El verano de 1949, Ferry Porsche debió estar feliz. Él, alemán nacido a principios de siglo, por fin se libraría de los recuerdos tormentosos que le sembró la Segunda Guerra Mundial. Pasar algunos meses en prisión en Francia por producir vehículos a nazis y ver cómo su padre padecía por dos años más aquel encierro, fue seguramente una tortura que lo destrozaba por dentro.
Pero aquel verano, Ferry, hijo de Ferdinand, debió sentir un alivio cuando supo que las tropas de Estados Unidos se empezaban a retirar de Stuttgart, donde años antes el autor de sus días había fundado la legendaria empresa de automóviles que llevaba por nombre el apellido familiar: Porsche. Esa que había iniciado en 1931 y cuyo primer proyecto fue financiado por la administración de Adolf Hitler.
Tal vez fue la tranquilidad de volver a trabajar en su ciudad, sin presiones ni movimientos bélicos, lo que hizo que aquella compañía alemana comenzara a posicionarse de forma paulatina en la industria automotriz. Tras crear el logo con el que hoy es conocida y después de presentar varios modelos que asombraron al mundo, en septiembre de 1963, Ferry, junto con Butzi, su hijo, y los ingenieros Hans Mezger, lograron crear un vehículo que se convertiría en un verdadero ícono. Una máquina que desde el momento en que el público la vio en el Salón del automóvil de Frankfurt, permanecería inmortal hasta nuestros días: el Porsche 911.
Lo cierto es que aquella cifra (que en verdad sería un 901 de no ser por los reproches de Peugeot) resultaba irrelevante frente a un diseño deportivo que aún hoy, cuando se celebran cincuenta años del nacimiento del carro, continúa vigente como sinónimo de velocidad y distinción.
Aquel automóvil, que desde el principio ha mantenido su configuración “todo atrás” (motor y tracción), alcanzaba admirablemente 210 km/h, gracias a un motor Boxer de seis cilindros refrigerado por aire que generaba 130 caballos de fuerza.
Poco a poco ese modelo se fue extendiendo por el planeta hasta el punto de conseguir ventas que casi llegan al millón de ejemplares pese a su alto precio (un carro actual puede costar entre 105.000 euros y 157.000 euros, es decir, entre $240 y $360 millones, aproximadamente).
Y aunque se han creado múltiples versiones del 911, las características primigenias de ese magnífico diseño aún permanecen intactas. Sus luces ovaladas y la ubicación del motor, por ejemplo, siguen siendo las mismas de la década del 60.
Por eso, para conmemorar tan significativa fecha repleta de historia y de recuerdos simbólicos, es que la empresa germana decidió hace un par de meses celebrar por todo lo alto. Para la ocasión, fabricó un modelo exclusivo de edición limitada que puede llegar de 0 a 60 mph en 4,5 segundos. Quien logre hacerse con él, seguramente tendrá en su poder una pieza que, como el 911, siempre será legendaria.