Tras el rastro de la fauna silvestre en Bogotá

Durante 137 días fue registrado cómo estas especies sobreviven a diario a las difíciles condiciones ambientales de la ciudad. Mauricio Vélez, director del documental “Vecinos inesperados”, cuenta cómo fue recorrer los páramos, humedales y ríos para conseguirlo.

-Redacción BIBO
23 de enero de 2020 - 02:00 a. m.
Para el documental “Vecinos inesperados” se logaron registrar 32 especies de fauna silvestre que habitan en Bogotá. 
 / Fotos SCRD
Para el documental “Vecinos inesperados” se logaron registrar 32 especies de fauna silvestre que habitan en Bogotá. / Fotos SCRD

Entre los cerros, las montañas, los páramos, los ríos y demás ecosistemas de Bogotá se esconden unos vecinos inesperados, una compañía a la que muy pocas personas están acostumbradas. Se trata de la fauna silvestre que, durante años y por el desarrollo del hombre, se ha tenido que ocultar entre las calles y desplazarse a zonas aledañas.

En la capital del país, en la actualidad, se registran más de 40 especies de fauna silvestre. Pero, ¿cómo han hecho para sobrevivir a diario a las difíciles condiciones ambientales y adaptarse a la vida urbana? Con el objetivo de plasmar las vivencias de los animales, desde hace dos años un grupo de científicos, biólogos, estudiantes de biología, docentes, amantes de la naturaleza y documentalistas recorrieron los páramos de Sumapaz y Las Moyas, las calles de Ciudad Bolívar, los cerros orientales, Monserrate y diferentes parques, como el Simón Bolívar y el de Los Novios.

La historia de las 30 especies que se lograron registrar son contadas en el documental Vecinos inesperados, dirigido por Mauricio Vélez, y se podrán ver de manera gratuita hasta el jueves 30 de enero en la Cinemateca de Bogotá. En entrevista, Vélez cuenta cómo fue el proceso de rodaje, cuáles son esas especies que descubrieron durante la investigación y cómo fue el proceso para escoger las locaciones.

Empezó con una investigación que se hizo durante aproximadamente 15 meses, que estuvieron dedicados a identificar cuáles serían los personajes del documental, quiénes serían esos vecinos inesperados que nos acompañan en Bogotá y aprender un poco sobre su historia natural, qué hacen durante el día, cuáles son sus hábitos, qué comen y a qué le huyen. Todos estos datos nos sirvieron para entender qué era lo que podíamos contar de esos animales. Además, el estudio nos sirvió para enfocar dónde, cómo y cuándo se tendrían que grabar esos comportamientos. Una vez se tuvo toda la información, se pasó a una etapa en la que hicimos una exploración en algunas locaciones, basadas en lo que dice el guion, y se comenzó el proceso de rodaje. Fueron 137 días para captar todas las secuencias.

Fueron dos años de investigación. ¿Qué descubrieron durante esa fase?

Encontramos una cantidad de especies y de animales que no esperábamos, sobre todo en los cerros. Allí se encuentra el pulmón de Bogotá y ojalá lo cuidemos porque descubrimos animales que habitan allí, que bajan a Bogotá y son parte de todo ese circuito hídrico. Hallamos que a la ciudad llegan águilas pescadoras a cazar en los humedales, que hay unos búhos que lo hacen de noche y que los zorros que habitan los cerros llegan en la noche a las calles para alimentarse. También vimos cusumbus. Realmente hay un despertar maravilloso, de salir un poco de mi ignorancia y poder ver que Bogotá está llena de animales que no les paramos muchas bolas.

El equipo de investigación contó con científicos, biólogos y estudiantes de diferentes universidades. ¿Cómo fue el apoyo de ese equipo y la búsqueda de información?

En total somos 169 personas detrás de este trabajo. Tuvimos a la comunidad científica, estudiantes de biología, docentes y aquellos amantes de la naturaleza. Entre las universidades con las que tuvimos contacto para conocer mejor las especies que llegaron a la pantalla fueron la Facultad de Biología de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, la Nacional, El Bosque y los Andes.

¿Por qué “Vecinos inesperados” es un proyecto fundamental de cultura ciudadana?

Porque busca maravillar y sorprender a los bogotanos sobre el hecho de que convivimos con una variedad enorme de animales, para quienes somos vecinos inesperados. Estas especies han habitado Bogotá desde siempre y somos los humanos los que llegamos a su espacio y a compartirlo, de alguna manera. Este trabajo es un llamado para que queramos esa fauna. Parto de un principio, y es que uno no cuida lo que no quiere y no quiere lo que no conoce, por eso buscamos visibilizar esas historias para que las personas comiencen a adoptar hábitos que sean determinantes en el cuidado de estos animales.

De las grabaciones, ¿le quedó alguna anécdota?

Una de las anécdotas lindas para mí tuvo que ver con haber descubierto los zorros, que es uno de mis personajes favoritos. Cuando uno de los investigadores nos comentó que existían zorros que bajaban de los cerros en busca de comida en Bogotá, me pareció que era maravilloso, pero fue muy complicado lograr la escena, porque son animales ariscos, esquivos. Grabarlos implicó esperar durante toda una semana y, para lograr unas tomas muy particulares, estuvimos esperándolos desde las 7 de la noche hasta las 4 de la mañana. Sin embargo, fue maravilloso el estar ahí esperando y verlos aparecer uno a uno. Es difícil creer que estén llegando a las calles de Bogotá en busca de comida. El rodaje de la secuencia del zorro me fascinó.

Las locaciones se escogieron, por supuesto, a partir de la investigación. Queríamos plasmar esas especies que son capaces de generar afecto, simpatizar, sorprender, de maravillar al espectador y, con base en eso, elegimos las locaciones en donde identificamos animales que de alguna manera cumplieran con esos propósitos. Los cerros son una locación importante, al igual que algunos parques, como el Simón Bolívar y el de Los Novios. También trabajamos en el páramo de Sumapaz, en las calles, terrazas de apartamentos, jardines y los lugares en donde los humanos, de alguna manera, generaron una relación con algún animal.

Dice algo muy valioso, y es que los humanos fuimos los que invadimos los espacios de las especies. ¿A qué se debió el nombre de “Vecinos inesperados”?

Es un juego de palabras. Vecinos se refiere a la relación de vecindad que existe entre los ciudadanos humanos y los ciudadanos animales que convivimos, que compartimos y que cohabitamos en Bogotá. Sugiere una relación de respeto y tolerancia. Inesperados porque somos los que llegamos a invadir a los animales y desconocemos su historia. De hecho, antes del documental, la Alcaldía hizo una encuesta y encontró que cerca del 80 % no tiene idea que en la ciudad hay fauna silvestre y aquellos que la conocen no son capaces de nombrar más de dos especies. Los espectadores se van a sorprender al descubrir que hay vecinos que prácticamente viven bajo nuestras narices, en nuestras terrazas, nuestras casas, nuestros jardines.

¿Cuáles son esos animales que ni sospechamos viven entre nosotros?

Le prestamos mucha atención a los insectos, porque son responsables de la polinización y base de la cadena alimenticia. Tenemos escenas fantásticas con la mariposa de la col, con la araña cangrejo, con libélulas, colibríes chillones, zambullidores, alcaravanes, con diferentes aves migratorias como el águila pescadora e incluso con curíes. Cuando uno nombra a estas especies piensa “qué me van a contar de estos bichitos, qué me puede sorprender”. Pero al verlos realmente uno se sorprende. Por ejemplo, con el camaleón andino, que es una lagartija que vive en los cerros, logramos filmar una toma de amor increíble; además conseguimos una escena corta con el oso andino, con el puma que vive en las zonas más lejanas del páramo de Sumapaz, con un zorro perro, con el venado de cola blanca, el águila real, el tingua de pico verde y los patinadores de agua. Hay una escena hermosa con un animalito chiquitito que se llama el cucarrón de agua, que se inventó el buceo antes de que los humanos lo hubiéramos hecho, porque atrapa una burbuja de aire para poderse sumergir y cazar dentro del agua. La burbuja le permite permanecer minutos bajo el agua cazando. Son 32 especies, incluidos los humanos.

¿Cómo describir esa fauna silvestre de Bogotá que muchos aún desconocen?

La palabra que durante mucho tiempo busqué para describirla es precisamente inesperada. Nadie espera que estas especies sean nuestros vecinos, que habitan en Bogotá y que lo hagan de una manera que les ha permitido prosperar a pesar de toda la adversidad que enfrentan.

¿En qué partes de Bogotá hay más biodiversidad?

Es una pregunta muy técnica, pero me atrevería a decir que la parte que debemos cuidar especialmente son los cerros. Son el pulmón de la ciudad, albergan una variedad enorme de plantas, de animales y es la fuente de nuestra agua.

¿Cuál es ese mensaje o reflexión que quiso dar con el documental?

Es una invitación a generar afecto hacia los animales, tolerancia y respeto para crear conciencia sobre la importancia de aprender a convivir, a cuidarlos y a valorarlos. Buscamos sensibilizar sobre la necesidad de mejorar la calidad de nuestro ambiente, de cuidarlo, de conservarlo y de compartir nuestra ciudad con los animales con los que habitamos.

Por -Redacción BIBO

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