Un colegio de Bogotá llenó de orgullo a la ciudad al ser uno de los mejores del mundo en 2024. Pero el plantel no era una institución campestre para clases privilegiadas, sino el colegio La Giralda, en pleno corazón de Las Cruces, uno de los barrios con más dificultades socioeconómicas de Bogotá, el cual hizo historia al quedar entre los 10 mejores del mundo, en el prestigioso World’s Best School Prizes.
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Gracias al galardón, en su momento, recibió la visita de los duques de Susex y de una entusiasta Francia Márquez (vicepresidenta de la República), quien quedó maravillada con su metodología pedagógica y su particularidad: La Giralda, pese a ser originalmente una institución oficial, es hoy uno de los 35 colegios en administración (CEA), o en concesión, que operan hace 25 años en Bogotá.
El modelo es simple: el Distrito establece una alianza con una entidad privada para que administre y desarrolle su modelo educativo en un colegio público. La historia se remonta a 1998, cuando la Alcaldía construyó 25 colegios para que los administraran privados. Al igual que con otras concesiones, se hizo una licitación, se eligieron a los operadores y, a partir de 2001, les entregaron las riendas por 15 años. En este tiempo la Alcaldía pagó por la educación de cada alumno.
La estrategia fue posible gracias a la Ley 80 de 1993, que permitía a las ciudades descentralizar esta competencia, bajo ciertos requisitos. El modelo, en su momento, generó opiniones y resultados de diversa índole. No obstante, esta última variable terminó por convencer a muchos de que era una buena metodología para mejorar resultados académicos y tasas de deserción.
A pesar de que en la alcaldía de Gustavo Petro se pensó en acabarlos, ocurrió todo lo contrario. En 2016, el Concejo no solo aprobó una prórroga de 10 años, sino que permitió sumar 10 instituciones. Hoy, 25 años después del surgimiento de la iniciativa, el paradigma de los CEA está fortalecido y sus virtudes son reconocidas, incluso por sus propios detractores.
Educación de calidad para todos
Actualmente, casi 60.000 alumnos están matriculados en los 35 colegios por concesión. Su administración está en manos de 10 operadores, entre ellos la Alianza Educativa, que tiene 10 colegios a cargo. Diana Paola Basto, directora de la Alianza, resalta las ventajas, comenzando por los costos: mientras el Distrito les paga a los CEA $4.800.000 por alumno, el costo de un estudiante de un colegio público ronda los $6.200.000. El Espectador quiso verificar el dato con la Secretaría de Educación, pero no obtuvo respuesta.
Aunque los aciertos no se limitan a la reducción de los costos, sino a la estrategia educativa, cuyos resultados han sido el escudo de estos colegios, frente a las críticas, y a la baja deserción. Por ejemplo, mientras en los CEA la tasa fue del 0,8 %, la de los distritales fue de casi 4 %. De igual forma, estudios sobre el modelo, adelantados por académicos especializados en educación, como Felipe Barrera, dan cuenta de otros resultados notables, como los del Test de Vocabulario en Imágenes Peabody (Ppvt).
Este, recalca el investigador, está relacionado con el potencial del IQ y determinó que los alumnos de los colegios CEA tienen mejores resultados que los niños que no asistieron a estos colegios. Del mismo modo, resultados en pruebas como las del Icfes son más elevados que en los colegios distritales, aunque en este indicador la diferencia es apenas de dos puntos porcentuales.
El valor de este modelo se nota en casos como el Gimnasio Sabio Caldas, que abrió sus puertas el 2 de mayo de 2000, en el barrio Arborizadora Alta, en Ciudad Bolívar. El plantel cuenta con fondos de becas para estudios superiores, salones para formación de técnicos y programas de alimentación para sus 1.400 estudiantes. Santiago Espinosa, rector de la institución, resalta que lo mejor de estos es la proximidad que tienen, por ejemplo, con los colegios gestores.
Para este caso, el Sabio Caldas está bajo la administración del Gimansio Moderno, un colegio tradicional, pero costoso, al norte de Bogotá. Sin embargo, el coro del Moderno y el del Sabio Caldas ensayan juntos, y los profesores de ambos planteles viven en constante charlas para intercambiar experiencias. “Es una forma de integrar las dos ciudades, quitar esa burbuja que a veces está presente en el norte e integrar más a la ciudad”, menciona Espinosa.
Otro ejemplo es el del colegio La Giralda. Su rector, Serafín Ordóñez, da cuenta de las transformaciones desde que llegó, en 2003, como profesor de teología, hasta ser quien dirige uno de los 10 mejores colegios del mundo. “Al llegar encontré una comunidad desmoralizada, microtráfico, pandillismo y un pesimismo generalizado. En 2017, cuando regresé como rector, me dediqué a cambiar esa situación”, cuenta Ordóñez.
Bajo esta línea, Charlotte Greniez, directora de Bienestar y Desarrollo Socioemocional de Alianza, menciona que estos colegios obtienen hasta un 80 % de rendimiento en índices internacionales de bienestar emocional frente al 60 % de los distritales. “Tenemos bajas tasas de depresión, consumo de sustancias y embarazos adolescentes frente a colegios oficiales e incluso privados de Bogotá”.
Los reparos
Desde que nació el modelo, los sindicatos de maestros lo han criticado por la precarización laboral de algunos maestros. Lo anterior, dado que en la mayoría a los profesores los contratan por temporadas cortas, lo que impide su estabilidad laboral. Esto, sin embargo, quedó parcialmente enmendado con la ampliación de la concesión en 2016, cuando se puso como condición que las CEA garantizaran contratos de mínimo 11 meses a los maestros.
Asimismo, otros expertos en educación, como Ángel Pérez, señalan consecuencias del modelo, como la segregación entre estudiantes de colegios CEA y distritales.
Pero independiente a los reparos, dos décadas y media después, hay suficiente evidencia para escudriñar el modelo en sus luces y sombras. Escuchar las experiencias de expertos, alumnos y actores del sistema será clave para potenciar los buenos resultados, sin dejar de lado la merecida estabilidad laboral de los docentes y, de paso, ser modelo para mejorar los colegios distritales. Queda un año para que la concesión caduque y el cabildo discuta su futuro. Ojalá la evidencia y los retos sean lo que encabece la agenda del debate.
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