La primera línea del Metro de Bogotá avanza entre zanjas abiertas, vallas y desvíos, que han convertido amplios tramos de la ciudad en laberintos. Si bien, es claro que en el futuro esta obra será señal de progreso, en el presente representa un duro golpe en la economía de los comerciantes ubicados en su zona de influencia —desde San Felipe hasta la Avenida 1° de Mayo—.
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Hoy, producto del extenso cronograma de obras, muchos de estos pequeños empresarios ven cómo sus ganancias se fueron al piso y empiezan a tener dificultades hasta con el pago del arriendo de sus locales. Ante ese escenario, el Distrito lanzó la campaña “Bogotá me apoya durante su transformación”, un programa que inicialmente pone casi $6.000 millones a disposición de casi 1.300 negocios afectados por los trabajos del Metro y otras intervenciones viales como la Avenida 68 y la Calle 63.
El anuncio, respaldado por el alcalde Carlos Fernando Galán, marca un precedente: es la primera vez que una administración local plantea un alivio económico focalizado para comerciantes atrapados en el ruido de retroexcavadoras y la caída de clientes.
¿Cómo acceder?
Para acceder a los beneficios de la campaña los comerciantes deberán presentar la cédula de ciudadanía —ya sea del propietario, arrendatario o representante legal—, contar con matrícula mercantil o un certificado de existencia vigente, y entregar una declaración juramentada firmada por contador o revisor fiscal que certifique que los ingresos anuales de 2024 fueron iguales o inferiores a los de una mediana empresa, de acuerdo con el Decreto 957 de 2019.
Los interesados podrán realizar su inscripción a esta oferta, a través de la página de la Alcaldía de Bogotá o a través de la plataforma habilitada por la Secretaría de Desarrollo Económico.
El peso real de las afectaciones
Estudios citados por El Espectador revelan que la reducción de ingresos para los negocios cercanos a las obras oscila entre el 30 % y el 70 %. No se trata solo de ventas menores: hay cierres definitivos, traslados forzados y pérdida de empleos. Las calles que antes funcionaban como corredores comerciales se volvieron pasillos polvorientos donde la clientela se desvía o no logra llegar.
Los gremios barriales insisten en que la compensación llega tarde. Muchos comerciantes llevan más de dos años soportando cierres parciales, limitaciones de acceso y una incertidumbre que ningún auxilio monetario podrá revertir del todo. Esa tensión —el pulso entre la infraestructura del futuro y la economía cotidiana— es el trasfondo de cualquier debate sobre estas ayudas.
La estrategia distrital se apoya en dos frentes. “Impulso Ya”, que entrega capital inmediato, hasta por $10 millones por negocio, para cubrir arriendos, pago de deudas o compra de insumos. De otro lado está “Vitrina Capital”, que busca visibilizar a los comercios mediante ferias y bazares, que los conecten con nuevos clientes.
La Secretaría de Desarrollo Económico prioriza sectores con población vulnerable —mujeres, jóvenes, personas mayores— en 12 zonas de influencia que recorren de sur a norte la ruta del metro. Para acceder, los solicitantes deben presentar matrícula mercantil y una declaración juramentada que certifique ingresos anuales de 2024 por debajo del umbral de mediana empresa
El esquema luce ordenado: inscripción en línea, control de requisitos y promesa de transparencia. Pero las cifras son las que pondrán a prueba la voluntad política. Seis mil millones para 1.300 negocios equivalen, en promedio, a poco más de 4,5 millones por cada uno: un respiro breve frente a meses de pérdidas.
Entre el alivio y la deuda histórica
El Distrito reconoce que estas obras “afectan muchísimo la calidad de vida de los ciudadanos” y promete acelerar los cronogramas. Sin embargo, la experiencia de otros megaproyectos en la ciudad —desde la troncal de Transmilenio por la 7ª hasta la ampliación de la Caracas— demuestra que los retrasos y sobrecostos son habituales. Los comerciantes temen que la segunda fase anunciada para 2026 se diluya en el próximo cambio de administración.
El reto es doble: no solo entregar los recursos con rapidez, sino demostrar que la construcción de un sistema de transporte masivo puede coexistir con la supervivencia del comercio barrial. La campaña “Bogotá me apoya” es un primer paso, pero su impacto real dependerá de la continuidad política y de un seguimiento riguroso que hoy aún no se vislumbra.
En palabras de un tendero de la Avenida 68 que habló con este diario: “el metro va a mejorar la ciudad, pero yo necesito comer hoy”. Ese contraste —entre el futuro prometido y el presente agobiante— resume la tensión que enfrenta Bogotá: una modernización que no puede dejar en ruinas a quienes han sostenido, por décadas, la economía de sus barrios.
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