
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El descanso o el sueño en la primera infancia cambia varias veces durante los primeros dos años de vida. Es cierto que no todos los bebés duermen igual, pero sí existen rangos de referencia que nos ayudan a entender qué es esperable según la etapa del desarrollo en la que se encuentren.
A diferencia de los niños mayores y los adultos, los bebés no nacen con un ciclo de sueño organizado. Un estudio de Stanford Medicine Children’s Health explica que una forma útil de aproximarse a este tema es partir del comportamiento nocturno de cada uno.
Esto explica por qué, durante los primeros días de vida del bebé, el descanso aparece en pequeñas fracciones o lapsos que se distribuyen a lo largo del día. En ese periodo inicial, la mayoría acumula entre 16 y 17 horas por cada 24 horas, aunque pocas veces llegan a mantener más de una o dos horas continuas de sueño.
Compartimos algunos datos que pueden ayudar a entender estos ciclos en los bebés.
Horas según la etapa de crecimiento
Si los comparamos con los adultos, los bebés pasan menos tiempo en la etapa REM — el “movimiento ocular rápido”, una fase en la que el cerebro está más activo—. En ese momento ocurren la mayoría de los sueños y el organismo aprovecha para recuperar energía; sus ciclos de sueño son más cortos.
Pero con el tiempo, esas fases se alargan y las noches empiezan a “tomar forma” (cosa que pasa al final del tercer mes, cuando algunos bebés logran extender el sueño nocturno hasta seis u ocho horas seguidas).
En el cuarto mes la cantidad total de horas de sueño empieza a disminuir. Y de ahí, hasta cumplir el año, el rango más común se sitúa entre 12 y 16 horas diarias. Igual, puede haber interrupciones: hacia los seis meses, muchos bebés experimentan sueño no lineal —es decir, que se despiertan con frecuencia— asociado con la ansiedad o necesidad de confirmar la presencia de algún cuidador.
Su descanso vuelve a reorganizarse hasta el periodo entre el primer y el segundo año. El promedio, aunque hay que recordar que no es una regla general, pasa de 11 a 14 horas en un día. Las siestas están más estructuradas, aunque las enfermedades, el exceso de cansancio o la estimulación cercana a la hora de dormir pueden alterar temporalmente esa regularidad.
Cuando un bebé quiere dormir
Más allá de los horarios, es importante entender y aprender a interpretar las señales que indican que un bebé está listo para descansar. Por ejemplo, frotarse los ojos, bostezar o apartar la mirada. Esto nos ayuda a anticipar el momento adecuado para acostarlo y facilita que se duerma sin llegar a un estado de cansancio alto.
Stanford también sugiere que, para mejorar las condiciones del sueño, independientemente de la etapa en la que se encuentre el bebé, es beneficioso usar una superficie plana y firme para que duerma, acostarlo boca arriba, evitar tener objetos dentro de la cuna, no compartir la cama (pues puede dificultar el flujo del oxígeno) y mantener el espacio libre de humo.
👗👠👒 Entérese de las últimas noticias sobre Bienestar y amor en El Espectador.