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                                                                                                                              ¿Cómo llegaron los palestinos hasta el centro de Bogotá?

                                                                                                                              Desde finales del siglo XIX, en varias oleadas migratorias, miles de palestinos han llegado a Colombia, donde encontraron un segundo hogar, aunque parte de su corazón se quedó en su tierra.

                                                                                                                              Agencia Anadolu

                                                                                                                              Alí Nofal, migrante palestino radicado en Colombia, atiende 'La nueva galería de la once', uno de los almacenes de ropa que tiene en el centro de Bogotá, en la carrera novena con calle once. / Agencia Anadolu

                                                                                                                              ¿Cómo llegaron los palestinos hasta aquí?, piensa el transeúnte desprevenido que camina por los alrededores de la Plaza de Bolívar, por la calle once con carrera novena, y alcanza a escuchar sus acentos extraños o a ver mujeres que atienden los almacenes de ropa con su cabello cubierto por velos. O cuando los ve en alguna esquina, reunidos, riendo, fumando, hablando en árabe.

                                                                                                                              Pero esa no es una pregunta fácil de responder. Su explicación se remonta a finales del siglo XIX, cuando debió llegar el primer palestino —hasta hoy anónimo—a suelo colombiano. Desde entonces y hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial, en 1914, se presentó la primera oleada de migración árabe registrada en Colombia.

                                                                                                                              En ese momento la institución política que dominaba Palestina era el Imperio Otomano. Ni Palestina ni Siria ni Jordania ni El Líbano existían aún como Estados. Ellos “no venían huyendo, pero sí intentando una opción distinta ante la dominación del imperio”, asegura Alexander Montero, asesor político de la embajada de Palestina en Colombia y estudioso del tema.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Esta migración se termina de fortalecer con una tercera oleada, que se da en el marco de la tercera guerra árabe-israelí, conocida como la Guerra de los Seis Días, en 1967, y luego en el contexto de la guerra civil de El Líbano, entre 1975 y 1990.

                                                                                                                              Hoy, de acuerdo con cálculos aproximados de la embajada de Palestina —ya que no hay un censo oficial—, en Colombia hay entre 100.000 y 120.000 palestinos, de primera, segunda, tercera y cuarta generación, así incluso algunos de ellos no se sientan como tal. Sin embargo, todos cuentan como palestinos porque, de acuerdo con el Derecho Internacional, por su situación de conflicto, sus descendientes son considerados comunidad palestina en la diáspora.

                                                                                                                              De estos, cerca del 90% se encuentra en la Costa Atlántica, sobre todo en Barranquilla, y el 10% restante estaría distribuido en el resto del país. “Muchos prefirieron quedarse en la Costa porque geográficamente les recuerda más el Medio Oriente que Bogotá, sin duda alguna: el clima, el ser costeras, o costumbres comunes como el hecho de sentarse en el patio de la casa, entre cuatro y seis de la tarde, a esperar que el calor baje, a charlar con los vecinos”, relata Montero.

                                                                                                                              Además, gran parte de la población que llegó al país lo hizo por azar. “Aquí funciona mucho la anécdota de que se suben allá en un barco que les ofrecía que iba para América, pero ellos estaban esperando la Estatua de la Libertad y encontraban cualquier otra cosa. Ellos se bajaban y como a los cuatro meses se enteraban de que no era Estados Unidos sino un país llamado Colombia”.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              En Bogotá se encontró con una comunidad árabe incipiente, próspera, activa. Muchos de sus paisanos tenían almacenes de ropa y negocios ya establecidos. Le prestaron mercancía y empezó a trabajar, vendiendo ropa, telas, sábanas y cubrelechos, a crédito, tocando puertas.

                                                                                                                              En esa época la calle once con carrera novena debía tener un ligero aire de bazar. Habría entre 200 y 300 comerciantes palestinos que vendían ropa, principalmente, y despachaban mercancía que se vendía al detal.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              “Me vine aquí a Colombia y me establecí con mi familia. Hoy en día yo tengo una familia grande, una familia de siete hijos, seis de ellos colombianos, menos la niña, que nació en Palestina, pero yo también tengo lazos con mi patria, nunca jamás pierdo mis lazos con esa parte”, dice Alí.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              “Van y vuelven, pero están aquí —dice Alí—. Nosotros no prestamos servicio militar allá; lo prestamos aquí en Colombia. Eso quiere decir que son gente integrante, que hacen parte de la nación, y lo que pase a la nación, sea bueno o malo, nos pasa a nosotros”.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Su hijo, Ramez Nofal, mantiene su legado y en 2009 abrió un restaurante en el mismo sector, llamado Alí Babá. Para Ramez, “la comida árabe es especial, es muy buena, y es lo que más nos ha mantenido como comunidad”. Al restaurante acuden árabes y colombianos, y también es contratado para ofrecer comidas especiales en eventos políticos.

                                                                                                                              Ramez cuenta que en la zona se reúnen “árabes, entre palestinos, libaneses, sirios, egipcios. Hay sirios, pero no a raíz de los problemas de Siria, sino de hace muchos años, porque acá (en Colombia) la mayor colonia es siriolibanesa, y hay muchos palestinos”.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              La familia Nofal casi siempre almuerza en Alí Babá. Al fondo está su madre y su esposa, quien acaba de llegar de Palestina, donde se casaron en julio del año pasado. Todo lo que ve es nuevo para ella, y hasta el momento le gusta. Ya pronuncia, con fluidez, un tímido “mucho gusto”.

                                                                                                                              Pero Ramez extraña Ras Karkar, el pueblo de su esposa y de sus ancestros, a unos 12 kilómetros de Ramala. Allá se “amaña” mucho, a pesar de las requisas, los retenes, los toques de queda, y aunque ahora esté rodeado de asentamientos israelíes. Según él, “ya los asentamientos cada vez parecen más las ciudades, y los pueblos dejan de ser pueblos y se vuelven como los asentamientos. Se está volviendo al revés”.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No sería, en todo caso, el primero en abandonar estas calles. “Muchos se han ido”, cuenta Alí. “Muchos han emigrado a los Estados Unidos, muchos se han devuelto, muchos han muerto también”. De los casi 300 palestinos que trabajaban allí hace unas décadas quedan entre 20 y 40, según sus aproximaciones.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Alí Nofal, migrante palestino radicado en Colombia, atiende 'La nueva galería de la once', uno de los almacenes de ropa que tiene en el centro de Bogotá, en la carrera novena con calle once. / Agencia Anadolu

                                                                                                                              ¿Cómo llegaron los palestinos hasta aquí?, piensa el transeúnte desprevenido que camina por los alrededores de la Plaza de Bolívar, por la calle once con carrera novena, y alcanza a escuchar sus acentos extraños o a ver mujeres que atienden los almacenes de ropa con su cabello cubierto por velos. O cuando los ve en alguna esquina, reunidos, riendo, fumando, hablando en árabe.

                                                                                                                              Pero esa no es una pregunta fácil de responder. Su explicación se remonta a finales del siglo XIX, cuando debió llegar el primer palestino —hasta hoy anónimo—a suelo colombiano. Desde entonces y hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial, en 1914, se presentó la primera oleada de migración árabe registrada en Colombia.

                                                                                                                              En ese momento la institución política que dominaba Palestina era el Imperio Otomano. Ni Palestina ni Siria ni Jordania ni El Líbano existían aún como Estados. Ellos “no venían huyendo, pero sí intentando una opción distinta ante la dominación del imperio”, asegura Alexander Montero, asesor político de la embajada de Palestina en Colombia y estudioso del tema.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Esta migración se termina de fortalecer con una tercera oleada, que se da en el marco de la tercera guerra árabe-israelí, conocida como la Guerra de los Seis Días, en 1967, y luego en el contexto de la guerra civil de El Líbano, entre 1975 y 1990.

                                                                                                                              Hoy, de acuerdo con cálculos aproximados de la embajada de Palestina —ya que no hay un censo oficial—, en Colombia hay entre 100.000 y 120.000 palestinos, de primera, segunda, tercera y cuarta generación, así incluso algunos de ellos no se sientan como tal. Sin embargo, todos cuentan como palestinos porque, de acuerdo con el Derecho Internacional, por su situación de conflicto, sus descendientes son considerados comunidad palestina en la diáspora.

                                                                                                                              De estos, cerca del 90% se encuentra en la Costa Atlántica, sobre todo en Barranquilla, y el 10% restante estaría distribuido en el resto del país. “Muchos prefirieron quedarse en la Costa porque geográficamente les recuerda más el Medio Oriente que Bogotá, sin duda alguna: el clima, el ser costeras, o costumbres comunes como el hecho de sentarse en el patio de la casa, entre cuatro y seis de la tarde, a esperar que el calor baje, a charlar con los vecinos”, relata Montero.

                                                                                                                              Además, gran parte de la población que llegó al país lo hizo por azar. “Aquí funciona mucho la anécdota de que se suben allá en un barco que les ofrecía que iba para América, pero ellos estaban esperando la Estatua de la Libertad y encontraban cualquier otra cosa. Ellos se bajaban y como a los cuatro meses se enteraban de que no era Estados Unidos sino un país llamado Colombia”.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              En Bogotá se encontró con una comunidad árabe incipiente, próspera, activa. Muchos de sus paisanos tenían almacenes de ropa y negocios ya establecidos. Le prestaron mercancía y empezó a trabajar, vendiendo ropa, telas, sábanas y cubrelechos, a crédito, tocando puertas.

                                                                                                                              En esa época la calle once con carrera novena debía tener un ligero aire de bazar. Habría entre 200 y 300 comerciantes palestinos que vendían ropa, principalmente, y despachaban mercancía que se vendía al detal.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              “Me vine aquí a Colombia y me establecí con mi familia. Hoy en día yo tengo una familia grande, una familia de siete hijos, seis de ellos colombianos, menos la niña, que nació en Palestina, pero yo también tengo lazos con mi patria, nunca jamás pierdo mis lazos con esa parte”, dice Alí.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Su vida y la de sus hijos ha estado marcada por esa nostalgia, por ese permanente ir y venir. Durante diez años su esposa (también de origen palestino y quien llegó en 1984, luego de que Alí pidiera su mano vía telefónica) vivió con sus hijos en Palestina, para que aprendieran su idioma, su religión, sus costumbres. Ellos crecieron entre ambos mundos. Hablan perfecto árabe, así como perfecto español, con acento colombiano.

                                                                                                                              “Van y vuelven, pero están aquí —dice Alí—. Nosotros no prestamos servicio militar allá; lo prestamos aquí en Colombia. Eso quiere decir que son gente integrante, que hacen parte de la nación, y lo que pase a la nación, sea bueno o malo, nos pasa a nosotros”.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Su hijo, Ramez Nofal, mantiene su legado y en 2009 abrió un restaurante en el mismo sector, llamado Alí Babá. Para Ramez, “la comida árabe es especial, es muy buena, y es lo que más nos ha mantenido como comunidad”. Al restaurante acuden árabes y colombianos, y también es contratado para ofrecer comidas especiales en eventos políticos.

                                                                                                                              Ramez cuenta que en la zona se reúnen “árabes, entre palestinos, libaneses, sirios, egipcios. Hay sirios, pero no a raíz de los problemas de Siria, sino de hace muchos años, porque acá (en Colombia) la mayor colonia es siriolibanesa, y hay muchos palestinos”.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              La familia Nofal casi siempre almuerza en Alí Babá. Al fondo está su madre y su esposa, quien acaba de llegar de Palestina, donde se casaron en julio del año pasado. Todo lo que ve es nuevo para ella, y hasta el momento le gusta. Ya pronuncia, con fluidez, un tímido “mucho gusto”.

                                                                                                                              Pero Ramez extraña Ras Karkar, el pueblo de su esposa y de sus ancestros, a unos 12 kilómetros de Ramala. Allá se “amaña” mucho, a pesar de las requisas, los retenes, los toques de queda, y aunque ahora esté rodeado de asentamientos israelíes. Según él, “ya los asentamientos cada vez parecen más las ciudades, y los pueblos dejan de ser pueblos y se vuelven como los asentamientos. Se está volviendo al revés”.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Eso se compensa por lo demás: el clima, los amigos, la sensación de pertenencia. “Nuestro pueblo son tres familias, y más o menos cada familia son 700 personas. Sí, la familia Nofal en mi pueblo son 700 personas. Todos somos parientes, primos lejanos, mejor dicho…”. Por eso él no descarta “algún día volver”.

                                                                                                                              No sería, en todo caso, el primero en abandonar estas calles. “Muchos se han ido”, cuenta Alí. “Muchos han emigrado a los Estados Unidos, muchos se han devuelto, muchos han muerto también”. De los casi 300 palestinos que trabajaban allí hace unas décadas quedan entre 20 y 40, según sus aproximaciones.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Mientras tanto, junto con su familia, Alí sigue manteniendo viva la calle bogotana de los descendientes de Ramala. Curiosamente todos provienen de pueblos de esa misma región. “El mundo es pequeño, porque Palestina también lo es”.

                                                                                                                              Por Agencia Anadolu

                                                                                                                              Ver todas las noticias
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