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No es un secreto que las mujeres son más vulnerables que los hombres en el transporte público. Las razones son múltiples: corren mayor riesgo de ser atacadas o manoseadas, van más incómodas por la cantidad de paquetes que cargan y, en el caso de Bogotá, muchas no alcanzan a sujetarse de los barandales por su estatura. Estos factores demuestran sin duda que el sistema no ha sido pensado para ellas, pese a que son quienes más lo usan.
(Lea: Mujeres, inseguras en el espacio público)
Para hacerle frente al problema, que no sólo lo padecen en Bogotá sino en tres ciudades más de Latinoamérica (Buenos Aires, Ciudad de México y Quito), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) les otorgó a las capitales $1.800 millones, que deben usar en estrategias en torno a la inclusión de género en el transporte público.
Los frentes en los que se enfocarán durante tres años, el tiempo pactado del proyecto, son: actualizar la infraestructura del transporte público para que las necesidades de las mujeres sean tenidas en cuenta, mejorar la seguridad y aumentar la participación laboral en el sector. A finales del 2017, los países participantes tendrán que mostrar los primeros resultados.
Retos en Bogotá
El desafío más grande que tiene Bogotá es modificar los diseños del transporte público para que las mujeres se sientan cómodas. Según Cristina Vélez, secretaria de la Mujer, los cambios en la infraestructura requieren de un alto presupuesto con el que muchas veces no cuentan los gobiernos locales. Sin embargo, asegura que se está trabajando en varias estrategias. Una de ellas consiste en adaptar baños familiares con cambiadores para bebés en los portales de Transmilenio, para que los hombres también tengan la posibilidad de cambiar el pañal de sus hijos y de esa forma se vaya eliminando la idea de que es una labor exclusiva de las mamás.
Asimismo se ha pensado adaptar en los buses un espacio exclusivo donde las mujeres puedan descargar los paquetes que llevan en las manos. No se puede desconocer que casi todas cargan consigo, además de su cartera o muchas veces a su bebé, bolsas con los alimentos para la cena o una sombrilla, equipaje que hace su viaje más difícil.
“Lo que queremos es hacer del sistema de transporte público un lugar incluyente, sobre todo si se tiene en cuenta que ellas se movilizan en bus o Transmilenio 20 % más al día que los hombres. Ellos, por su parte, usan en mayor medida el carro particular (52 %) y la bicicleta (70 %)”, explicó la secretaria Vélez.
La seguridad
Respecto a la seguridad, la ciudad está mejor preparada, ya que la mayoría de las estaciones cuentan con policías capacitados para atender cualquier emergencia. Lo preocupante es que, por lo general, las operaciones se concentran en disminuir los robos. Sin embargo, de acuerdo con los registros del Distrito, el año pasado aumentaron las denuncias de acosos a mujeres en el sistema. De cada 100 mujeres que viajan en Transmilenio, 14 se sienten inseguras y al menos ocho dicen haber sido víctimas de roces, manoseos e insultos obscenos.
Con el fin de frenar este problema, la administración quiere adaptar la idea del botón de pánico que empleó Quito (Ecuador) para que las mujeres lo activen si se sienten acosadas durante el trayecto a sus trabajos o casas. Funciona como un mensaje de texto que tiene como respuesta una llamada para tomar el testimonio de la afectada y contemplar si en la próxima parada se detiene o no al acosador.
Echar a andar la idea en Bogotá no es difícil, pues ya se cuenta con la Línea Púrpura, un canal de comunicación directa entre las autoridades locales y quienes han sido víctimas de violencia sexual, física o psicológica. “Sólo habría que adecuar el envío de mensajes de texto y asumir el costo para que el servicio sea eficiente”, resaltó la secretaria de la Mujer.
La participación laboral de las mujeres en el gremio del transporte público es otro punto en el que debe trabajar la ciudad. Aunque en los cargos directivos del Distrito hay paridad, en los operativos no ocurre lo mismo. La diferencia entre la participación femenina y la masculina es amplia, pues tan sólo el 3 % de los operadores del sistema de transporte público son mujeres.
Lo importante es que, a pesar de los retos que tiene por delante la ciudad y de los múltiples factores por mejorar, ya hay un compromiso internacional con el BID para incluir la perspectiva de género en las decisiones futuras que se tomen en torno al transporte, y lo mejor es que el Distrito deberá mostrar de aquí a tres años los avances en esta materia. Así las cosas, las mujeres contarán dentro de poco con un sistema que se preocupa más por sus necesidades, su comodidad y su seguridad.