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Dilema patrimonial

Al ambicioso proyecto de ampliar el Teatro Colón le ha salido al paso un incoveniente: algunos de los predios que se necesitan son patrimonio arquitectónico del centro histórico de la ciudad.

Santiago Valenzuela

11 de agosto de 2012 - 04:00 p. m.
La remodelación del Teatro Colón está en entredicho por normas patrimoniales. / Daniel Gómez
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¡Nicolás, papito, esta es su casa, mírela!, le dijo don Misael Gómez a su nieto de tres años mientras lo alzaba como entregándole una ofrenda al cielo, en el local que él, de familia campesina, construyó hace 20 años en el centro histórico de Bogotá. A finales de mes don Misael deberá desalojar, en compañía de su esposa y sus cinco hijos, El Florero, una pequeña frutería que al paso de los años se ha convertido en un lugar predilecto para comprar postres, sándwiches, pasteles y envueltos de mazorca. La razón de la despedida: la ampliación del Teatro Cristóbal Colón.

Mientras que la familia de don Misael empaca y busca otro local en la zona, siete establecimientos vecinos se preparan para enfrentar un nuevo futuro ante la inminente ampliación del Teatro Cristóbal Colón, el más ambicioso proyecto de restauración patrimonial que se haya desarrollado en Colombia y que, desde 2005, lidera el Ministerio de Cultura.

Inconvenientes en las instalaciones sanitarias y en la dotación eléctrica, así como el incumplimiento con las normas de sismorresistencia, obligaron al Ministerio a tomar la decisión de renovar toda la edificación. La intervención, que comenzó en 2008 con la ilusión de terminar el nuevo teatro para 2014, tiene como objetivo final su ampliación, que involucra a varios predios adicionales ubicados en la manzana 25 del Centro Administrativo de Bogotá, en el barrio La Candelaria.

Sin embargo, adquirir estos predios no ha sido una tarea fácil. Y, de hecho, los funcionarios del Ministerio de Cultura se han encontrado con una realidad legal y patrimonial que no sólo podría poner en aprietos al tan publicitado plan de ampliación, sino que incluso podría generar roces entre los gobiernos nacional y distrital.

Resulta que el Teatro Colón se asienta en una manzana que tiene 15 predios, 12 de los cuales tienen el estatus de conservación arquitectónica tipos A y B, lo que quiere decir, lugares que por su historia y representación artística y monumental no pueden ser demolidos. Los Decretos 678 de 1994 y 606 de 2001 dictan una protección especial para este tipo de predios, estableciendo sanciones administrativas frente a cualquier intento de demolición o renovación no autorizada.

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Desde que se planteó el proyecto de ampliación, en el año 2008, la superficie estimada para la intervención fue de 12 mil metros cuadrados, según explica Mariana Patiño, arquitecta a cargo del proyecto. De llevarse a cabo el plan inicial (que cuenta con tres fases, una de las cuales ya fue finalizada) el Ministerio de Cultura necesitaría adquirir los predios catalogados bajo protección arquitectónica tipos A y B.

Hasta el momento el Ministerio no ha tenido problemas con aquellos predios considerados patrimoniales. Esto, debido a que la Nación se ha limitado a buscar comprar los tres predios que bajo las normas urbanísticas pueden ser reedificados. Es decir, el local de don Misael, el centro comercial Capitol y el predio de la Universidad Autónoma.

De estos tres, sólo el local de don Misael ha sido comprado. La Universidad Autónoma se negó a vender y el centro comercial se encuentra negociando.

A esta situación se suma otro inconveniente. El Espectador tuvo conocimiento de dos reuniones ocurridas entre funcionarios de la Secretaría de Cultura, la Secretaría de Planeación, el Instituto Distrital de Patrimonio y el Ministerio de Cultura, en las cuales el Distrito manifestó la preocupación de que la fase III de la expansión del teatro podría afectar la morfología del centro histórico. Quienes temen por este plan aseguran que un teatro moderno, de siete pisos y un sótano, relegaría las casas de La Candelaria tanto en cuestión de altura como en diseño.

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Con estos inconvenientes de por medio, el Ministerio de Cultura se ha puesto en la difícil tarea de terminar un teatro que aún no cuenta con los predios necesarios para ser remodelado.

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La ministra de Cultura, Mariana Garcés, admite que todavía no se puede hablar de un terreno definido: “En tres meses o dos vamos a hacer el concurso arquitectónico. Sabemos qué queremos hacer, pero todo depende de los predios que tengamos”. En la discusión de los terrenos Patiño, la arquitecta, admite que el terreno disponible fluctúa: “La tercera etapa podría tener 12 mil metros cuadrados máximo. Pero estamos lejos de poder concretar un sueño de un teatro de producción como pueden ser los grandes escenarios del mundo, pues actualmente sólo podemos hablar de una ampliación de 6 mil metros cuadrados aproximadamente”.

La manzana del Colón tiene 37 mil metros cuadrados. Lo que quiere decir que, para lograr el proyecto original, la Nación tendría que hacerse a una porción de la manzana que hoy el Distrito considera patrimonio histórico y arquitectónico.

¿Cómo lograr esa expansión? ¿Vale la pena proseguir con la fase III no obstante el estatus de estas casas?

El dilema está siendo discutido en estas semanas y aún no hay una conclusión definitiva. Sin embargo, consultadas por El Espectador, tanto la secretaria de Cultura, Clarisa Ruiz, como la ministra Garcés, coinciden en asegurar que el estatus de esos predios no es indefinido y que, llegado el caso, se podría tomar la decisión de quitarles la categoría de protección.

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Con respecto a los temores que se han planteado alrededor del cambio de morfología de la manzana por cuenta del nuevo proyecto, la arquitecta Patiño opina que es usual que se introduzcan edificaciones modernas en el centro histórico. “La morfología de este barrio, que es administrativo e institucional, cambia con la construcción de grandes edificaciones. La Alcaldía es un ejemplo: tenía su fachada sobre la carrera octava y hacia atrás todas las casas se demolieron para darle paso a la modernización con un espectacular edificio, hoy en día modelo bellísimo”.

Sin embargo, en las reuniones que se han tenido alrededor del tema, algunos funcionarios distritales han manifestado que una construcción moderna, de siete pisos, transformaría irrevocablemente el paisaje republicano de esta parte de La Candelaria.

En el aire queda la pregunta de si Distrito y Nación se pondrán del mismo lado y buscarán revocarles el estatus de protección a algunos predios para continuar con el plan original. Pese a algunas disidencias en el proceso, el asunto ha sido tratado con sumo cuidado y una alta dosis de diplomacia, por parte de ambos lados, considerando que al gobierno Petro y al gobierno Santos los unen grandes proyectos y polémicas, desde la construcción de la primera línea del metro hasta la Avenida Longitudinal de Occidente.

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Para Garcés el Distrito no tiene la autoridad para revocar las decisiones del Ministerio de Cultura. Según la ministra, las leyes le han dado la potestad de intervenir estos bienes y tomar acciones de reconstrucción en predios de utilidad pública.

“A nosotros nos interesa ampliar el Teatro Colón con frutería y con todos los negocios que pueda haber ahí. Lo que estamos comprando todo lo podemos tumbar, no nos tiene que autorizar el Instituto de Patrimonio Distrital ni nada”.

En relación con otras problemáticas, como la compra del predio de la Universidad Autónoma, la ministra opina que aunque no se ha adquirido el predio, factores como las normas de sismorresistencia entran en juego y podrían terminar beneficiando al Ministerio. “Sacamos una resolución diciendo que no estamos interesados en comprarles. Quédense con su predio. La Autónoma no está, pero si no hacen caso a la norma de sismorresistencia les va tocar irse, porque eso es ilegal”, asegura la funcionaria.

En medio de esta difícil discusión la secretaria de Cultura del Distrito, Clarisa Ruiz, le dijo a este diario que es importante mantener un cuidado especial con las normas de patrimonio, pero sin descuidar los planes de revitalización del Teatro. “Con el Ministerio de Cultura establecimos una mesa de trabajo para mirar las reglas actuales y ver qué es lo que hay que hacer para impedir que este teatro se convierta en un museo”, asegura. Y añade: “En la Secretaría queremos devolverle la vida a un teatro como estos. Es una joya arquitectónica que no podemos dejar perder”.

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Hasta ahora, de manera oficial, el Distrito no ha mostrado ningún tipo de resistencia a los planes de la Nación. Sin embargo, al ser cuestionada por una posible imposibilidad de continuar con la ampliación, por cuenta de la resistencia del Distrito a que se desprotejan las casas de esta manzana, la ministra Garcés es contundente: “Si nosotros nos corremos de hacer el proyecto, nos corremos y ya, no ha pasado nada”.

‘El Plan de Revitalización es sólo palabras’

Más allá de la discusión arquitectónica, la ampliación del Teatro Colón podría presentar una posible incompatibilidad con el Plan de Revitalización del centro tradicional de Bogotá, uno de los proyectos clave de la administración de Gustavo Petro. Siguiendo la línea de combatir la segregación social en la ciudad, el Plan propone recuperar el patrimonio cultural de la mano con mejoras de las condiciones sociales.

En el Plan se subraya en negrillas la preocupación por casos como el de don Misael: “Hay amenazas de desplazamiento de la población tradicional y homogenización de usos. El Plan se orienta, entonces, a conservar la identidad, la diversidad y el patrimonio cultural de los bogotanos”.

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La ministra de Cultura, Mariana Garcés, dice sin embargo que el proyecto no ha sido presentado ante el Ministerio: “¿Cuál es el Plan de Revitalización del centro? Todavía no me lo han radicado y el que lo aprueba es este ministerio. La revitalización es lenguaje”.

El incierto futuro de ‘El Florero’

Casas como en la que se asienta ‘El Florero’ están a la espera de la llegada de la modernización. Desde que le avisaron a don Misael que tenía que dejar su local, no ha hecho aportes para su pensión y pasa cada noche buscando la manera de solucionar los problemas financieros que ahora debe enfrentar.

“Me indemnizaron con muy poca plata y ahora estoy endeudado, ya que ni puedo visitar a mi mamá en Fusa”.

A pesar de que ‘El Florero’ aparece dentro de los lugares más importantes de comida popular en la lista del Instituto Distrital de Turismo, su suerte ahora depende de las peripecias que haga don Misael para ubicarlo en algún local cercano. “De este negocio dependen mis tres hijas, mis nietos, y mis padres. Toca ver cómo hacer”.

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Por Santiago Valenzuela

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