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El lunes, antes de 6 de la mañana, el usuario de Transmilenio, aún anhelando el fin de semana que acaba de pasar, se enfrenta a la realidad: una nueva semana de largas jornadas de trabajo. La frustración aumenta cuando piensa en el tiempo que tendrá que esperar en la estación para subirse a un bus repleto de gente apiñada hasta el techo; en los posibles olores; los roces obscenos; los codazos premeditados, y hasta en la inseguridad. Y mientras todo juega en contra de su ánimo, de fondo, como banda sonora que le pone comedia a ese drama, suena una canción alegre, un reggae de ritmo fácil o una melosa balada pop, que parece ajena a la escena.
Juan Carlos Pérez, el disc jockey de Transmilenio, es el responsable de la melodías gozosas en las horas dolorosas. Su anhelo, dice, es brindarle algo de confort al usuario frustrado por el servicio; al que anda agobiado por deudas; al que está furioso con la ciudad; al que se queda con la mirada fija en un punto entre la multitud, con un montón de angustias que le pesan en el cuerpo. Al fin, todos se reunen en la misma estación, y lo único que quiere Pérez es amenizar la espera. O, como él lo ve, “darle amor a la gente” a punta de música.
Eso de dar amor le quedó de su trabajo anterior. Pérez estuvo casi veinte años en la emisora Minuto de Dios. Ahí aprendió a hacer radio y entrenó esa voz de tenor con la que hace piruetas para recitar cuñas de memoria o dar los buenos días por altoparlante. Quiere traer algo de la radio espiritual –como le llama al género de su trabajo previo– al centro de emisión radial de Transmilenio.
Por eso pasó tres meses armando su archivo de canciones para Radio SITP. Lo fácil habría sido pedirles las listas de reproducción a sus colegas de las emisoras. Pero si lo hacía así, Transmilenio sonaría a lo mismo que lo hacen las estaciones radiales de la ciudad. Entonces buscó melómanos, gente con sus archivos particulares, que le pasaran sus colecciones y lo llevaran hacia más gente con archivos particulares. Así reunió las 50.000 canciones que desde el pasado 5 de agosto, cuando empezó a funcionar el centro radial, suenan en las estaciones.
Conseguir la música no fue nada si se compara con el siguiente reto: por Transmilenio circulan más de dos millones de usuarios diarios, entre niños, viejos, campesinos, oficinistas, costeños, paisas, indígenas… ¿Cómo escoger canciones que les gusten a todos? Lo primero, debían ser composiciones instrumentales, sin letra. Y en vez de apelar al gusto general, Pérez supo que debía acompañar los ánimos.
La música, cree, debe ser armónica con el momento del día. Debe acoplarse a las emociones del usuario en las primeras horas de la mañana, cuando está afanado por llegar a tiempo a su trabajo, o si lo hace al final de la tarde, cuando, cansado, regresa a casa. Por eso, cuando su turno acaba –a las 9 p.m.–, también piensa en qué canciones dejar programadas para los empleados que permanecen en las estaciones mientras asean, cierran caja o vigilan. “Es importante que haya continuidad. De un jazz se puede pasar a un soul, luego a un cover de música del mundo, luego a un porro chill out (de composición armoniosa, relajada) y de ahí a una cumbia adaptada”.
Radio SITP queda en la sede de Transmilenio. Allí, Pérez tiene una cabina con tres micrófonos y un computador. Afuera está el escritorio del técnico de sonido. Todo tan pulcro y ordenado, tan diferente a las caóticas estaciones de Transmilenio, las que puede observar a través de una pantalla. El DJ puede comunicarse no solo a toda las estaciones, a través de la emisora, sino que tiene un radio que le permite mandar un mensaje particular a cualquier punto del sistema. Así, su voz retumba, como la del que todo lo sabe, a través del parlante.
Además de la música, las propagandas de cultura ciudadana, la información sobre el SITP y de los mensajes que le recuerdan al usuario “que no está solo”, a Pérez le gusta mandar felicitaciones. En cualquier momento, un grupo de ciudadanos que hacen la fila ordenadamente mientras esperan el bus, podrán escuchar cómo se abre el micrófono y el locutor les agradece, les da una especie de palmada en la espalda a la distancia, por su civismo. Entonces, si en adelante, alguna canción le alegra la espera, o una voz desconocida exalta su comportamiento en la estación, usted sabrá que puede ser la de Juan Carlos Pérez, el DJ de Transmilenio.
Empieza la serie “Oficios curiosos”
En una ciudad donde el índice de desempleo llegó al 10,4% y la informalidad va en aumento, El Espectador abre un espacio para narrar los oficios raros, únicos e interesantes con los que algunos habitantes de Bogotá se ganan la vida, haciéndole frente al difícil panorama laboral. Será un homenaje a la recursividad e iniciativa de los colombianos.
En la serie “Oficios curiosos” se contarán historias como la de un profesor que enseña a jugar canicas, un buzo que se sumerge en las alcantarillas, una enfermera especializadas en sacar piojos y otros casos en los que se evidencia cómo muchos se rebuscan la manera de ganarse la vida. Se explicarán los detalles de cada uno de estos oficios únicos. Si conoce a alguien que tiene un oficio poco común y le gustaría contar su historia, escríbanos a bogota@elespectador.com.