciones rocosas gigantescas, de los pájaros, del bosque tupido y verde y lleno de vida.En el 2014, tres funcionarios de la Agencia Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) entregaron un concepto negativo para el proyecto Porvenir II. Los ingenieros Kelly Marcela Cantón, Alejandro Franco y Adriana Ávila, señalaron en una entrevista a Blu Radio que intervenir el Samaná era inconveniente no sólo por el impacto ambiental, sino por las consecuencias sociales y económicas que traería.

Aseguraron que el 50% de la población económicamente activa en el área de influencia del proyecto, dependía directamente de los recursos del Samaná (de la pesca y de la minería artesanal). Dijeron también que el 59 % de quienes habitaban esa área, eran víctimas de la violencia que habían retornado a sus tierras. Y que el represamiento del Samaná los obligaría a desplazarse. Otra vez. Según el Centro de Memoria Histórica el conflicto armado provocó, sólo en San Carlos, 20 mil desplazados (y 33 masacres y 600 homicidios y 350 desaparecidos). La misma entidad asegura que la existencia de proyectos hidroeléctricos en la zona fue uno de los principales imanes de los grupos armados.

Aunque la empresa sostiene que las familias reubicadas recibirán el “acompañamiento psicosocial, económico y jurídico que requieran para continuar con su proyecto de vida en la región”, uno de los principales argumentos de los opositores es que el proyecto va con contravía de los derechos de las víctimas. Actualmente existen 84 procesos de restitución de tierras en el área de influencia que, según la Unidad de Restitución de Tierras, aún se tardarían entre ocho meses y un año en ser resueltos. La misma entidad asegura que Celsia no tiene la obligación de esperar a que se concluyan pero, en palabras de Paola Cadavid, directora de la territorial Antioquia, “si vamos a ser coherentes… tendría que esperar”.

Luego de entregar el concepto negativo, el contrato de ninguno de los tres funcionarios fue renovado por la ANLA. Ese mismo año, en el 2014, el Gobierno declaró que Porvenir II era un “Proyecto de Interés Nacional Estratégico”. Y menos de un año después, en agosto del 2015, recibió la licencia ambiental (por esta polémica, hoy está en curso una acción judicial para derogar la licencia). Al ser cuestionados al respecto Celsia responde que, citando a la misma ANLA, se trataba de un documento “no concluido y en proceso”.

A lo largo de la travesía por el Samaná vimos varios cambuches de madera construidos en las orillas. Muchos de ellos, nos contó la comunidad, fueron improvisados por personas que pretenden entrar en los censos de la empresa y recibir una indemnización. Ese dinero es el gran incentivo para muchos de los partidarios de la represa.

Y también para víctimas como doña Carmen Oviedo, que prefiere pensar en un futuro en otro lugar. Llegamos a su finca, junto al río, casi al final del recorrido. Nos contó que estaba de pelea con su esposo, que quería divorciarse, que estaría mejor en otro lugar. Nos dijo que allí, en esa casa, estaba el peor de los recuerdos de su vida: cuando guerrilleros de las Farc llegaron a acusarla de ser colaboradora de los “paras”, a robarle, a violarla.

En cambio, a unos pocos kilómetros de la casa de doña Carmen está el vivo ejemplo de quienes creen que Porvenir II les quitará más de lo que les entregará. La comunidad de Puerto Garza (San Carlos), donde terminó nuestro viaje, lleva años organizándose, formándose, consolidando un movimiento social. Y ahí están, casi ocho años después, insistiendo desde las movilizaciones y las acciones judiciales en que el río es más valioso que cualquier cosa.

Sin la guerra, el Samaná volvió a existir. Y con él, se abrió una vez más el debate sobre el desarrollo versus la conservación del medio ambiente.

*Periodista. Trabaja para DeJusticia.

 

Por Carolina Gutiérrez Torres*

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