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Este lunes se conmemora el Día Mundial del Agua. En Colombia, el agua es una de nuestras mayores riquezas naturales: contamos con seis nevados, cerca del 60% de los páramos del mundo, cinco vertientes hidrográficas, 30 grandes ríos, 1.277 lagunas y más de 1.000 ciénagas. Sin embargo, todavía hay poblaciones a lo largo del país que no cuentan con acceso a agua potable y, según el último Estudio Nacional del Agua realizado por el Ministerio de Ambiente, a través del IDEAM, cerca de 391 municipios son categorizados como susceptibles al desabastecimiento de este recurso.
¿Qué está haciendo el país para hacer frente a estos retos de la gestión y gobernanza del agua? ¿cuáles son los problemas más urgentes por resolver? Hablamos con Fabián Caicedo Carrascal, quien está a la cabeza de la Dirección de Gestión Integral del Recurso Hídrico del Ministerio de ambiente.
Caicedo es Ingeniero Civil con maestría en Hidrosistemas, y tiene experiencia en temas como la modelación de procesos hidrológicos y el ciclo del agua, análisis de variabilidad y cambio climático, ordenamiento y planificación de cuencas hidrográficas. Ha trabajado en entidades como el IDEAM, INVEMAR, la Unidad Nacional de Gestión de Riesgos y Desastres, Conservación Internacional, el PNUD, entre otras.
¿Cómo está preparándose Colombia para la Gestión Integral del Recurso Hídrico?
Usualmente, cuando hablamos del agua en Colombia, nos limitamos a ser reactivos. Cuando nos inundamos, por ejemplo, buscamos el motivo de la inundación, y cuando estamos secos, buscamos los motivos de la sequía, pero, de resto, parece que se olvidara el tema.
Colombia cuenta con una Política Nacional de Gestión Integral del Recurso Hídrico, que justamente nace bajo esa necesidad que mencionamos: las inundaciones causadas por el fenómeno de La Niña en 2010 y 2011 y la importancia de pasar de la respuesta en caliente a la gestión y la planificación. Desde hace un tiempo viene dándose una discusión que busca pasar de entender el agua como un recurso como cualquier otro, como la luz, por ejemplo, y entenderla como algo más, como un actor en un país cuya riqueza es el agua. Para esa época se estaban haciendo algunos esfuerzos indiscriminados en torno al cuidado del recurso, pero no había una política que diera realmente un direccionamiento. De ahí emana esta política que tiene un horizonte de tiempo del 2010 al 2022.
¿En qué consiste esta Política Nacional de Gestión Integral del Recurso Hídrico?
Esta política está basada en seis objetivos muy importantes. Primero está el objetivo de la oferta, cuyo propósito es conservar los ecosistemas y los procesos hidrológicos de los que depende la oferta de agua en el país. Para eso tenemos que preguntarnos ¿de dónde sale el agua? No es de la llave. Es de los páramos, del bosque altoandino, de los acuíferos, y el primer objetivo es conservarlos.
El segundo objetivo está centrado en la demanda: cómo podemos optimizar la oferta de agua que hay en el país. El tercero se enfoca en la calidad de agua, y tiene como fin mejorar la calidad del recurso hídrico y minimizar la contaminación.
Hay un cuarto objetivo que tiene que ver con el riesgo, pero asociado a lo vulnerables que somos como país tropical ante los efectos de la variabilidad climática, así como a las repercusiones en la oferta de agua y su disponibilidad en el país. Podemos tener mucha agua, pero a veces la calidad es insuficiente, por lo que no está disponible para el consumo. Yo puedo vivir al frente del río Bogotá, pero eso no significa que pueda tomar esa agua para riego o consumo. Hay un riesgo asociado a eso.
El quinto objetivo tiene que ver con el fortalecimiento institucional, en particular, de todo el Sistema Nacional Ambiental (SINA), incluidas las corporaciones autónomas, los institutos de investigación, etc. Y, por último, está también un tema muy importante que es la gobernabilidad, que no consiste solo en consolidar esta política en los territorios a través de las autoridades ambientales, sino de entender que el agua es transversal a todo proceso, y que requiere de participación sectorial, de autoridades ambientales, autoridades municipales, academia y la población.
No quisiera dejar de lado que el plan de acción para ejecutar estos objetivos, que se llama el Plan Hídrico Nacional, se concibió en 2010 para ser ejecutado en tres fases (2010-2014, 2014-2018, 2018-2022), y se ha venido evaluando con el fin de ajustar los programas, de ser más efectivos, de mejorar la implementación en territorio, de conocer las victorias, pero también lo que no ha sido tan bueno para ajustarlo.
Uno de los aspectos clave que mencionaba tiene que ver con la gobernanza del agua. El agua es un eje articulador en Colombia. Las poblaciones están ubicadas a lo largo de los ríos, son alimento, son medios de transporte, son fuente económica, pero también son objeto de grandes presiones de diversos actores. ¿Cómo impulsar una buena gobernanza para gestionar de mejor manera el agua en Colombia?
Uno de los aspectos que hemos evidenciado es la necesidad de articular y relacionarnos con otros ministerios, con autoridades territoriales, con la academia, institutos de investigación y demás actores involucrados. Particularmente, tenemos una instancia de coordinación muy importante en el país, que es el Consejo Nacional del Agua, del que hacen parte el Minvivienda, Minagricultura, Minsalud, Minminas, Minambiente, el Departamento Nacional de Planeación, y hay un invitado permanente, que es el IDEAM. Allí quisimos llevar todos los programas que tenemos y ver cómo los otros sectores se pueden articular a ese Plan Hídrico Nacional.
Pero para nadie es un secreto tampoco que, si no hay participación, educación, una gestión del conocimiento y un manejo de conflictos, esos esfuerzos se van a quedar en el papel. Y a eso le apuntamos con el Programa de Gobernanza del Agua. Que la gente se cuestione qué están haciendo desde las casas para evitar que se contamine el río, para reducir y manejar los conflictos de la cuenca: que los de arriba de la cuenca nos dejen algo de recurso, que los de la mitad dejemos las calidades que requieren los de más abajo, etc. Esa participación se puede consolidar a través del fortalecimiento de los Consejos de Cuenca, para reducir esas barreras y poder dar garantías del recurso. Que las decisiones no sean solo tomadas por otros.
¿Cuáles cree que podrían ser las acciones fundamentales para pasar del Plan a la acción?
Este es un programa que está relacionado con la educación como base. Las escuelas de formación ambiental son un punto de partida clave. Es necesario saber de dónde viene el agua que usamos en la casa, en el baño, para hacer los alimentos. La respuesta típica es que viene de la llave, pero lo cierto es que, si sabemos que viene de Chingaza, o del río Bogotá, o de un acuífero, será más fácil impulsar el cuidado de ese recurso. También entender para dónde va. Si te bañas, el agua no solo se va por el drenaje, sino que llega a unas tuberías, e idealmente, a unas plantas de tratamiento. Aunque en el país menos del 30% de las aguas recolectadas es tratada, lo que significa que gran parte de las aguas sucias van a parar al río así como las sacamos desde casa o desde nuestras empresas.
¿Cómo podemos cambiar nuestra relación con los ríos?
Somos un país muy rico en recursos naturales y biodiversidad. Esa es nuestra gran riqueza y tenemos que cuidarla. En los últimos años se ha venido dando desde la rama judicial un enfoque de los ríos como sujetos de derechos. No solo los seres humanos tienen derechos, los ríos también. A fluir, a su restauración, a su recuperación. Nosotros, desde la dirección y el Ministerio, estamos viendo estas sentencias qué oportunidades nos traen y qué nos enseñan. Por ejemplo, con el río Atrato y su sentencia como sujeto de derechos hemos aprendido que es la única vía, el único camino que tiene el Chocó biogeográfico. Más que un río, es visto como cultura, como modo de vida y fuente de alimentación. Eso hay que respetarlo. Esa bioculturalidad, que viene también desde los enfoques de la OCDE, antes no se veía, y la política actual ya la está incorporando: incluir esos saberes para entender cómo manejar el agua del país, respetando sus derechos, pero también cumpliendo unos deberes.
Algo clave, que hemos querido manejar, es hacer las paces con los ríos. Les hemos dado la espalda por mucho tiempo, y creo que debemos hacer las paces para, de alguna manera, garantizar su subsistencia, sus derechos -como se le está llamando hoy en día-, pero también esos deberes de la ciudadanía con ellos. Finalmente el agua es vida, y ese saneamiento también nos da una dignidad a nosotros como seres humanos. Se involucra todo.
Teniendo en cuenta lo importante que es el agua y los ríos para nosotros, ¿por qué cree que es importante conmemorar esta fecha?
Nuestra mayor riqueza es el agua, en todas sus presentaciones. Desde lo poquito que nos queda de los glaciares, el hielo, la lluvia, el agua y lo que fluye. Hay día internacional de todo, podemos celebrar el día de la morcilla o de la panela, pero este día del agua es muy importante, porque lo que se logra es la sensibilización de las personas y de las comunidades en torno al recurso hídrico. Así cada persona puede saber qué huella puede dejar en la tierra, en el paso que tenemos momentáneo por ella.
¿Qué viene de aquí en adelante? ¿Cuáles son los problemas más urgentes?
Como he dicho, una de las cosas más importantes es terminar de consolidar una política basada en los territorios socioecológicos. No solamente en los territorios sectoriales, urbanos o naturales, sino todo junto, lo que llamamos bioculturalidad, con la gente, con la biodiversidad. Ese es nuestro gran enfoque y queremos enfocar todos nuestros instrumentos -política, plan de acción, Planes de Ordenamiento y Manejo de Cuenca- en ese sentido para poder organizarnos mejor. La política existe, pero estamos madurando y trabajando desde los territorios para incluir más participación, más cultura.
Entre lo urgente por resolver yo creo que está la educación. Se pueden destinar miles y miles de millones al saneamiento, que en últimas también es muy importante, porque si hay saneamiento nuestros ríos no estuvieran hoy en día como están. Pero, primero que todo, debe mejorarse la educación: los hábitos en el correcto manejo del agua para bajarle presión a la Gestión Integral del Recurso Hídrico, desde el campo, hasta las ciudades y las empresas. Y, en el quehacer, poder intervenir y mejorar la recolección de aguas residuales. No ganamos nada poniendo una planta de tratamiento si no se llega el agua, si las aguas residuales no se llevan a una disposición final. Se necesitan buena planeación de los planes de manejo de acueducto y alcantarillado para tener también un adecuado tratamiento. Aunque, insisto, ese tratamiento podría verse disminuido si tenemos unos buenos hábitos y un buen manejo de los impactos que ocasionamos. Mi responsabilidad como ciudadano, empresario, emprendedor es volver a enviar el agua que me dieron en unas condiciones óptimas.
El tema de saneamiento es un tema complejo y largo, porque requiere muchísimo dinero. Y cada vez es más la demanda que hay en las ciudades, más vertimientos, más gente que llega a las cabeceras municipales, eso se traduce finalmente en vertimientos al río, en presión sobre los ríos. Escuchaba el otro día, y creo, que uno de los mayores indicadores que hay para conocer el estado del río es la salud de sus habitantes ribereños. Si los ríos están bien, ellos están bien, y si está mal, ellos también están mal como el río. Así que ahí vemos cómo todo se relaciona.