José Emilio Patiño Carranza, de 74 años, no llegó a la calle por el vicio, a sus 74 años no ha probado una droga, “mi único vicio es el tinto y el cigarrillo”, reconoció el hombre que tuvo que optar que vivir en la calle como resultado de una serie de infortunios. Su historia y condición reflejan dos de las características que ahora predominan en las 10.478 personas que fueron censadas y viven en calles bogotanas: es una población que está envejeciendo y aunque la droga sí es el factor que mantiene a la mayoría durmiendo a la intemperie, esta no es la principal causa de su habitabilidad en la calle.
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Estos son algunos de los resultados más reveladores que entregó el nuevo Censo de Habitantes de Calle, un ejercicio que no se hacía desde hace siete años en la capital y que en 2024 adelantó la secretaría de Integración Social, durante un mes, en los que las cuadrillas de censistas realizaron 11.260 registros y 8.795 entrevistas en la zona urbana y en el borde rural de la ciudad.
¿Qué se encontró?
En los últimos siete años, la población habitante de calle aumentó cerca del 10 %: en 2017 fueron censados, 9.538. La actual administración espera encontrar muchos más de los que se tienen hoy día. “Esperábamos un mayor crecimiento, pero notamos una reconfiguración en la geografía de los habitantes de calle. A pesar de que la mayor concentración sigue siendo el centro histórico (La Candelaria, Los Mártires y Santa Fe), aparecen concentraciones en otras localidades”, señaló el secretario de integración social, Roberto Angulo.
Según el censo, en Los Mártires, Santa Fe y La Candelaria vive el 25,6% de la población, lo que representa una disminución en comparación con 2017, el cual indicaba que en las localidades del centro habitaba el 33 %. Sin embargo, el nuevo estudio da indícios de una migración hacia el occidente, especialmente a Kennedy donde hoy vive el 10 %, cifra que aumentó en comparación con el censo pasado. A estas se suman Puente Aranda (6,6 %); Rafael Uribe Uribe (6,3 %), Engativá (6,2 %) y Suba (5,6 %), figuran en las localidades con más habitantes de calle.
Sobre otras características, se tiene que nueve de cada 10 son hombres (9,52 %, mujeres, 0,09 % intersexuales). Es de notar que el 13,1 % del total de la población presenta alguna discapacidad (más de 1.300 personas), lo que pone en la lupa otras necesidades por atender. Sobre las causas que los llevaron a habitar en la calle, llama la atención que ahora la principal razón es el conflicto familiar (38,3 %), superando al consumo de drogas, segunda con 29,4 %. El panorama lo completan la pérdida de fuente de ingresos (8,1 %) y decisión propia (8,5 %).
Entre los que consumen estupefacientes, el bazuco sigue siendo la sustancia predilecta. El 49,1 % lo consume por encima de la marihuana (13,2 %), el cigarrillo (11, 5%), el alcohol (7 %), los inhalantes (1,4 %), la cocaína (0,4 %) y la heroína (0,4 %). Sobre esto, el secretario de Salud, Gerson Bermont, pidió al mandatario avanzar en una investigación sobre el ‘bazuco’. “Hoy no tenemos idea qué tiene esta sustancia. Las mafias las revuelven con otras cosas más peligrosas y adictivas. No tenemos la capacidad o necesitamos un mecanismo de cooperación para investigarla”.
En términos de seguridad, casi un tercio de los habitantes de calle teme por su vida y el 5 % ha intentado suicidarse. Y sobre de qué viven, aumentó el porcentaje de habitantes de calle que se dedican al reciclaje: el 46,6 % dice dedicarse a esta actividad (7 % más que hace siete años).
Nueva ruta de atención
La presentación de los resultados estuvo acompañada de miembros del gabinete distrital y un grupo de exhabitantes de calle que finalizan su proceso de rehabilitación en una de las 13 unidades operativas que tiene Bogotá para atender a poco más de 3.000 personas de la población habitante de calle o en riesgo de estarlo.
Uno de ellos alzó uno de los micrófonos y se dirigió al alcalde Carlos Fernando Galán: “Tengo 52 años, después de 25 de habitabilidad en calle, yo no tengo una experiencia ni un cartón laboral y algunos tenemos problemas de salud, se completan nueve meses del proceso y nos dicen que hagamos autogestión, y no conseguimos trabajo estable, muchas personas no ingresan a estos sitios porque entramos y salimos bonitos gorditos, pero después salimos sin familia, sin nada, ¿qué nuevas estrategias se generan para que esto no siga sucediendo?”, preguntó.
Y es una de las preguntas que la administración se hace, ya que los resultados configuran nuevas necesidades y focalización. Pilotos que ya están andando como incluir a estas personas a trabajos como en Transmilenio, que ya incorporó a 16 exhabitantes de calle o en procesos culturales como la recuperación de sectores marginales, son parte de la apuesta de inclusión laboral. No obstante, el alcalde reconoció: “es muy poca oferta la que tenemos, hay un mundo completo que tenemos que trabajar”.
José Emilio Patiño es uno de esos exhabitantes de calle que está por salir del hogar de vida, El Camino, ubicado en Engativá. Tiene un poco de miedo, porque ahora lo único que sabe hacer son manillas y algo de bisutería, que ha aprendido en estos meses de proceso. Afuera no lo espera familia más que sus dos hermanas, mayores que él. Historias así abundan en las calles de Bogotá, una capital que con el censo empieza a conocer más detalles sobre esta realidad, así como la vida y las necesidades de esta población.
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Por Juan Camilo Parra
