Para correr un Rally Dakar no basta con tener la mejor máquina, un equipo experimentado, una ardua preparación y una vitrina llena de trofeos. Se puede contar con todo esto y tener que abandonar al segundo día de competencia porque la suerte decidió viajar con otro piloto y dejarte varado, con ansias de gloria entre las dunas del desierto.
El Dakar se ganó con sangre el título de ser “la carrera más peligrosa del planeta”, y a lo largo de su historia ha cobrado la vida de más de 60 pilotos en los tres continentes donde se ha corrido (Europa, África y Suramérica). Es claro que no es una competencia fácil y el corredor que la subestime está condenado al fracaso. Sólo los mejores en esta categoría pueden pisar el podio de presentación, y de ellos, unos pocos llegar a la meta.
Colombia no tiene una gran tradición en el rally más importante del mundo, sin embargo, en los últimos años la presencia de colombianos ha crecido con actuaciones destacadas que hacen ver un futuro prometedor para el país en este evento. El antioqueño Mateo Moreno, el piloto criollo de más renombre en motos, fue el primer colombiano capaz de cruzar la línea de meta y terminar el Dakar. Lo hizo en su primera participación, en el 2013, cuando finalizó en la posición 90 de la clasificación general, y en el 2014 y 2015 tuvo que retirarse en la sexta y la quinta etapa respectivamente.
Sé lo que están pensando: quizás el puesto 90 no suena prometedor, pero en una carrera donde la apuesta máxima es sobrevivir, llegar al final es más valioso que cualquier trofeo, y Moreno es una muestra de que un piloto no corre el Dakar de la noche a la mañana. El “rally de la muerte”, como algunos lo han llamado, es un escalón al que todo deportista quiere llegar, pero sólo se alcanza con esfuerzo, sacrificio y dedicación. Ahí está el verdadero valor de los corredores colombianos que lo han desafiado.
“Todo motociclista sueña con correr algún día el Rally Dakar. Es la carrera más difícil del mundo y hay que estar concentrado cada día, kilómetro, acelerada y frenada. El piloto debe dosificar esfuerzos y trazar una estrategia inteligente, hacer su propia carrera con paciencia. Correr un Dakar es posible, pero hay que prepararse muchísimo. Entrar es complicado, pero con perseverancia y algo de suerte se puede llegar”, afirma Mateo Moreno, que en el Dakar 2017 pilotea una motocicleta KTM 450 fabricada especialmente para rally.
Otro deporte que toca puertas
El piloto paisa sueña con el día en que al Dakar llegue un equipo 100 % colombiano, y esa es una de las metas de cara al 2018, a pesar de lo difícil que es conseguir patrocinios. Moreno asegura que tocar puertas de la empresa privada no es fácil, pero espera que se sumen nuevas marcas a medida que se popularice este deporte en el país y los pilotos logren buenas actuaciones.
Pero si convencer a los privados es una tarea complicada, que el sector público lance un salvavidas es aún más difícil. En el 2017, tres pilotos colombianos asumieron el reto de llevar la bandera tricolor por los difíciles caminos del Rally Dakar, y el Gobierno, literalmente, no les dio ni para la gaseosa. Mateo Moreno, Juan Esteban Sarmiento y Cristian Cajicá tuvieron que hacer grandes esfuerzos para representar al país, aun cuando éste les dio la espalda.
“Hay dos tipos de puerta, pero uno desde afuera no las diferencia. Atrás de una hay personas que conocen el Dakar, les gusta, les apasiona y quieren apoyar; y en la otra hay gente escéptica que no sabe las dimensiones de este evento y es difícil de convencer. Independientemente de estos problemas, el Rally Dakar es un sueño que los colombianos ya alcanzamos, y aunque muchos no lo entiendan, sólo estar entre los corredores ya es un triunfo”, finalizó Mateo Moreno.
La versión 2017 del Dakar comenzó el 2 de enero en Asunción (Paraguay) y ya le pasó factura al colombiano Cristian Cajicá, quien tuvo que retirarse en la segunda etapa luego de sufrir un accidente contra otro vehículo. La competencia finalizará el 14 de enero en Buenos Aires (Argentina), ojalá con Mateo Moreno y Juan Esteban Sarmiento cruzando la línea de meta para dejar aún más alto el nombre del país.