La proliferación de palomas en algunas zonas de la ciudad y la imposibilidad de controlarlas siguen siendo motivo de polémica. Mientras la mayoría las consideran una plaga que debería erradicarse, hay un hecho reciente que genera voces a favor y en contra: la atención veterinaria a 60 aves, que revoloteaban por la plaza de Bolívar, por parte del Instituto de Protección y Bienestar Animal (IDPYBA). Al conocer el hecho, los comentarios en redes sociales no se hicieron esperar. “Son una plaga”. “Deberían erradicarlas”. “Cada una salió por 20 millones”. “Gracias. Todos somos seres vivos y necesitamos ayuda”. Sin embargo, ¿era necesaria la intervención de esta especie invasora?
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Lo cierto es que por más que verlas volar por la plaza sea un espéctáculo, se han vuelto un problema. Así como se adaptaron al dejar de alimentarse con semillas y frutas para comer los desperdicios que les tira la gente o que encuentran en la basura, también lo hicieron para encontrar refugio. Hoy hacen nidos en las cornisas, ductos, cúpulas, áticos y demás espacios que simulen cuevas. Sin embargo, su masiva presencia termina por deteriorar viviendas y monumentos, con los 12 kilos de heces corrosivas que cada una produce al año.
“Los monumentos directamente no tienen barreras antiperchamiento, pero algunos edificios en su entorno sí, es el caso de la Plaza de Bolívar, sin embargo, el IDPC no cuenta con toda la información porque no tiene competencia en esos edificios”, indicó el Instituto Distrital Patrimonio Cultural.
¿Son una plaga?
Sí. Tanto el Ministerio de Ambiente como el Instituto Humboldt las consideran una especie invasora. Su fácil reproducción, la falta de predadores y el hábitat las convierten en un problema, con efectos, por un lado, a nivel arquitectónico, y por el otro, desde la biología, sobre algunas aves autóctonas de la sabana de Bogotá, como lo explica el ornitólogo de la U. de los Andes Bryan Mateus. “Una especie nativa que afecta es la torcaza o zenaida auriculata. Puede haber algún tipo de competencia porque ocupan los mismos recursos o consumen lo mismo. Y a la hora de un conflicto, podría llegar a desplazarla
A esto se suma el tema de salud pública. Claudia Brieva, docente de la U. Nacional y máster en salud de animales silvestres, asegura que las palomas “no son sucias, pero el ambiente en el que viven sí.”, y, por lo tanto, podría desencadenar vectores biológicos. “El riesgo existe, pero hay que investigar más sobre qué tanto hay reportes de transmisiones de enfermedades a los humanos. No es que la paloma porte el patógeno, sino que la acumulación de excretas, favorecen el crecimiento del hongo”, agrega Brieva.
Un artículo de la U. Antonio Nariño indica que transmiten enfermedades por contacto directo con los excrementos. Por eso, la recomendación es no tocarlas.
“Ciertamente, 50 enfermedades han sido relacionadas con sus nidos, pichones y excrementos. Se han asociado 30 enfermedades como transmisibles a los humanos y 10 a los animales domésticos, por lo que se les considera un serio problema de salud pública. Entonces, ¿qué rol cumple la paloma para el ecosistema? “No lo tienen. Afortunadamente, no viven en ambientes naturales. Y cumplen más bien un papel contemplativo para que la gente pueda ver fauna”, asegura la Dra. Claudia Brieva, “Cuando introducen una especie a un ecosistema nuevo, esa función se pierde”, detalla el ornitólogo, Bryan Mateus.
¿La solución es eliminarlas?
Definitivamente las palomas generan amores y odios. No obstante, vale resaltar que esta ave fue domesticada, por lo que logró adaptarse a entornos urbanos, donde ninguna otra especie podría sobrevivir. Por lo que aquí, resaltan los expertos, hay una responsabilidad social de aprender a convivir con ellas.
Por lo tanto, aunque algunas voces planteen “eliminarlas” como solución, sin saberlo, esto ya se ha hecho en otros países y no ha servido. “Se eliminan 200 palomas y al poco tiempo llegan otras 200. Entonces la idea es buscar otras alternativas que permitan el control”.
Como dato, en lo que respecta a su prolificidad, las palomas de plaza viven al rededor de cinco años en vida libre y 15 años en cautiverio. Y una pareja puede tener de cinco a más crías por año. Cada hembra pone en promedio dos huevos que usualmente son cuidados por ambos padres, eclosionando entre 16 a 19 días después de la puesta.
¿Qué hace el Distrito?
Al ser una especie invasora se requiere manejo y control. Desde el 28 de octubre de 2019 Bogotá cuenta con un protocolo que incluye cuatro estrategias: atención médico-veterinaria en el Centro de Atención a Palomas (CAP), control e inhabilitación de sitios de anidación, estudio de los impactos a la fauna silvestre bogotana y la posibilidad de utilizar medicamentos para el control de fertilidad y/o la esterilización quirúrgica.
Sobre esto último, varios expertos coinciden en que es un riesgo para las demás aves nativas -recordando que Colombia es el país más biodiverso del mundo- pues podrían comerlos y atentar contra su reproducción y conservación.
Hoy, según el IDPYBA, saber la cantidad de palomas en Bogotá es “imposible”, pues son aves que migran. Sin embargo, hay 68 puntos de aglomeración, donde las plazas de Bolívar y Lourdes, y el parque Alfonso López son los puntos más críticos, con más de 200 palomas. “Según estudios de ecología, lo preferible es que no se concentren más de 2 o 4 palomas por metro cuadrado”, dijo Mauricio Cano, líder del programa de Sinantrópicos, del IDPYBA.
De ahí la necesidad de ejercer control, lo que implica cuantiosas inversiones. El costo, desde una revisión hasta una posible rehabilitación, dice Cano, depende de si atiende una o 100 palomas de plaza. “El promedio, cuando se hacen brigadas en sitio, con logística y medicamentos, no vale más de $20.000 por paloma. De otro lado, el valor de la esterilización en un macho, por ejemplo, es de $80.000, que puede ser alto, pero recordemos que de tres palomas salen 32 crías al año, pues tienen cuatro puestas de dos pichones”.
Pero aquí surge la pregunta: ¿ha servido este proceso, teniendo en cuenta su rápida reproducción? “Donde nosotros tratamos, volvemos a hacer censos, y si llega a aumentar, es de interés de nuestro equipo interdisciplinario. Hoy, en general en los puntos, hemos visto una reducción del 60 %”, detalló Cano.
Para Diego Soler-Tovar, docente de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la U. de La Salle, la esterilización no es suficiente si no hay un trabajo que complemente el control de la sobrepoblación. “Decir que es la mejor o la única es errado. Hay que mirar en el tema preventivo. ¿Cómo sensibilizo a la comunidad de evitar crear refugios o fuentes de alimentación? ¿Se puede considerar, bajo criterios de bienestar animal, la eutanasia?”.
La paloma es parte de la cultura de muchos países e incluso la razón para irse a tomar la típica foto. Saber cómo relacionarnos con ellas y la responsabilidad que tenemos de no alimentarlas o facilitarles la anidación es parte también de la cadena de responsabilidades, así como de los entes territoriales de seguir monitoreando si el plan de manejo sigue siendo costo-efectivo y adecuar aquellos patrimonios arquitectónicos, sin que atente contra esta especie invasora.
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Por María Angélica García Puerto
