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El COVID-19 y las medidas que se han tomado para mitigarlo no solo han resignificado el estilo de vida de los bogotanos, sino también el comportamiento de los delitos que los atormentaban. Aunque en tiempos de aislamiento estricto siguieron ocurriendo delitos como hurtos en las calles y buses, y aumentó el robo de bicicletas, estos dejaron de ser los mayores flagelos en cuanto a seguridad. A la par con los delitos de alto impacto comenzaron a ganar terreno otras modalidades, denominadas delitos de oportunidad, que son, en otras palabras, las nuevas formas de operar de los delincuentes, mientras gran parte de la ciudadanía está en casa.
Para expertos en seguridad, las organizaciones criminales dejaron de buscar a sus víctimas en la calle y se las ingeniaron, agotando todos sus recursos, para hacerlas caer desde sus casas. De esta manera, encontraron en la extorsión y la amenaza la oportunidad de delinquir sin tener contacto físico con la víctima.