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Daytona: Una de 36

Juan Pablo Montoya quería arrancar la temporada con una victoria y creía tener auto para lograrlo, pero en la pista todo fue diferente. Un comienzo difícil, pero no definitivo.

Diego Fernando Mejía, Daytona, E.U.
22 de febrero de 2008 - 06:07 p. m.

El pasado domingo 17 de febrero, horas antes de arrancar la temporada 2008 de la Copa Sprint de Nascar, Juan Pablo Montoya se veía tenso. Esa actitud en él suele ser una buena señal para sus seguidores, pues deja ver que su piloto tiene en su mente la posibilidad clara de un buen resultado.

Que un piloto esté nervioso antes de una carrera es apenas normal, pero cuando Montoya frunce el ceño, es porque está en modo de ataque, está plenamente concentrado y sabe que tiene el auto para poder dar la pelea al frente. Así se veía antes de las 500 millas de Daytona.

Antes de haberse subido a su auto para correr la versión 50 aniversario de la más célebre competencia de la Nascar, Montoya había acumulado muchas vueltas al óvalo de 2.5 millas, pues desde la segunda semana de este año ha estado prácticamente internado allí, donde su casa rodante se ha convertido en su verdadera morada.

Para ninguna otra carrera del año se hace tanta preparación y rodaje previo como para esta primera cita, que equivale al Gran Premio de Mónaco de la Fórmula Uno. Es la carrera que todos quieren ganar y Juan Pablo Montoya tenía la firme convicción de que podía allí obtener su primer triunfo en óvalo en la Nascar.

Tan grande como este previo fue entonces la decepción del colombiano y su equipo al cruzar la meta en el puesto 32 como el último auto en la misma vuelta del ganador Ryan Newman. El vehículo 42 nunca estuvo a la altura de los mejores en las 200 vueltas de carrera y cuando ondeó la bandera a cuadros, ni Montoya, ni su jefe de mecánicos, Donnie Wingo, ni nadie dentro de la organización Ganassi tenía una respuesta a la pregunta de todos. ¿Qué pasó?

El buen balance del auto se evaporó, los caballos de potencia no galoparon y como consecuencia, Montoya se quedó sin socios, sin amigos en la pista, en una competencia en la que tenerlos es absolutamente necesario, como lo probó el auto ganador que pasó la meta con el de su coequipero pegado a su bómper trasero, formando un tren que no pudo detener nadie, incluida la armada del equipo Joe Gibbs que había liderado más de la mitad de las 199 vueltas anteriores. Así de importante es el trabajo en conjunto en Daytona, algo que para Montoya fue imposible obtener.

El auto 42 se veía nervioso entrando a las curvas y cuando apareció en el grupo de punta sobre el final, tras quedarse en la pista cuando casi todos sus rivales entraron a pits, le costaba a Montoya mantenerse en contacto con los mejores, aun con el pie derecho a fondo. Para hacer las cosas más difíciles, cuando trabajaron con él, terminó tocando por detrás el auto de Clint Bowyer. Después de eso fue segundo, pero no llegaría más adelante, pues en el siguiente reinicio lo pasaron por un lado y otro, hundiéndolo en el pelotón. Un contacto posterior lo hizo visitar los pits fuera de lo planeado y lo relegó aún más.

Preocupa el no tener en principio una razón clara para no haber rendido y más cuando otro auto de Ganassi, el de Reed Sorenson, fuera protagonista toda la semana en Daytona y terminara la carrera quinto. Los autos Dodge Charger, como el de Montoya, acapararon de hecho seis de las ocho primeras posiciones. Luego el problema, cualquiera que sea, radicó sin duda en el garaje del equipo número 42. Hubo nerviosismo antes de la carrera por el motor de Montoya y se hicieron algunos cambios de carburación antes de la carrera. Eso pudo haber tenido algo que ver con la debacle, pero no hay total certeza al respecto al día de hoy.

Pero por más triste que resulte todo lo anterior, no hay que decir que la temporada está perdida para Montoya, ni mucho menos. Las 500 millas de Daytona son una carrera con un altísimo grado de especialidad, relativo al resto de la temporada. Solamente en cuatro de los 36 fines de semana de competencias se corre en pistas como ésta, en la que se usa un restrictor en el motor para limitar la potencia y velocidad y en la que se rueda en grupo y se necesita tener amigos para trabajar y llegar al frente. En pocas palabras, lo que pase en las 500 millas de Daytona no es estrictamente la norma de lo que se va a ver durante la temporada.

Eso no quiere decir que no haya trabajo por hacer. Lo hay y mucho. La empatía técnica entre Montoya y su entorno técnico no se da aún de forma constante y probablemente haya que plantearse posibles cambios en su grupo de trabajo. Carreras como California, Las Vegas y Bristol darán en conjunto una visión más clara del verdadero status quo en este inicio de temporada y de si los cambios son o no imprescindibles. En 2008, el aprendizaje continúa para Montoya.

Por Diego Fernando Mejía, Daytona, E.U.

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