La moto estaba destartalada, cubierta por calcomanías rotas y abandonada en la sala de una casa. Aun así, fue amor a primera vista. Los manizaleños Cristian Ocampo y Karolina Granados, una pareja de novios apasionados por las motocicletas clásicas, buscaron una igual durante dos años. Recorrieron las carreteras del país, la preguntaron en las estaciones de servicio y en los talleres de mecánica, pero nadie les decía con certeza dónde podían encontrarla.
Un día de 2009, de regreso a la capital caldense, el encargado de cuidar los vehículos en el barrio Milán les dijo que tenía una como la que ellos querían, marca Vespa EX 150, 1994. Cuentan que siempre habían anhelado una scooter así, por su estilo, diseño notable, durabilidad y potencia (pueden superar los 100 km por hora según el modelo).
Cuando los jóvenes la vieron, se dieron cuenta de que era con exactitud lo que querían. Fueron a conocerla y, pese a que estaba carcomida por el óxido, sin pensarlo dos veces le entregaron al dueño los $700.000 que pedía.
“Al llegar a la casa, la desarmamos pieza por pieza y la restauramos. La convertimos en una moto temática de bomberos: la pintamos de rojo, le adecuamos hachas, una sirena y andábamos con unos cascos de 1928. Lo hicimos porque admiramos el trabajo de esos héroes anónimos”, asegura Ocampo.
Antes de los cambios de forma, le reemplazaron el motor, instalaron un nuevo sistema de embrague, farolas y direccionales de lujo y cortavientos en la parte frontal, modificaciones que en total les costaron más de siete millones de pesos. “Le devolvimos la vida a la moto”, agregan.
Tan pronto quedó lista, la llamaron ‘Velutina’ por su forma de avispa. Desde entonces, han viajado a lugares como La Guajira, Santander y Antioquia. En sus travesías encontraron más personas que compartían su entusiasmo. “El hecho de tener una scooter clásica, ya sea Vespa, Lambretta, Mlm o Plus, es una forma de ganar amigos. Nos sentimos como en familia porque si vemos alguna en carretera, de inmediato nos saludamos o nos detenemos a charlar. Así hemos hecho muchos amigos”, cuenta Ocampo.
En uno de sus múltiples recorridos encontraron al fotógrafo Jonny García, quien es hoy el presidente del Vespa Club Medellín, una organización sin ánimo de lucro que ha logrado reunir a los fanáticos. “Hemos llegado a lugares en donde conocemos personas que tienen motos así, pero abandonadas, y se animan a arreglarlas. Se vuelven ‘gomosos’”, cuenta García, de 32 años, quien tuvo que suplicarle a un familiar para que le vendiera el que hoy es su vehículo. “No es sólo lujo. Es mi medio de transporte”.
Cristian y Karolina fueron los organizadores del X Encuentro Nacional de Motonetas, que logró reunir a 270 scooters de todo el país, y Jonny encabezará la siguiente versión del evento, que se llevará a cabo el próximo 21 de junio en la capital paisa. Será un espacio para compartir y ratificar la libertad que simboliza, para ellos, conducir una motocicleta clásica.