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Un proyecto para recuperar la macrocuenca Magdalena-Cauca

Las cuencas de los ríos Magdalena y Cauca son el corazón económico, social y ambiental de Colombia. Durante años han sido el eje de desarrollo de la nación y, por esto mismo, han sufrido un gran deterioro ambiental. Una mirada ecohidrológica, con el apoyo de la ciencia, la tecnología y las comunidades locales, es clave para su recuperación.

Redacción BIBO
24 de diciembre de 2020 - 02:00 a. m.
Un proyecto para recuperar la macrocuenca Magdalena-Cauca

Tal vez no exista algún colombiano que no haya escuchado hablar del río Magdalena. Su majestuosidad, contada desde el siglo XVI por conquistadores y cronistas; y su extensión, con más de 1.500 kilómetros que atraviesan el país desde su nacimiento, en el páramo de las Papas, hasta su desembocadura en el mar Caribe, lo han convertido en uno de los escenarios más representativos de la historia de Colombia.

Conocido como la arteria fluvial más importante del país, este río ha sido la principal ruta de acceso para la ocupación y el desarrollo de la nación. Si alejamos la mirada un poco y observamos su cuenca en conjunto con la del río Cauca, estaremos viendo el principal eje socioambiental de Colombia: una macrocuenca de 273.459 km² que atraviesa y conecta 728 municipios, albergando el 77 % de la población del país; en donde se produce cerca del 85 % del Producto Interno Bruto (PIB), el 75 % de la energía hidráulica, el 70 % de la producción agrícola y el 50 % de la pesca continental.

Sin embargo, su importancia económica también ha generado un significativo deterioro ambiental. Impactos y amenazas, provenientes principalmente de la presión constante de los humanos, han traído como resultado la pérdida del 77 % de su cobertura terrestre natural. En los últimos treinta años, las pesquerías también han caído un 50 %, pasando de 81.653 toneladas por año a 39.000. La contaminación del agua aumenta, y la variabilidad climática amenaza cada vez con más fuerza.

“Estos dos grandes ríos son el principal eje social y ambiental de Colombia”, asegura Clara Solano, directora de la Fundación Natura. “Toda esta historia de transformación de un territorio tan complejo, diverso y heterogéneo como este ha llevado a un significativo deterioro ambiental. Por lo que, desde hace seis años, diversas organizaciones como el Ministerio de Ambiente, el IDEAM, Cormagdalena, el Fondo de Adaptación y el Banco Interamericano de Desarrollo, entre otras, nos planteamos la necesidad de un proyecto que abordara de manera integral y en múltiples niveles los problemas que está viviendo la macrocuenca”.

Como resultado, desde 2016 nació el proyecto “Magdalena-Cauca Vive”, financiado por el Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF por su sigla en inglés), implementado a través del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y ejecutado por la Fundación Natura, que se ha puesto en la tarea de impulsar la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad en la macrocuenca, a través de acciones como la protección de hábitats prioritarios, la mejora de la salud de los ecosistemas y el fortalecimiento de la gobernanza y las capacidades locales de sus pobladores.

“Reconocer que se necesita actuar para mantener al río con salud, vital, con capacidad de autorregulación y autorrecuperación es tan solo el primer paso”, señala Solano. Al ser un territorio tan amplio, con problemas de diverso se, se hizo necesario promover distintas intervenciones.

Conservación de Áreas Prioritarias

“Tras un análisis juicioso, que se hizo antes de iniciar el proyecto, se identificaron áreas que eran claves para los ríos, porque son como los órganos vitales que permiten que estos sigan palpitando”, asegura la directora de la Fundación Natura, quien explica que los ecosistemas y la biodiversidad asociada a los ecosistemas de agua dulce suelen estar subrepresentados en el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP). Solo el 4,7 % del área total de los ecosistemas dulceacuícolas se encuentran protegidos.

“A pesar de que los llamados internacionales y las agendas globales están enfocados con gran urgencia en la protección de los bosques secos y los sistemas de humedales (dos de los principales ecosistemas que componen la macrocuenca Magdalena-Cauca), aún tienen muy poca representación en nuestro SINAP”. Por eso, el proyecto le dio gran relevancia al componente de la declaración de nuevas Áreas Protegidas Regionales (APR), especialmente de zonas de humedales de tierras bajas de la macrocuenca, que son las que están con mayor desprotección, para mejorar la representatividad e integridad de los ecosistemas de agua dulce en la cuenca.

Por medio del fortalecimiento de las Corporaciones Autónomas Regionales como Cornare, Corantioquia, Corpamag, CVS y Corpocesar, se han hecho aportes muy importantes en este sentido. En palabras de Solano, “actualmente tenemos cinco nuevas áreas protegidas declaradas, que suman un poco más de 200.000 nuevas hectáreas para nuestro SINAP. Todas de gran importancia, pero especialmente una, que es el complejo cenagoso de Zapatosa”. Este es el complejo de agua dulce más grande de Colombia y, hasta ahora, no tenía ningún nivel de conservación. Tras su declaración con el proyecto, fue connotado por el Programa Hidrológico Intergubernamental de la Unesco como uno de los 27 sitios demostrativos del mundo, como ejemplo para replicar en otros lugares.

Otra de las declaraciones insignia del proyecto es el DRMI de Bosques, Mármoles y Pantágoras, lograda con la Corporación Autónoma Regional de las Cuencas de los Ríos Negro y Nare (Cornare). “La declaración de este DRMI a mí me transforma y me llena de alegría”, asegura Solano, “porque es la primera área protegida que destaca elementos geológicos y la riqueza del suelo como objetivo clave de su conservación”.

En esta zona hay un corredor kárstico, poco común en el territorio colombiano, con condiciones muy especiales en el subsuelo. “Esta zona del río Claro, además de tener una riqueza en biodiversidad desbordante, también tiene riqueza hídrica, de servicios ecosistémicos y, además, esta riqueza única que le da estar en un sitio geológico como este, de cuyo suelo sale la cal y se produce el cemento de construcción. Además, esta zona también tiene una gran importancia arqueológica, ya que posee pictogramas y expresiones indígenas maravillosas en gran cantidad de cuevas de la zona”, asegura Solano.

Sin embargo, más allá de hacer declaraciones en el papel, el proyecto tiene clara la necesidad de impulsar acciones concretas, como los Planes de Manejo en las áreas protegidas. Se tiene previsto que, al finalizar el proyecto, se hayan apoyado acciones de implementación de los Planes de Manejo en nueve Áreas de Protección Regional en jurisdicción de las siete corporaciones con las que actualmente se trabaja.

Mejorar la salud de los ecosistemas

Sumado al aumento de la representatividad de ecosistemas dulceacuícolas en el SINAP, el proyecto ha avanzado también en acciones socio-ambientales relacionadas con restauración de áreas de bosque seco y del recurso pesquero, vinculadas con ecosistemas acuáticos de alta importancia para el país como son la Ciénaga de Ayapel, Barbacoas y Zapatosa. En estos ecosistemas se ha avanzado en un mínimo de 300 hectáreas restauradas bajo acuerdos de conservación con las comunidades locales.

“No podíamos imaginarnos un proyecto que no tuviera una intervención muy fuerte en lo local”, comenta Clara Solano. Los acuerdos con las corporaciones fueron una parte importante para producir y generar información y capacidades que son necesarias para que los avances se mantengan en el tiempo; pero también es fundamental la labor con los habitantes del territorio. “Empezamos a trabajar con diferentes grupos que están asentados muy cerca de los núcleos de trabajo de las áreas protegidas, especialmente pescadores, en temas de ordenamiento de la pesca y generación de acuerdos, de capacidades”, señala la Fundación Natura. En esa búsqueda, se encontraron con otros procesos organizativos que venían trabajando desde antes, entre los que se encontraban grupos de mujeres, colectivos de pescadoras, de personas mayores, grupos para la conservación del manatí y de restauración de zonas degradadas, entre otros, que, gracias a una alianza con el PNUD, se pudieron fortalecer para desarrollar acciones de protección .

“Yo creo que esa decisión fue muy acertada, porque es a través de ellos que ahora estamos empezando a implementar los planes de manejo y las estrategias de pesca para el mantenimiento de la biodiversidad. La gente empoderada, con información, que tome decisiones diferentes, que sepa hacer veedurías y tenga la capacidad de fortalecer sus procesos organizativos será la semilla para tener mejores posibilidades en el futuro”, asegura Solano.

Pero hay otro pilar que también es fundamental para la protección de la salud de estos ecosistemas: la producción de ciencia e información con un cambio en la visión de los ríos. En este aspecto, el IDEAM ha sido la mano derecha del proyecto. “Era necesario propiciar una visión ecohidrólógica de la macrocuenca Magdalena-Cauca”, asegura Ómar Vargas, subdirector de hidrología del IDEAM. “Normalmente, las investigaciones de agua están en dos campos de la ciencia: la biología y la hidrología. Con la ecohidrología lo que se busca es que se puedan responder preguntas integrales que tengan en cuenta todo el ecosistema y que se reflejen finalmente en la salud de estos”, explica.

En sus palabras, cuando se deja de ver el río como un canal por donde se mueve una cantidad de personas, que recibe desechos y lleva agua de un lado a otro, y comienza a verse en toda su integralidad, entendiendo que hay espacios que deben respetarse para sus dinámicas y sus pulsos, pero también para las subiendas y la reproducción de diferentes especies, así como una interconexión con lagunas y ciénagas que no pueden romperse, “entonces se empieza a tener una visión diferente de cómo conservar este importante espacio natural”. Es cierto, asegura, que ha habido desarrollo en el río Magdalena, pero también es cierto que no ha habido desarrollo del río Magdalena y sus ecosistemas. “Lo que hemos hecho es intervenir todos esos espacios. Con estos nuevos enfoques se pueden tener estrategias de conservación, protección y recuperación de espacios y especies, pero también teniendo un acervo de conocimiento nuevo sobre las dinámicas y las relaciones que nos ayudan a prevenir y mitigar riesgos”, enfatiza.

En el marco del proyecto se han generado ya tres modelos ecohidrológicos para las ciénagas de Ayapel y Zapatosa (Bajo Magdalena-Cauca) y la cuenca del río La Vieja (Alto Cauca). “Con la implementación por primera vez de este enfoque, futuros proyectos podrán implementar una gestión integral, con visión ecosistémica, del recurso hídrico. Sobre todo, en zonas del país donde tengamos necesidades de protección, conservación o recuperación de ecosistemas”, concluye Vargas. Nuevos aportes técnicos y científicos

Además del aporte de la nueva red de áreas protegidas y del desarrollo del primer piloto en Colombia de modelación ecohidrológica, el proyecto ha dejado ganancias valiosas en la formación de personas, funcionarios e instituciones de la mano de los equipos de expertos de la Fundación Natura y el IDEAM.

También ha dejado nuevas estaciones de monitoreo. Estos desarrollos técnicos fortalecen el Sistema de Información Ambiental de Colombia (SIAC) y el Sistema de Información del Recurso Hídrico, al que se le aporta nueva información para la evaluación del estado de los ecosistemas dulceacuícolas en el país y su biodiversidad asociada.

“No es solo ciencia por ciencia”, afirma la bióloga. “Cuando hablamos de modelamiento, de entender cómo son esos flujos de agua en los ríos, de cómo se llenan o se vacían los humedales, estamos hablando de riesgos, de inundación, de sequía, en últimas, de la salud de los ríos y de cómo podemos prevenir riesgos a partir de un monitoreo constante”. Hay retos que siguen latentes. Uno de ellos es que el país ponga sus ojos en los humedales y los ecosistemas de agua dulce, así como los pone en la deforestación. “¿Alguna vez nos hemos imaginado el río Magdalena como el río Bogotá?”, se pregunta Solano. “O frenamos el proceso de deterioro y empezamos a convertir el río en uno de oportunidades y no en uno de degradación, o podemos llegar allá”, advierte.

Por Redacción BIBO

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ERWIN(18151)24 de diciembre de 2020 - 12:22 p. m.
ojala ... tenemos rios,los dos oceanos y no existe una veraddera politica de explotacion ... los precios tan altos de los pecves y mariscos ..,. parece que fueran importados ... los gobiernos de la capital no les interesa y los gobernantes locales ,de las costas ,estan preocupados es,en que van a robar
Hernando(24765)24 de diciembre de 2020 - 11:05 a. m.
Sumamente importante. Ojalá no se quede en mero bla bla
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