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El grafiti y el espacio Público: La estupidez de la censura

Es una verdadera estupidez que sectores de la derecha extrema en Colombia hayan decidido convertir el espacio público en un campo de batalla ideológico. Por más que quieran, la memoria no se borra. La época de esconder historias y acallar voces ya pasó.

Felipe Jiménez Ángel
20 de enero de 2025 - 01:08 p. m.
AME2048. BOGOTÁ (COLOMBIA), 17/01/2025.- Integrantes de colectivos artísticos pintan un grafiti este viernes, en Bogotá (Colombia). Colectivos artísticos pintaron un mural con la frase 'Las cuchas tienen razón', un homenaje a madres de víctimas del conflicto armado sobre el que se ha abierto una polémica porque esa misma imagen fue borrada de una pared de Medellín y luego la volvieron a pintar. EFE/ Carlos Ortega
AME2048. BOGOTÁ (COLOMBIA), 17/01/2025.- Integrantes de colectivos artísticos pintan un grafiti este viernes, en Bogotá (Colombia). Colectivos artísticos pintaron un mural con la frase 'Las cuchas tienen razón', un homenaje a madres de víctimas del conflicto armado sobre el que se ha abierto una polémica porque esa misma imagen fue borrada de una pared de Medellín y luego la volvieron a pintar. EFE/ Carlos Ortega
Foto: EFE - Carlos Ortega
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Es una verdadera estupidez que sectores de la derecha extrema en Colombia hayan decidido convertir el espacio público en un campo de batalla ideológico. En ciudades como Bogotá y Medellín, esta pelea ha alcanzado niveles absurdos: murales que denuncian la violencia son borrados bajo el pretexto de preservar el “orden” o la “neutralidad”, negando la riqueza del espacio público como herramienta de memoria colectiva y transformación cultural.

El espacio público no es una pizarra para borrar historias incómodas. Es una vitrina donde las narrativas de las tensiones, las luchas y las esperanzas de una sociedad pueden coexistir. En ciudades marcadas por décadas de conflicto y desigualdad como Bogotá, los grafitis son más que expresiones artísticas: son actos de memoria que registran las verdades que a menudo se intentan silenciar. Borrar los murales ni desaparece los problemas, ni los esconde.

Ejemplos internacionales muestran cómo el arte urbano puede transformar ciudades y comunidades. Tal vez uno de los mejores ejemplos de la región es lo que pasó en San Miguel, Santiago de Chile, un barrio deteriorado que se convirtió en un museo a cielo abierto. Los murales, creados con el trabajo conjunto de artistas, autoridades locales y vecinos, no solo revitalizaron la zona, sino que también atrajeron turismo y lograron hacer diferentes reivindicaciones, procesos de memoria colectiva y generaron un profundo sentido de pertenencia comunitaria. Este modelo demuestra que el grafiti no es vandalismo, sino una forma legítima de construir memoria.

En Europa, ciudades como Berlín, Barcelona y Roma también han entendido el potencial del arte urbano como un recurso de transformación social y cultural. Berlín convirtió el famoso East Side Gallery, un tramo del muro que dividió a Alemania, en un ícono de reconciliación y resistencia. En Barcelona, el grafiti en barrios como el Raval es una herramienta de cohesión social que da voz a comunidades históricamente excluidas. En Roma, el arte urbano en el barrio Tor Marancia revitalizó una zona periférica, atrayendo turistas y uniendo a sus habitantes en torno al orgullo por su territorio.

Los recursos están al alcance. Bogotá cuenta con los estímulos culturales de la Secretaría de Cultura, los recursos de los fondos de las alcaldías locales, los proyectos de los presupuestos participativos y el fondo del Instituto Distrital de Turismo. Estas herramientas pueden ser usadas estratégicamente para financiar proyectos de arte urbano que integren a colectivos artísticos, comunidades locales y autoridades políticas. No se trata solo de embellecer paredes, sino de crear espacios que conecten memoria, arte y turismo, revitalizando nuestras ciudades y dándoles una identidad basada en su historia.

Bogotá tiene un enorme potencial para construir museos de memoria a cielo abierto. Un ejemplo concreto es la Calle 26, que desde hace muchos años cuenta con murales icónicos y que desde 2022 tuvo un trabajo integrado con varios artistas. Es posible pasar de un espacio intervenido de forma aislada a un eje estructurado que conecte memoria y turismo. Los pilotes y viaductos del metro son otro espacio con potencial inmenso: podrían ser intervenidos, no solo con jardines verticales, sino con murales que reflejen diferentes sentimientos bogotanos. La Carrera Séptima, con su peso simbólico, puede convertirse en el corazón de este museo urbano, narrando las tensiones y esperanzas de Bogotá

Para lograrlo, es clave fortalecer iniciativas como las mesas de grafiti, donde artistas, comunidades y autoridades locales puedan trabajar juntos para diseñar intervenciones que reflejen la diversidad de narrativas de la ciudad. Además, es fundamental garantizar convocatorias transparentes y recursos sostenibles que permitan una continuidad en estos proyectos, evitando que el arte urbano sea tratado como una moda pasajera.

El espacio público colombiano tiene el potencial de ser un motor de memoria, reconciliación y orgullo colectivo, pero eso no sucederá mientras sectores reaccionarios sigan borrando lo que les incomoda.

Por más que algunos sectores de la derecha extrema quieran, no pueden ocultar lo inocultable. La memoria no se borra. El grafiti es una forma de resistencia que sobrevive al borrado, a la censura y al silencio. La época de esconder historias y acallar voces ya pasó. Las paredes de Bogotá no están para callar, están para hablar, para gritar, para recordar. La memoria colectiva siempre encontrará cómo abrirse camino.

Siga leyendo en la sección: Novedades en el POT: Bogotá liberó 1.700 nuevas hectáreas para desarrollo urbano.

Felipe Jiménez Ángel

Por Felipe Jiménez Ángel

Es profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales, especialista en Estadística Aplicada y Magíster en Políticas Públicas. Fue secretario de Gobierno, secretario de Planeación y jefe de Gabinete entre 2020 y 2023 en la Alcaldía de Bogotá. @felipeangellfelipeangel@gmail.com
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Un tarado de nombre Diego Padilla (será del Centro Demoníaco??) vomita su odio contra las cuchas afirmando que sus hijos son terroristas, viciosos, etc. mientras que las madres ellas sí tienen hijos decentes y educados. Está ni que pintado para que llegue a Blu Radio a hacer coro con el otro imbécil de Nésto Morales. Seguramente la mamá de Dieguito será una señora de bien y se sentirá orgullosa de haber parido a semejante mequetrefe.
Raquel(46037)20 de enero de 2025 - 07:05 p. m.
Y volvimos a pintar ese4 mural. Y si lo vuelven a borrar, aparte de demandar al estúpido ese, se volverá a pintar. Lo único que logran es que más gente se sume y se haga caos en el trafico por el cierre de la 45 para poder pintar. Así que la derecha aúpa el caos. Que no se quejen después.
Elizabeth(40060)20 de enero de 2025 - 01:20 p. m.
Me gusta el arte urbano. Pero odio los rayones en las paredes, especialmente en edificios de conservación. En el debate, para que sea equilibrado, es necesario admitir que no solo hay algunas obras interesantes, sino también mucha basura visual.
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