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San Andrés: la promesa de quemar las basuras del relleno sanitario, 15 años tarde

Este año, tras una década de espera, la planta para incinerar los residuos del relleno sanitario de la isla, está en sus pruebas finales para, por fin, empezar a funcionar. Pero no es claro si podrá cumplir con su meta: reducir las más de 250.000 toneladas de desechos enterrados en el lugar.

Andrés Mauricio Díaz Páez
12 de abril de 2025 - 10:00 p. m.
En San Andrés no hay un esquema público de reciclaje, por los costos que implica llevar estos materiales hasta el puerto de Barranquilla. Sin la separación de basuras, varios residuos aprovechables van a parar a Magic Garden.
En San Andrés no hay un esquema público de reciclaje, por los costos que implica llevar estos materiales hasta el puerto de Barranquilla. Sin la separación de basuras, varios residuos aprovechables van a parar a Magic Garden.
Foto: Andrés Mauricio Díaz Páez
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A la sombra de una palmera, un grupo de turistas disfruta de la vista que les da el atardecer del mar de los siete colores en San Andrés, mientras abren unas latas de cerveza y paquetes de papas. Más temprano, habían pedido que les llevaran el almuerzo en envases de cartón, para no tener que moverse del lugar por el que habían pagado para estar en la playa del norte de la isla. A su alrededor, decenas de visitantes hacen lo mismo: pasan horas en la playa, comiendo, tomando y generando residuos que van a parar a las canecas cercanas.

A sus espaldas, uno de los hoteles todo incluido de la isla reparte pasabocas y bebidas a sus huéspedes que están en la piscina. Todo en vasos y platos desechables. Es 18 de marzo y, a falta de un mes para Semana Santa, “calculo que estamos en una ocupación del 60 al 70 %”, dice uno de los habitantes permanentes de San Andrés, quien se dedica a vender paquetes turísticos.

A pesar de no estar en temporada alta, San Andrés produce diariamente cerca de 80 toneladas de basura. Todas van a parar al relleno sanitario Magic Garden, depósito de residuos a cielo abierto que lleva más de 12 años en alerta. Fue diseñado inicialmente para almacenar 180.000 toneladas, pero, en 2019, las estimaciones sobre la cantidad de basura dispuesta variaban entre 250.000 y 350.000 toneladas.

Jorge Barker trabajó en Magic Garden a finales de los años 80, cuando el relleno apenas comenzaba a operar. Entonces “era muy poca la basura que llegaba. Nosotros caminábamos sobre los residuos para organizarlos”, recuerda. Se ausentó durante 17 años de San Andrés y, cuando volvió, encontró al relleno convertido en una enorme montaña de basura donde se necesita maquinaria de construcción para organizar lo que a diario depositan los camiones que recorren la isla.

En 2013 ya se calculaban unas 200.000 toneladas de basuras enterradas y habían pasado varios años desde que la comunidad de Schooner Bight, que vive al lado de Magic Garden, empezó a alertar sobre posibles afectaciones a su salud y al ambiente. En las épocas de sequía, por ejemplo, se generan incendios y el humo se puede llegar a sentir “durante varios días”, cuenta Jihad Zabian, uno de los habitantes del barrio.

La Gobernación de San Andrés y el Gobierno nacional propusieron hace más de 15 años una solución: construir una planta para quemar las basuras y, con ese calor, generar energía. La planta costó más de $25.000 millones y su construcción terminó hacia 2012, pero apenas encendió sus motores a finales de 2024. Ahora, está en la fase de pruebas finales, según la Sociedad Productora de Energía de San Andrés (Sopesa), que está a cargo de su operación.

A pesar de que, luego de 12 años esperando, la planta está empezando a funcionar, hay dudas sobre su capacidad para solucionar la saturación de Magic Garden. Mientras tanto, el relleno sanitario sigue recibiendo toneladas de basura de un flujo de turistas que supera el millón por año, y de una población que, según el DANE, ya supera las 60.000 personas. “Realmente, es una bomba de tiempo”, afirma Dayana Mitchell, subdirectora de Calidad y Ordenamiento Ambiental de Coralina, autoridad ambiental del archipiélago.

Todo está en Schooner Bight

En San Andrés hay dos grandes problemas relacionados con la prestación de servicios públicos. El primero es que, al ser una zona no interconectada, no hay cables que puedan llevar la energía que se genera principalmente en las hidroeléctricas del país, como sí sucede en las grandes ciudades. El segundo es que, al ser una isla, hay pocas formas de gestionar las basuras.

En respuesta a ambas limitaciones se tomaron dos decisiones. Para proveer de energía a la isla se construyó una planta de generación térmica que funciona con diésel, una de las formas más contaminantes de producir electricidad y que se está dejando de usar en el mundo. Y, para gestionar la basura, se construyó Magic Garden, el relleno sanitario a cielo abierto que empezó a operar en 1985. Ambas instalaciones —la planta y el relleno— están ubicadas en Schooner Bight, a pocos metros de distancia. Es decir, allí confluyen la basura generada por hoteles, comercios y viviendas, y la producción de energía que esos mismos lugares consumen a diario.

“En menos de un kilómetro de radio se ubican las actividades de mayor impacto ambiental de toda la isla”, resume Mitchell. Junto al relleno y a la planta de generación térmica se levantó también la planta de generación de energía a partir de basuras que estuvo apagada durante más de 10 años. “Todos los impactos llegan aquí”, dice María*, una de las líderes comunitarias de Schooner Bight. Si alguien quiere tener energía, de aquí sale; si alguien quiere tirar la basura, aquí llega”.

No se trata solo del ruido constante de una planta de energía a diésel que opera día y noche —una de las principales quejas de los habitantes del sector, según Mitchell—. También está el impacto directo del relleno sanitario. En 2017, el Consejo de Estado reconoció en una sentencia que la operación de Magic Garden estaba poniendo en riesgo la salud y el derecho a un ambiente sano de los habitantes de Schooner Bight. “Si bien se construyó con las especificaciones técnicas de un relleno sanitario, su manejo no es el apropiado, pues no se aplican las técnicas de compactación y cubrimiento de los residuos sólidos urbanos que son depositados”, dijo entonces el tribunal.

En esa sentencia, emitida hace ya ocho años, el Consejo de Estado también ordenó poner en funcionamiento la planta de incineración de basuras. Para entonces, San Andrés generaba unas 40 toneladas de residuos al día y la capacidad instalada de la planta —80 toneladas diarias— parecía una solución viable para, a mediano plazo, comenzar a reducir el volumen acumulado en el relleno; sin embargo, ahora la isla produce diariamente la misma cantidad de basura que puede incinerar la planta.

Una solución demorada

“Hoy empieza una nueva historia en el manejo de los residuos en el archipiélago”, anunció el entonces presidente, Iván Duque, durante la inauguración oficial de la planta de incineración de basuras en febrero de 2021. Es la primera planta de este tipo que se construye en el país y “no solo se van a procesar los residuos nuevos sino los existentes, lo que permitirá una transformación del relleno con el tiempo”, continuó el exmandatario.

Por ser la primera, el país no tenía una regulación clara sobre su funcionamiento, algo que influyó en que su puesta en marcha tardara tanto. Un artículo publicado en noviembre de 2024 en la revista Gestión y Ambiente, de la Universidad Nacional, explica que en esta falta de capacidades y de voluntad para que la planta funcionara tuvieron que ver entidades locales, como la Gobernación, y nacionales, como los ministerios de Minas y de Ambiente, así como las empresas involucradas.

La planta RSU, como la llaman los funcionarios de Sopesa, funciona con dos hornos cilíndricos de unos 10 metros de largo. Está muy cerca de la montaña de basura de Magic Garden y en el espacio intermedio un grupo de operadores se encarga de seleccionar la basura “aprovechable térmicamente”, explica uno de los ingenieros. Luego, un brazo mecánico toma la basura seleccionada y la introduce a los cilindros. Allí, los residuos se incineran a 800 °C. Los gases que elimina la basura se utilizan para generar calor y mover una turbina, produciendo energía que retroalimenta el sistema de los hornos, haciendo que la planta no tenga que usar diésel para su funcionamiento. Las emisiones que genera la planta, además, pasan a otro proceso de incineración, esta vez a 1.200 °C, en donde se convierten en escoria, un material que se podría utilizar para producir ladrillos aptos para adoquinar vías.

Durante el período de pruebas finales, “está operando a un 30 % de su capacidad”, explica Edward Jay, subgerente técnico de proyectos de la Empresa de Energía del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina (EEDAS), que está a cargo de hacer la veeduría a Magic Garden y a la planta RSU. Pero aún no se sabe si podrá incinerar las 80 toneladas que llegan al día al basurero cuando opere al 100 %, en los próximos meses.

“Hay un 30 % de las basuras que no son aprovechables térmicamente, pero no se están reciclando”, según Jay. Se refiere a materiales que no hacen combustión a 800 °C, como los metales y el vidrio, y podrían tener un segundo uso. El problema es que en San Andrés no hay esquemas de reciclaje porque el punto más cercano en donde se podrían vender estos materiales es el puerto de Barranquilla. “Llevar el reciclaje hasta allá es muy costoso”, advierte Jay.

En la sentencia de 2017, el Consejo de Estado ordenó que, además de poner en funcionamiento la planta, se establecieran los lineamientos de un sistema de reciclaje impulsado por la Gobernación. EEDAS asegura que la administración del departamento está planeando construir una planta de separación de basuras, para garantizar que los residuos lleguen seleccionados al relleno. Desde El Espectador solicitamos una entrevista con Alfred Hudgson Martínez, secretario de Servicios Públicos de San Andrés, para conocer el avance en el cumplimiento de esas obligaciones, pero, tras varias semanas de espera, no la obtuvimos.

Otro problema, señala María*, habitante de Schonner Bight, es que la expectativa de que la planta de RSU pudiera bajar los costos de energía en el barrio tampoco podrá materializarse. Según las estimaciones de EEDAS, el costo de producción por kilovatio de la planta está 20 % por encima de lo que cuesta producirlo con diésel, lo que significaría un aumento en la tarifa de energía si se vende a los hogares.

“Una bomba de tiempo”

En 2021, Coralina emitió un concepto en el que aseguró que Magic Garden tenía una vida útil restante de un año y siete meses. Sin embargo, ese tiempo se ha ido extendiendo. Desde EEDAS, interventor del relleno, explican que constantemente se están haciendo trabajos de compactación y reorganización de las basuras, con el objetivo de garantizar que el relleno se pueda seguir usando. En sus estimaciones más recientes señalan que tiene un año más de utilidad.

Mitchell, de Coralina, es clara en advertir que la licencia ambiental del relleno ya no puede tener más ampliaciones. Es decir, ya no pueden construirse nuevas celdas para disponer los residuos y las estrategias para seguir operando el relleno han llegado a su límite. “Este relleno es un pasivo ambiental”, afirma, pues no se construyó para soportar la basura de una población tan grande, teniendo en cuenta a los turistas que visitan la isla.

Aunque esperan que la planta de RSU empiece a operar al 100 % durante los próximos meses, todavía no se sabe qué pasará con el relleno sanitario. Lo que sí tiene claro María*, líder comunitaria de Schooner Bight, es que “no queremos más basura en este lugar”. Para ellos, el tiempo se acabó hace 15 años, cuando se empezó a construir la planta.

* El nombre fue cambiado a petición de la fuente.

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Andrés Mauricio Díaz Páez

Por Andrés Mauricio Díaz Páez

Periodista y politólogo enfocado en temas ambientales, transición energética y educación.diazporlanocheamdiaz@elespectador.com
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