Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

Crónica de un destierro

La historia de un padre que culpa a los agentes del Esmad de la muerte de su hijo.

Redacción Bogotá

31 de enero de 2009 - 05:00 p. m.
PUBLICIDAD

Como tantas otras veces, cuando Yuri Neira oyó la voz ronca que le decía al otro lado del teléfono “deje de hablar tanto o si no su nombre va a quedar debajo de la lápida de su hijo”, apretó el aparato y colgó con furia. Años atrás hubiera tirado el celular hasta despedazarlo, maldiciendo por no poder descifrar quién era el responsable de esas llamadas que lo han petrificado de miedo desde 2005, que lo hacen alguien peligroso, que le cambiaron la vida por completo y que, en últimas, él presume provienen de los asesinos de su hijo Nicolás.

Esa última llamada fue distinta. Cuando la recibió no dejó de sentir la habitual rabia, ni el miedo, ni mucho menos el deseo casi natural de querer acabar con ese otro que le hablaba con voz imponente, pero ese día supo que esas palabras eran el augurio de lo que tendría que enfrentar días después. Desde que Nicolás, su pequeño de 15 años, salió con sus amigos el 1° de mayo de 2005 a buscar unos libros en el Mercado de las Pulgas del centro, y después fue reportado como uno de los heridos de las manifestaciones del Día del Trabajo, comenzó su lucha por recuperar la memoria de su hijo.

Algunos dicen que su pérdida fue tan grande que se transformó en paranoia y después en locura. Las versiones son muchas. Hay quienes dicen que Nicolás se cayó de un camión y que en el momento del descenso se golpeó justo en la cabeza; otros aseguran que el joven fue pisado por la multitud de los miles de marchantes. La Policía, por su parte, sostiene que él fue encontrado en el piso después de que los protestantes comenzaran a tirar papas explosivas en plena carrera séptima.

“Ese día, cuando terminaron los disturbios, había varios jóvenes en el piso. Algunos miembros del Esmad fuimos a prestarles primeros auxilios. En ese momento fue cuando la gente se confundió y comenzó a decir que en vez de ayudar al joven lo estábamos golpeando”, le relató el capitán Julio César Torrijos, agente del escuadrón, al periodista Pirry, del canal RCN, en una de sus crónicas.

Read more!

Para el padre la verdad es solo una. Nicolás murió entre los pies de los agentes que aprovecharon el tumulto para golpearlo. “Lo hicieron porque pensaban que era uno de esos jóvenes punk que causan problemas. Nicolás no pudo pararse, porque justo en ese momento, por el miedo quizá, sufrió un ataque de asma que lo dejó pasmado ahí sobre el pavimento”, dice Neira.

Para la Policía resulta inexplicable que un menor estuviera precisamente ese día en el lugar de la marcha cuando no había nada abierto. Según el ente, desde que murió Nicolás la oficina de Derechos Humanos de la Policía ha seguido el caso de Neira, ha puesto a su disposición  uniformados, psicólogos e incluso se les ha dado la orden a los agentes de que sean pacientes con él, como forma de entender su dolor de padre.


El llamado al silencio

El 16 de enero de 2009 cuatro camionetas del DAS, en las que se transportaban 20 detectives, llegaron al centro Salmón Cultural, en la avenida calle 32, abajo de la séptima. En la orden de allanamiento, emitida por la Fiscalía, se leía “Motivo: rebelión”. Según conoció El Espectador, la medida fue tomada después de que los vecinos se quejaran de movimientos sospechosos en el lugar, sobre todo en las noches.

Read more!

Para Neira compartir con jóvenes de todas la edades y movimientos políticos en aquel edificio tapizado con grafitis se convirtió en su única forma de volver a ser padre.

No ad for you

Después del 1° de mayo de 2005, del Yuri Neira que se dedicaba a vender seguros y  vestía de corbata, no quedaron ni vestigios. Desde el mismo momento en que supo que había perdido la adoración de su vida comenzó a asociarse con organizaciones defensoras de los derechos humanos, fundó una ONG contra la brutalidad policial y en los últimos años creó su centro cultural, al que llamó Salmón, pues como el pequeño pez, en aquel lugar Neira abrió un espacio para que distintos jóvenes de izquierda compartieran sus ideas.

Ese 16 de enero Neira estaba reunido con algunos de los jóvenes que pertenecen a su colectivo cuando llegaron los detectives. La noticia de que a Salmón Cultural habían llegado los agentes del DAS se regó rápido entre los demás jóvenes. Mientras los detectives se encontraban adentro haciendo la respectiva inspección, un grupo de punks se tomó la acera para protestar por lo que sucedía. Al poco tiempo llegó una tanqueta del Esmad para prevenir los posibles disturbios. Según las autoridades, cuando llegaron los agentes algunos vecinos salieron a aplaudir. Entre los murmullos se oía decir: “Ya era hora de que alguien viniera a hacer algo con ese lugar”.

No ad for you


“Los agentes del Estado realizaron este operativo de allanamiento afirmando que en esa casa funcionaba una célula de la guerrilla y que sus propietarios eran sospechosos de terrorismo”, dice un correo electrónico en el que las ONG exigen protección para Yuri Neira.

Según el DAS, el allanamiento se realizó tal como lo ordenó la Fiscalía. Al final de la diligencia los agentes no encontraron nada, ni siquiera un arma cortopunzante. “Como era de esperarse, después del operativo y de haberme catalogado arbitrariamente como miembro de la guerrilla, comenzaron a perseguirme las Águilas Negras. Al otro día, el 17 de enero de este año, dos hombres vestidos de civil llegaron hasta el edificio. Venían a llevarme. Me acordé de las llamadas y de las advertencias, y hasta de las tantas veces que mis amigos me habían recomendado que dejara el caso de Nicolás y siguiera adelante con mi vida. Para mi fortuna, ellos sólo tenían mi nombre y pensaron que Yuri era una mujer. Con unos amigos logramos forcejear hasta dejar a los dos hombres por fuera del lugar. Después la Policía tuvo que escoltarme”, narra Neira.

No ad for you

Desde entonces, el padre de Nicolás tuvo que refugiarse en casas de seguridad para preservar su vida. “A veces siento que es mejor morir por algo, que seguir viviendo por nada”, dice con la voz cortada. Por casi dos semanas tuvo que cambiar de residencia cada cierto tiempo y andar escoltado por un funcionario de la Alcaldía y por miembros de las ONG. No podía salir a la calle sin antes consultarlo con su equipo de seguridad, ni asomarse por la ventana. Debía reportarse cada dos o tres horas, avisar en dónde estaba, con quién y qué temas iba a hablar con cada persona. El uso de los celulares era restringido y no podía tener los aparatos prendidos durante todo el día para no correr el riesgo de ser ubicado satelitalmente.

Pese a sus constantes denuncias y reclamos por los hostigamientos de los que dice ser víctima, la Policía asegura que cada vez que le piden pruebas a Neira  para notificar los hechos, éste termina evadiendo el procedimiento.

El 1° de mayo de 2005


Durante seis días estuvo en coma Nicolás Neira. Los agentes del Esmad lo recogieron en la carrera séptima, entre calles 18 y 19, donde hoy se encuentra una placa que conmemora su muerte, y lo llevaron al hospital La Perseverancia, en La Candelaria. De allí fue trasladado a la clínica Jorge Piñeros Corpas. Neira estuvo con él todo el tiempo, no se apartó ni un segundo, lo cuidó hasta la muerte. “Desde ese momento han pasado 1.368 días o 32.900 horas, como quiera verlo, da igual”, dice.

No ad for you

El 8 de mayo de 2005, el entonces alcalde Luis Eduardo Garzón les pidió al Fiscal y al Procurador investigar la muerte del joven. El 16 de mayo del mismo año la Procuraduría General de la Nación anunció la apertura del caso. Desde entonces  ha pasado de fiscal en fiscal y el proceso, que está en manos del Colectivo de Abogados, sigue abierto sin ninguna definición.

Pese a que aún no se ha establecido cuál fue la real causa de la muerte de Nicolás, desde este incidente el Distrito creó el Grupo de Convivencia, que actualmente acompaña las marchas en la ciudad y que tiene como fin velar porque se respeten los derechos humanos en las manifestaciones. “También se introdujeron unas variables en la capacitación del Esmad para que se tenga siempre en cuenta la proporcionalidad del uso de la fuerza. Esto no quiere decir que consideremos que ellos sean los culpables de la muerte de Nicolás Neira”, explicó el subsecretario de Seguridad, Andrés Restrepo.

Desde 2005 el Distrito ha seguido el caso de este joven y de este padre que un Día del Trabajo se separaron por siempre. Según Restrepo, la última comunicación que tuvieron con Neira fue el día del allanamiento.

No ad for you

Pese a que Yuri juró que nunca abandonaría su causa, ni mucho menos a los jóvenes que lo han acompañado en su dolorosa lucha, el padre no aguantó más el encierro, ni los controles, ni el miedo, ni las llamadas ocasionales que le amargaban el alma y lo llenaban de rabia. Su partida fue clandestina, como todo lo que tuvo que ver con su vida en los últimos días. Y así, sin más, derrotado por el dolor, Yuri Neira salió del país la semana pasada para tratar de salvar su vida.

Por Redacción Bogotá

Conoce más

Temas recomendados:

Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.