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No entregaron las llaves

En la pista del Autódromo de Tocancipá, Cesvi probó la influencia del alcohol al conducir. Siete personas se pusieron al volante.

El Espectador
11 de noviembre de 2011 - 11:02 p. m.

No fue un juego sino un experimento para crear conciencia en los conductores. Cesvi Colombia, el Centro de Experimentación y Seguridad Vial, comprobó científicamente los nocivos efectos que tiene la ingesta de licor en el ser humano y, peor, al momento de conducir vehículos automotores.

Con el apoyo de la Policía Nacional, el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, Mapfre Seguros y 3M de Colombia, se realizó una prueba vivencial con siete voluntarios seleccionados por su género, contextura física y edad, entre ellos dos mujeres y cinco varones de edades entre los 20 y los 60 años.

Los voluntarios recibieron un desayuno y luego se les realizó una rutina de verificación del estado médico y de coordinación motriz, una prueba de alcoholemia y una prueba de habilidad al volante con 170 metros de longitud, consistente en un eslalon de 100 metros y un corredor de conos, para finalizar en una zona de frenado.

Todos pasaron tranquilamente la rutina sin grandes errores. Entonces comenzaron a ingerir licor, con una ronda de tres cervezas que debían tomar en 30 minutos. Luego pasaron de nuevo por la verificación del estado médico, de coordinación, de alcoholemia y de conducción, para luego regresar al bar, debidamente acondicionado en el paddock del autódromo y amenizado con ritmos tropicales.

En el registro de control de cada una de las estaciones de la rutina consta que a los voluntarios se les comenzó a alterar la tensión arterial, el ritmo cardíaco, la coordinación e, incluso, desde ese mismo momento, en la prueba de alcoholemia empezaron a registrar grados de licor (incluso por encima de los niveles permitidos), lo que además se constató con la manifestación de errores al conducir.

Inmediatamente se les sirvió una ronda de tres aguardientes, luego de la cual volvieron a pasar por la misma rutina de exámenes. La evidencia fáctica comenzó a alarmar a las autoridades médicas y de policía, pues el alcohol comenzaba a hacer mella en la condición física y la coordinación.

Al final de la mañana, y luego de otras dos rondas de tres aguardientes, los voluntarios ya estaban hablando “en letra pegada”, los niveles de alcohol estaban disparados, la coordinación había desaparecido y la habilidad al volante se había perdido.

En promedio hubo una disminución del 61% en la capacidad motriz respecto de la primera ingesta y la habilidad al volante de los siete voluntarios disminuyó 17% para los 170 metros de la pista de conos. Si en tan corta distancia disminuye esa cifra, ¿qué podría suceder cuando una persona conduce varios kilómetros?

Antes de finalizar la prueba, los voluntarios recibieron una sustancia que supuestamente permite burlar la prueba de alcoholemia: un pan, un caramelo de menta, una medida de enjuague bucal, una taza de café cargado. Pero, para sorpresa de todos, en lugar de atenuar el registro de aliento alcohólico, el resultado fue un aumento promedio de 34% en la medición.

Por El Espectador

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