Bogotá, una ciudad con casi ocho millones de habitantes, se está volviendo vieja. Así lo reafirmó el más reciente Informe de Calidad de Vida 2024, liderado por el programa Bogotá Cómo Vamos. En su investigación destaca como la capital está viviendo una transición demográfica acelerada y lo retador, a ritmos más rápidos en comparación con el promedio nacional.
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Para 2005, el 8,2% del total de la población capitalina eran mayores de 60 años. En 10 años, esta tasa aumentó casi en un 4 % y para 2020 llegó a más de un millón de adultos mayores (14%). Cuatro años después, Bogotá alcanzó el 15,4 % y se proyecta que en 2050 este grupo represente más de un 25%. “La ciudad sigue la ruta de capitales como Buenos Aires y Santiago de Chile, que ya han entrado en etapas más avanzadas del agotamiento del bono demográfico”, señala el informe.
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Pero, ¿qué significa eso? Básicamente se proyecta que en 2043 va a haber menos población en edad de trabajar (15 a 64 años) que la población dependiente (niños y adultos mayores). Este cambio, asegura el informe, “tensiona las finanzas públicas y los sistemas de salud, pensiones y cuidados”.
Antes de ahondar en este punto, un paréntesis para explicar de donde surge este cambio estructural que principalmente ocurre por las tasas de fecundidad, el aumento de la edad materna y patrones migratorios. Según la Secretaría de Salud, en Bogotá, la tasa global de fecundidad pasó de 1,8 hijos en el año 2000 a solo 0,8 en 2024. Al mismo tiempo, la edad media de la maternidad se ubica alrededor de los 27.1 años para la fecundidad general y 24.4 años para la edad al primer hijo.
Una lectura que desde Profamilia resaltan como un logro desde el empoderamiento para ejercer los derechos sexuales y reproductivos y para la doctora en demografía y profesora del Departamento de Sociología de la U. Nacional, Nubia Janeth Ruiz, es gracias también a un mayor acceso a la educación, “la inclusión de la fuerza de trabajo femenino al mundo de la producción y las transformaciones culturales en cuánto a obligatoriedad de la reproducción en cabeza femenina”, explica.
En el último punto, sobre migración, cabe recordar que este es uno de los tres datos que tienen en cuenta los demógrafos para medir el ritmo al que crece una población. Bogotá, principal receptora del éxodo venezolano, logró sostener y rejuvenecer temporalmente la estructura poblacional de la ciudad. Sin embargo, en contraste, el informe señaló que la ciudad también expulsa población joven hacia municipios aledaños y hacia el exterior, “lo que debilita ese efecto compensatorio”.
La ciudad no envejece por igual
La transición acelerada de una ciudad joven a una vieja ocurre de forma desigual: mientras en Chapinero el 20% de la población supera los 60 años, en Ciudad Bolívar la proporción es solo del 8%, lo que refleja diferencias socioeconómicas y patrones migratorios (DANE, 2024). “Esta heterogeneidad exige respuestas diferenciadas por localidad, ajustadas a sus realidades demográficas y sociales”, insta Bogotá Cómo Vamos.
Pero no solo existe esta desigualdad. Del total de la población adulta mayor (1.265.039), el 58,7% son mujeres. Una mirada imprescindible en la respuesta institucional a la recomposición demográfica que atraviesa la ciudad.
Con base en datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE), el Observatorio de Mujeres y Equidad de Género (OMEG) de la Secretaría de la Mujer, indicó que en diez años, habrá un aumento acelerado del envejecimiento, pasando de un índice de 75,3 para este año, a 124,3, en 2035. Esto, en contraste con los hombres que llegarían a 78,0. Asimismo, se proyecta que las mujeres tengan una esperanza de vida mayor que los hombres (83,3 años vs. 78,7). Aunque a simple vista puede ser sinónimo de algo positivo, en realidad lo que intensifica es su exposición a riesgos económicos y sociales en la vejez, incluidos el abandono, las enfermedades crónicas y la pobreza.
Desde la entidad distrital, aseguran que estas realidades tienen implicaciones frente al Sistema de Cuidado, al sistema de salud y a los mecanismos de protección social de la ciudad, así como desafíos frente a la generación de oportunidades y condiciones para la garantía de los derechos de las mujeres. “Hay que pensar políticas sociales que creen mejores condiciones para mujeres y políticas macroeconómicas con enfoque de género, para que esa importante proporción de mujeres que están por fuera de la fuerza laboral pueda ir educándose e incorporándose al mercado laboral en condiciones dignas”, concluyó Isabella Muñoz Gómez, directora del OMEG.
¿Cómo los estamos cuidando?
La longevidad no es solo vivir más tiempo, sino vivir bien. Esto se traduce en un acceso digno a la salud, bienestar, alimentación, recreación, independencia económica, por nombrar algunas circunstancias. Pero cuando traducimos esto al día a día, lo que vemos es a una población adulta mayor que está envejeciendo con varias vulnerabilidades.
Según el Departamento Nacional de Planeación (2022) más del 60 % de los adultos mayores en Bogotá no tiene pensión contributiva y depende de programas asistenciales como Colombia Mayor o Mejores Transferencias, Más Bienestar del Distrito, que llegó a 75 mil adultos mayores beneficiarios durante 2024 con transferencias inicialmente de 130 mil pesos.
El asunto es que más allá de los programas asistenciales y bajo el contexto de una futura población con menos mano de obra, el Banco Mundial estima que el envejecimiento podría restar hasta un punto porcentual al PIB si no se promueven políticas de inclusión laboral para mayores de 50 años. Y Bogotá todavía tiene muchos retos en ello, aunque ya cuente con un programa de Empleo Incluyente a cargo de la Secretaría de Desarrollo Económico.
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De acuerdo con la Encuesta Multipropósito 2021 del DANE, solo el 21,6% de esta población está ocupada, de los cuales el 14,3% son independientes y el 7,2% asalariadas. Situación que se complica para el 85% de las mujeres mayores que no participan del mercado laboral. “Si la longevidad fuera un país, sería la tercera economía del mundo”, destacó Oxford Economics y la Organización Estadounidense de Personas Retiradas (AARP).
Y es que sentirse útiles y productivos también es sinónimo de un mejor acceso a la salud, alimentación y bienestar emocional, pues las personas mayores son más vulnerables a la depresión, la ansiedad o el deterioro cognitivo, condiciones agravadas por la soledad y la pérdida de redes de apoyo (OMS, 2017).
Precisamente allí también hay otros desafíos. Solo el 1,2% de las camas hospitalarias están destinadas a servicios geriátricos (Secretaría Distrital de Salud de Bogotá, 2021), y existe una carencia de personal capacitado en cuidado especializado para adultos mayores. Con corte al 31 de diciembre, 119 pacientes estaban abandonados en hospitales. Para 2024, 174 tuvieron intentos de suicidio. Mientras tanto, la Fundación Saldarriaga Concha, encontró que el 34,27% están en riesgo de desnutrición, afectando en su mayoría a mujeres (61,2%) y el 47,6% viven solos. Por si fuera poco, persisten barreras de inclusión en cuánto a no tener habilidades digitales (75%) y el 50% solo terminó la educación primaria.
Ajustar las atenciones
Bogotá cuenta con una Política Pública Social para el Envejecimiento y la Vejez (PPSEV) desde el 2010 y que estará vigente hasta este año. En una mesa de trabajo entre el Concejo de Bogotá y las secretarías de Integración Social y Planeación, se informó que el PPSEV alcanzó un 89.96% de cumplimiento. En la nueva hoja de ruta que liderará Integración Social, buscan una visión inclusiva y participativa, basada en el enfoque de nuevas longevidades. Reformulación que tendrá la lupa de los Consejos Locales de Sabios y Sabias.
Por ahora, la entidad distrital destaca el paquete de atenciones a la población longeva en la ciudad como las 30 casas de la Sabiduría donde les brindan atención a través de procesos ocupacionales y de desarrollo humano; promoción de redes de apoyo comunitario para prevenir violencias y fomentar el autocuidado; atención social transitoria diurna en casa y sus cuidadoras; recepción de quejas y acompañamiento sociojurídico; centros de comunidad de cuidado con servicios 24/7; seis centros de cuidado transitorio día y noche a quienes están en riesgo de habitar la calle; 129 comedores comunitarios donde el 46% son ellos los beneficiados; y capacitación a 1.758 mayores de 60 años en estrategias educativas flexibles y de calidad.
Asimismo, el pasado 23 de julio se anunció la firma de un convenio con la Secretaría de Salud para crear un nuevo servicio sociosanitario con cuatro componentes: identificación temprana de señales de riesgo y la activación de rutas intersectoriales de atención en casos de posible abandono; jornadas de atención para valoración médica, entrega de medicamentos, tomas de muestras de laboratorio y remisiones a servicios especializados a quienes residen en unidades de larga estancia de Integración Social; 100 cupos de alojamiento digno, alimentación con enfoque nutricional, dotación básica y, en caso necesario, servicio funerario a quienes fueron abandonados en hospitales y tengan el alta médica. Y finalmente, acciones articuladas para la protección y restitución de derechos.
Por su parte, el IDRD cuenta con un componente dirigido a esta población basadas en cuatro ejes principales: actividad física presencial, actividad física virtual, eventos y Pasaporte Vital (facilitar el acceso a servicios).
Aunque es claro que existen políticas públicas y programas sociales, los desafíos crecen al mismo ritmo que la esperanza de vida. Desde Bogotá Cómo Vamos recomiendan promover la prevención y el envejecimiento activo desde edades tempranas; avanzar en estrategias que reconozcan el valor productivo de las personas mayores, especialmente en empleos flexibles y en sectores comunitarios; mejorar la accesibilidad respecto al entorno urbano, pues “persisten barreras en movilidad, infraestructura y vivienda”; ejecutar urgente políticas para atraer, retener y cuidar a su población joven generando condiciones de vida y oportunidades que estimulen su permanencia; así como prepararse para una demanda creciente de servicios especializados para personas mayores.
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Mientras tanto, la bancada por la Persona Mayor del Concejo de Bogotá, identificó desafíos como la necesidad de ampliar la cobertura de programas de salud preventiva, la accesibilidad a servicios esenciales y el fortalecimiento de redes de apoyo. Un enfoque en la productividad y el emprendimiento en la tercera edad, como las terrazas agrícolas y otros proyectos de economía social. Así como la creación de más espacios de participación, el fortalecimiento de redes de apoyo y la implementación de programas para fomentar la vida activa y saludable.
“Es importante ver el cambio demográfico no como un ‘tsunami’ sino más bien como un llamado a la adaptación y a la evolución. Si implementamos estrategias efectivas, podrá convertir este reto en una oportunidad para el desarrollo sostenible y la cohesión social, garantizando el bienestar de las generaciones presentes y futuras”, dice por su parte la Fundación Saldarriaga Concha.
El cambio demográfico en Bogotá ocurre desde ya. Los cambios de baja fecundidad, alta expectativa de vida y migración, dan cuenta de ello. Un buen futuro dependerá entonces de la respuesta institucional para pensar en el envejecimiento no como un problema sino una oportunidad para edificar una ciudad sostenible que ampare la longevidad con dignidad y siempre con un enfoque especial para las mujeres.
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