El aceite de cocina es imprescindible en los hogares y sitios de comida, pero su mala disposición se ha vuelto un dolor de cabeza para la ciudad. La ausencia de buenas prácticas de almacenamiento, recolección, transporte y descarte no solo se ha vuelto una preocupación por su alto grado de contaminación (una gota puede contaminar hasta 1.000 litros de agua), sino por la afectación a los sistemas de drenaje de la ciudad. El panorama es complejo considerando que cada habitante consume hasta cuatro litros de aceite al año.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Y todo parte de una práctica que se ha normalizado en los hogares: desechar el aceite usado por los desagües de la casa o en las alcantarillas. Según un estudio realizado por Asograsas y la Universidad Javeriana, solo el 1 % del aceite de cocina usado se recicla adecuadamente en el país. El resto termina en alguna fuente hídrica, no sin antes causar estragos en las tuberías. Reutilizarlo en casa no es una opción, por el perjuicio a la salud humana, al ser considerado una sustancia potencialmente cancerígena.
Costos y consecuencias
Cada que se tira este líquido por los desagües, se enfría y se solidifica, formando bloqueos llamados fatbergs, que impiden el correcto flujo del agua. A pesar de los efectos, la ciudadanía solo los dimensiona cuando se le obstruye el lavaplatos o ve cómo se encharca la ciudad. El asunto es que este es un problema costoso y cada vez más frecuente. Según datos de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB), cada dos horas de sondeo, para eliminar obstrucciones en las redes locales, cuesta casi $1 millón, incluyendo el equipo especializado y la mano de obra.
Lea más: Buscar tratamiento a pacientes con artritis reumatoide: un reto distrital
En lo corrido de este año, la EAAB ha atendido 4.436 avisos por obstrucción de redes por grasas; es decir, uno cada 50 minutos. Si bien, los reportes han disminuido (el año pasado iban 4.637 para esta fecha), el problema sigue siendo preocupante. Los sectores que han tenido mayor impacto se ubican en las localidades de Engativá, Kennedy, Suba, Fontibón y Bosa. Pero los daños no son solo técnicos. Cuando las fatbergs alcanzan un tamaño considerable, pueden obstruir las alcantarillas por completo, generando encharcamiento, que afecta la movilidad y exponiendo a las comunidades a aguas residuales.
Para completar, los aceites alcanzan a llegar hasta las plantas de tratamiento de aguas residuales (PTAR), como la del Salitre, reduciendo su eficiencia. El año pasado, el Acueducto calculó que retiraron casi 100 toneladas de grasas y para el primer trimestre de 2025 ya iba en 62 toneladas. “Las grasas generan obstrucciones en equipos y tuberías; disminución de la oxigenación en el agua y afectación del proceso biológico de la planta. Esto ocurre porque son difíciles de descomponer por los microorganismos, lo que reduce la eficiencia del proceso.”, explicó la EAAB.
Restaurantes: parte del problema y la solución
En la tarea de buscar soluciones, se ha identificado que los locales comerciales y de ventas informales de alimentos no realizan la adecuada disposición de aceites, grasas y residuos de alimentos. Esto, a pesar de que desde 2009 la resolución 3957 exige trampas de grasa lo más cerca posible de la fuente de agua residual (generalmente la cocina) y hacer mantenimiento periódico cada vez que se alcance el 75 % de la capacidad de retención, so pena de sanciones civiles o penales.
Ejemplo de ello fue el caso de la cadena KFC, que este año ha sido denunciada, al menos dos veces, y sellada por malas prácticas. Los casos fueron el 7 de febrero y 27 de febrero, en los barrios Cedritos y 20 de Julio. Una operación sorpresa de la Secretaría de Ambiente evidenció prácticas irresponsables de vertimiento de aceite en el alcantarillado.
“Ya se habían dado unas recomendaciones que no fueron acatadas. Hacemos un llamado a todos para que sean corresponsables con Bogotá”, dijo el alcalde de Usaquén, Daniel Ortiz. “En este caso, el local fue clausurado por tiempo indefinido hasta demostrar la implementación de las correcciones necesarias para cumplir la regulación ambientales”, dijo el alcalde de San Cristóbal, Carlos Macías Montoya.
Una buena disposición
El Acuerdo 634 de 2015 obliga al Distrito a difundir, capacitar y promover en la población prácticas que fomenten el uso correcto y la adecuada prevención de la contaminación generada por el vertimiento de residuos de aceite vegetal usado.
Los 130 puntos de acopio habilitados por la Secretaría de Ambiente lo evidencian, pero siguen siendo desconocidos y usados solo por algunos ciudadanos; y campañas como “Cada uno por su lado como el agua y el aceite”, del Acueducto, que tiene objetivos trazados en reducir, prevenir y promover el uso de métodos adecuados y fomentar la participación ciudadana en la adopción de hábitos responsables.
Le puede interesar: Empatía: clave para reducir menores en la comisión de delitos
Aunque es claro que el aceite usado debería ser recogido por empresas especializadas que se encarguen de una adecuada disposición (incineración), también las acciones deberían estar orientadas a promover su reuso como materia prima para fabricar biodiésel, aditivos de caucho, jabones, tintas para artes gráficas, ceras, velas y resinas, entre otros.
“Si se impulsa la producción de biodiésel en Colombia a partir del aceite de cocina, se podrían reducir las emisiones de gases efecto invernadero del sector transporte en un 8 %”, detalló el Ministerio de Ambiente en 2018.
Esta, sin duda, es una práctica que sigue generando impactos desfavorables para el medioambiente, especialmente para el agua, el suelo y la salud humana, así como millonarios gastos públicos. Para combatir este problema es necesario crear conciencia ciudadana, cumplir la normativa de los establecimientos comerciales y la vigilancia institucional a través de mayores inspecciones, sanciones y campañas educativas que lleguen a todos. De lo contrario, será un tema de nunca acabar.
Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.