El kartismo, que se originó en Estados Unidos en los años 50 y atrae a niños desde los tres años, ha sido la cuna para que deportistas como Michael Schumacher, Fernando Alonso y Juan Pablo Montoya saltaran al automovilismo.
Este deporte, practicado en Colombia desde 1960, atraviesa por ciertos problemas que impiden su popularización. Carlos Soler, vicepresidente de la Federación Colombiana de Karts, habló con El Espectador al respecto.
¿Cómo está el kartismo en el país?
En este momento existen tres categorías funcionando: la Easy TK, la Rotax y la DPK. Cada una hace un campeonato independiente, que es un número de validas al año —a veces son nueve o más—, del que salen los ganadores. Las categorías a su vez están divididas por edades. Desafortunadamente no tenemos tantos pilotos en este momento, unos cien en total.
La Federación Colombiana de Karts (Fedekarts), por su parte, lleva a cabo dos competencias nacionales al año, en las que invita a cada categoría a participar, y también hacemos una carrera de duración de tres o seis horas seguidas por equipos. Es una buena forma de entrenar.
¿Cuáles son las condiciones de las pistas nacionales?
Ese es un gran talón de Aquiles, pues estamos muy mal, no por el número de pistas, sino por las que están habilitadas. Nos acaban de cerrar una muy buena, la de Cajicá, por conflictos con la CAR. La de Tocancipá se utiliza en exceso, hasta el punto de que quienes entrenan no se vuelven kartistas sino expertos en una única pista. Aparte de esa, pero en menor grado, se usa la de Villavicencio y a veces la de Girardot.
¿Y qué pasa en el resto de las ciudades?
Hay una pista muy buena en Neiva, así que vamos a tratar de que alguien vaya a correr allí, y otra en Pasto, que quienes la conocen dicen que podía ser la mejor del país. Sin embargo, trasladar los equipos hasta allá puede resultar muy complicado. También está la de Zarzal y otra en Barranquilla, pero que ya casi no se utiliza para kartismo sino para motos. Estamos ávidos de tener más diversidad no solamente en Bogotá, sino en otras latitudes, para que los pilotos aprendan a correr en distintas alturas.
¿En qué está fallando este deporte?
La primera falla definitivamente es la poca masificación. La falta de patrocinio hace que el kartismo no sea más popular de lo que es hoy en día, teniendo en cuenta que es un deporte costoso. Por otro lado, necesitamos más ayuda del Gobierno. Digamos, nosotros como federación podemos estar recibiendo alrededor de, sin ser exagerado, una ayuda de $90 millones al año. Una buena campaña en el exterior de un piloto le puede estar representando alrededor de $50 millones. El Gobierno nos ayuda, pero esa suma es realmente muy escasa. No quisiera pensar en un deporte como la esgrima. Tan es así, que no nos dan prebendas en la importación de equipos y todavía nos siguen haciendo falta pistas.
¿Entonces qué está haciendo la Fedekarts para mejorar este panorama a corto y largo plazo?
Como federación estamos haciendo una labor comercial, de salir y tratar de hablar con la empresa privada, con los entes gubernamentales, para conseguir recursos para los deportistas. Estamos reinventando una escuela porque queremos tener buenos juzgamientos y para lograrlo necesitamos que nuestros comisarios, que son al kartismo lo que los árbitros al fútbol, estén bien preparados. Pretendemos iniciar el primer curso en junio de este año. Igualmente, deseamos abrir una escuela para nuestros mecánicos, que aunque son muy buenos, necesitan más actualizaciones y deben tener la oportunidad de viajar al exterior.
¿Cómo está Colombia en kartismo en comparación con otros países de Latinoamérica?
Somos potencia. La materia prima es muy buena. En las competencias afuera se ven muchos colombianos y mexicanos, así como algunos argentinos. A pesar de que los cien pilotos alcanzan a salir alrededor de seis u ocho veces de forma constante, tenemos una excelente imagen. Si con todas las dificultades somos muy buenos, podríamos tener mejores resultados.