BMW fue el primer grupo industrial alemán en desenterrar uno de los capítulos más dolorosos de su historia y someterlo al escrutinio público: prisioneros de los campos de concentración y convictos fueron llevados durante la II Guerra Mundial a instalaciones de producción operadas por la empresa.
Un suceso del que no sólo ha asumido su responsabilidad, sino que ha intentado resarcir a través de iniciativas como la Fundación Recuerdo, Responsabilidad, Futuro, creada para compensar a quienes padecieron los trabajos forzados. Una muestra del espíritu de esta marca germana que siempre va un paso adelante.
Su historia comenzó con la producción de motores de avión. Fue la primera compañía en equipar turbocargadores para que las aeronaves Messerschmitt, Stuka y Junker tuvieran un techo más alto. Más adelante, mientras otros fabricantes aún trabajaban en la geometría de la bicicleta, diseñó la R 32, la primera moto alimentada por un motor Bóxer de dos cilindros, con caja de cambios manual atornillada al motor y transmisión a lo largo de un eje en lugar de una cadena o banda.
En 1928 comenzó a fabricar vehículos pequeños. El primer gran salto vendría con el 303, que se diferenció de sus competidores por el contorno de la cubierta del radiador, una rejilla en forma de riñón que hasta hoy sigue siendo uno de sus distintivos. Después de la II Guerra Mundial de cierta forma tendría que reinventarse.
Andrés Fuse, gerente de Autogermana, representante de la marca en Colombia, asegura que “esa capacidad de reinventarse, de resilencia frente a la adversidad y de sorprender es lo que ha mantenido vivo a BMW durante estos 100 años y lo que lo proyectará por lo menos otro siglo”.
La marca comenzó a pisar el acelerador con el BMW 326, alimentado por un motor de seis cilindros de 50 HP, del que se vendieron 16 mil unidades. Luego vendría el encantador Isetta, diseñado sólo para dos ocupantes y del que se comercializarían por lo menos 160.000 vehículos.
Sus éxitos seguirían con modelos como el BMW 1500, el primer New Class; la Touring Enduro BMW R 80 G/S y la X5. Al igual que todas las grandes compañías del sector, no pudo resistirse a incursionar en el emocionante mundo de las carreras.
Establecer récords nacionales e internacionales era otra manera de demostrar sus avances tecnológicos, de impresionar a los aficionados del automovilismo con el rendimiento de los nuevos modelos. En 1982 llegó a la Fórmula 1 como proveedor de motores, de la mano de su socio Brabham.
Aunque no es fácil resumir los grandes aciertos de la compañía a lo largo de este primer siglo de vida, Fuse destaca desarrollos como BMW Motorrad, las primeras motos de turismo equipadas con cilindrada de más de 500 cc y la creación del segmento sedán deportivo prémium con el Serie 3, hasta hoy el más vendido de la marca en todo el mundo.
En 2013 volvió a estar un paso adelante con el diseño de una forma de movilidad independiente de los combustibles fósiles y libre de emisiones: el i3. Un carro prémium eléctrico, que combina un chasis de aluminio con una celda de pasajeros hecha de polímeros reforzado con fibra de carbono, al que se sumó un hermano hídrido, el i8. Ambos pensados en la movilidad individual del futuro.
“Es la única marca del mercado, concluye Fuse, en comercializar vehículos 100 % eléctricos no como adaptación de algún modelo en producción, sino como el producto de una ‘hoja en blanco’, diseñado con un concepto de sostenibilidad que incluye los proveedores, la fábrica y la comercialización”. Seguir por esa ruta de la innovación, sin olvidar la deportividad y la esencia del placer de conducir, marcará su marcha durante los próximos años.