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Disputa entre italianos

Debido a una discusión entre el entonces fabricante de tractores y el fundador de Ferrari, nació una de las marcas más prestigiosas del mundo, que este año cumple su 50° aniversario.

El Espectador
25 de enero de 2013 - 09:21 p. m.
El Lamborghini Miura fue el primer modelo que catapultó  a la marca.
El Lamborghini Miura fue el primer modelo que catapultó a la marca.

El altercado, que ocurrió en Italia, fue el comienzo de todo. En él estaban involucrados dos colosos de los autos deportivos, Ferruccio Lamborghini y Enzo Ferrari.

El primero era un exitoso y distinguido constructor de tractores, además de  un apasionado de  la velocidad, por lo que tenía en su colección de carros cuatro Ferraris, una marca que para la época era la sensación en el sector automotor. 

Uno de los modelos de Ferruccio Lamborghini, el Ferrari 250 GTB, presentaba fallas en el embrague. Cansado de llevarlo a distintos talleres de Bolonia sin encontrar soluciones, le ordenó a uno de sus mecánicos que desarmara el auto y se encontró con la sorpresa de que varias piezas eran las mismas que él utilizaba en sus tractores, pero comercializadas a  precios mucho mayores  por tratarse de  un carro deportivo.

Indignado y enfurecido llamó a Enzo Ferrari. La anécdota de lo que hablaron quedó consignada en sus biografías:   “Llamé a Enzo para decirle que sus coches eran pura basura. Y me contestó que un fabricante de tractores no podía entender sus autos”. A partir de esa acalorada discusión el empresario de tractores decidió incursionar en el campo de los carros deportivos para competir con la marca del Cavallino Rampante, como se conoce a la marca de Enzo Ferrari.

Para eso contrató al ingeniero de motores Giotto Bizzarrini, quien había diseñado varios prototipos para Ferrari, y a esa aventura de crear automóviles se unieron los jóvenes Giampaolo Dallara y Giampaolo Stanzani. Con ese equipo, Ferruccio Lamborghini fundó la empresa  Automobili Lamborghini Holding S.p.A., que años más tarde se convertiría en ícono de la velocidad, el lujo y la modernidad.

En noviembre de 1963, en la Feria del Auto de Turín, Lamborghini presentó el primer modelo de la marca, el 350 GTV, que llegaba a los 240 kilómetros por hora, pero que no fue comercializado. Para 1964 crearon el 350 GT y el 400 GT, dos máquinas impresionantes sin gran acogida entre el público, que seguía prefiriendo a Ferrari.

Fue en 1967 cuando los ojos de los medios especializados se volvieron para admirar el Miura, el  prototipo que catapultó a la marca. Su nombre se debe a una ganadería española de toros de lidia, pues el fundador de Lamborghini era un apasionado de la tauromaquia y por eso el logo y todos sus autos tienen denominaciones de estos animales.

Después del Miura aparecieron modelos que revolucionaron el mercado automotor, como el Espada (1969), que alcanzaba los 245 kilómetros por hora. Sin embargo, en 1972 la empresa empezó a tener problemas financieros, debido a la crisis mundial del petróleo, lo que llevó a su dueño a vender el 49% a George-Henri Rossetti. Dos años después, Lamborghini decidió deshacerse del resto, que fue a parar a las manos de su amigo René Leimer. A partir de  entonces, el fundador de la emblemática marca de carros se dedicó a la producción de vinos.

 Lamborghini tuvo varios dueños, hasta que en 1987 la compañía Chrysler se hizo cargo y en 1990 sacó al mercado el carro más  representativo de la marca, el Diablo. Esta berlina, que costaba US$240.000, era la más veloz del mundo, ya que alcanzaba los 320 kilómetros por hora. Tres años más tarde, después de ver el resurgimiento de su compañía, Ferruccio Lamborghini murió en Perugia.

Desde 1998 el Grupo Volkswagen es el propietario de Lamborghini y bajo su mando  han salido modelos como el Murciélago (2002), el Gallardo (2003), el Aventador (2011) y el Sesto Elemento (2012), cuyo valor se encuentra entre los 400 y cuatro mil millones de pesos. A pesar de que Ferruccio Lamborghini no fue testigo de  estas creaciones se ha respetado su consigna:  fabricar extraordinarios superdeportivos bajo los parámetros del lujo, la potencia y la velocidad.

Por El Espectador

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