Crisis económica contada desde la clase media bogotana

En la emergencia, el reto de millones de capitalinos es buscar cómo adaptarse al nuevo escenario para no caer en el desespero, la quiebra de sus negocios o, en el peor de los casos, llegar a situación de pobreza.

Manuela Valencia Gómez
06 de mayo de 2020 - 03:39 a. m.
 Trabajadores del sector calzado participan este martes en una marcha en la que exigen que se hagan efectivas las ayudas del Gobierno. / EFE - El Espectador
Trabajadores del sector calzado participan este martes en una marcha en la que exigen que se hagan efectivas las ayudas del Gobierno. / EFE - El Espectador

Yalile abría su salón de belleza 12 horas diarias y gracias al flujo de clientes ganaba hasta $1 millón libres a la semana. Rodrigo lograba comisiones de $5 millones vendiendo sonido profesional a iglesias, artistas, colegios y discotecas de grandes superficies. Sandra y su esposo, con su microempresa de marroquinería, exportaban cada mes, a su comprador en Panamá, más de 40 pares de zapatos y bolsos de cuero. Por su parte, las dos discotecas de Jorge, en Fontibón y Kennedy, daban ganancias de hasta $50 millones, que le permitían suplir con comodidad gastos como la educación de sus cuatro hijos.

Pero ninguno esperaba que sus actividades se frenaran de forma abrupta por la emergencia sanitaria que obligó al Gobierno a decretar la cuarentena obligatoria. No hubo tiempo de prepararse, ni financiera ni emocionalmente. Y aunque se habla desde casos particulares, esta no es una situación que solo padecen unos cuantos. El exsecretario de Planeación, Andrés Ortiz, cree que esta crisis laboral y económica es un patrón común en la clase media, en la cual está el 44 % de la población bogotana.

“Es una clase volátil, porque la mayoría tiene un nivel de dependencia absoluta de su salario, porque es trabajador independiente, informal o no le alcanzan sus ingresos para más. Es por esto que tiene poca capacidad de aguante y no tiene ahorros importantes que le permitan subsistir en un tiempo largo. Fácilmente, si esto se alarga, puede caer en la pobreza”, afirmó.

Por su parte, el economista Diego Guevara resalta que el problema es de mayor preocupación si se tiene en cuenta que la recesión que viven afecta la economía global de la capital. “Gran parte de esta población está inmersa en un importante sector que es la prestación de un servicio desde lo formal hasta lo informal, y que no siempre se puede brindar de manera virtual”.

Justo esta es una de las preocupaciones de Yalile, quien tiene su peluquería cerrada. Los servicios públicos y el arriendo siguen corriendo y no cuenta con algún colchón económico que los cubra. “Esto nos hizo ver la importancia de un ahorro para sobrellevar una contingencia, pero es que vivimos de lo que nos da la peluquería. No queda para ahorrar” dijo. A su desespero se suma la incertidumbre de no saber cuándo podrá abrir su negocio, teniendo en cuenta que, por bioseguridad, posiblemente no se permitirá por un tiempo prestar un servicio de contacto directo, como es el caso de las peluquerías.

La misma angustia siente Jorge, quien para sus dos discotecas tiene una nómina de 40 empleados. Ahora no tiene cómo pagarles a ellos ni a los arrendatarios ni a sus proveedores. “Esto nos está causando perjuicios millonarios, pero también emocionales. Se terminó mi estabilidad económica y es doloroso saber que tengo dos hijos en universidad, dos en el colegio, yo también estudio y ahora todos debemos parar nuestra educación”.

Para aliviar algunos de sus compromisos financieros ha ido a las entidades bancarias a pedir refinanciación, pero dice que no le brindan solución, porque su actividad está en alto riesgo, pues se estima que al menos por 18 meses, lugares que se presten para aglomeraciones no podrán funcionar.

La crisis para ese sector también es un golpe grande para Rodrigo, quien toda su vida ha trabajado con la industria de sonido profesional para grandes superficies, como conciertos y discotecas. Actualmente vive en estrato cuatro y mantiene a su familia con sus comisiones mensuales. Pero con estas restricciones no tendrá a quién venderle por un largo tiempo y aunque tuviera, el cierre de fronteras frenó la importación de los equipos que ofrece.

Pensando en la situación puntual de las transacciones comerciales entre naciones, la microempresa de Sandra y Sergio está en el limbo, debido a que su comprador de Panamá ha dejado de recibir sus productos y, por ende, no cuentan con ingresos para insumos, el pago de colaboradores y sostener los gastos de sus dos hijos.

El reto: reinventarse

Sandra y Sergio quieren migrar al comercio digital y vender sus productos por redes sociales. Esto requiere una inversión en pauta y pagar a quien se encargue de esta intervención. Por su parte, Yalile ha contemplado implementar una cabina de desinfección en su peluquería y trabajar con sus colaboradores en horarios divididos, para evitar aglomeraciones. Las expectativas para Rodrigo y Jorge son más pequeñas. Son conscientes de que su reinvención es casi imposible y la solución sería abandonar el gremio. “Toda la vida me he dedicado al negocio de la rumba, no sé hacer nada más y ponerme a improvisar ahora sin respaldo financiero es inviable”, dijo Jorge.

Rodrigo, resignado y siendo realista, dice que optará por buscar otra rama comercial, aprovechando que tiene experiencia como vendedor. Sin embargo, debido a la contingencia, sabe que para que lo contraten deberá ser paciente y encontrar el modo de acomodarse para mantener su hogar. “Tendré que dejar algunos bienes: vender el carro, buscar un lugar más económico y evitar consumos que no sean de primera necesidad”.

La reflexión común a la que llegaron todos es que la clave para hacerle frente a la crisis es la innovación, pero también que las alternativas son limitadas y requieren de una inversión que no tienen cómo cubrir. Por ahora, solo les queda esperar a que puedan salir a materializar sus ideas. Su situación se convierte también en un desafío para que el Distrito ponga en marcha un plan de reactivación económica en la capital y no permitir que el Producto Interno Bruto (PIB) caiga de manera insuperable.

Por Manuela Valencia Gómez

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