Peligran los páramos

MÁS DE LA MITAD DE LOS COlombianos tenemos una relación diaria con los páramos: consumimos agua que proviene de estos lugares.

El Espectador
19 de junio de 2009 - 11:00 p. m.

Los ecosistemas naturales del páramo son importantes, no sólo por su valor ecológico, sino también porque contribuyen a cimentar procesos económicos y sociales. En términos ecológicos, constituyen ecosistemas únicos pues sólo existen en Venezuela, Colombia y Ecuador. En términos sociales, son un patrimonio cultural de gran significado histórico. Su relevancia mayor e inmediata se deriva de su rol regulador en las cuencas abastecedoras de los acueductos que suministran agua para consumo humano y otros usos. Los páramos, como “fábricas de agua”, no son propiamente productores de agua; su función, si están bien conservados, es la de regular el flujo y la calidad del agua que de ellos desciende.

La vegetación de los ecosistemas naturales del páramo, los musgos, los matorrales de vegetación arbustiva y los frailejones, asociados con un suelo orgánico y esponjado, forman un sistema retenedor de agua, conocido como “colchones de agua”, de donde fluyen múltiples quebradas de gran importancia en las épocas secas. Esta maravillosa estructura natural de los ecosistemas de páramo se ha ido transformando y degradando aceleradamente en los últimos 50 años debido a la agricultura, la ganadería y la minería.

El ciclo agropecuario del páramo se inicia cuando se quema la vegetación nativa, se ara y se siembra papa; luego se da paso a la ganadería extensiva por los siguientes 10 ó 15 años, y se reinicia el ciclo con una nueva siembra de papa. El uso agropecuario predomina en las tierras de páramo en Colombia. La destrucción de la capa vegetal y del humus, así como la utilización de pesticidas, reducen la capacidad de retención de agua y la calidad de ésta. En la minería, la intervención es más puntual y cubre menos superficie, pero es más radical, pues destruye los atributos naturales de los ecosistemas, volviendo muy costosa o imposible su recuperación.

En Colombia, la mayoría de los páramos están habitados y, con excepción de los parques nacionales, en todos ellos se realiza algún tipo de actividad agropecuaria o minera. Los grandes beneficiarios de la explotación del páramo no son sus habitantes sino los productores de papa, que alquilan la tierra y deambulan por todos los páramos del país en busca de nuevos terrenos, y los mineros, que establecen procesos extractivos con graves impactos ambientales. Papa y minería destruyen ecosistemas y suelos.

Si queremos conservar los páramos y los servicios ambientales asociados al agua que se consume en las zonas bajas, debemos compensar de alguna manera a los habitantes del páramo, pues los beneficios de la conservación de los páramos son para terceros y no para quienes los habitan. No podemos pretender que el habitante del páramo piense globalmente y sufra localmente.

La conservación del páramo depende de una clara y efectiva política estatal y de la gestión de los habitantes de las ciudades. El Gobierno Nacional parece dar la espalda a la urgente necesidad de conservar los ecosistemas naturales en los páramos. La reciente aprobación del Código de Minas en el Congreso confirma que la expedición de licencias mineras en los páramos está prohibida. Pero las herramientas jurídicas, incluidas las anteriores a este nuevo código, deben aplicarse con rigor y complementarse con una estrategia de pago por servicios ambientales que incentive la conservación de estos ecosistemas, sin cargar negativamente su costo a los habitantes del páramo. Es necesario que el Gobierno asuma su responsabilidad y lidere este importante proceso de recuperación y conservación, más cuando con el calentamiento global las cosas se hacen más difíciles, pues los glaciares tropicales están desapareciendo y el papel de los páramos como regulador hídrico toma aún mayor relevancia.

Por El Espectador

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