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El líder detrás de 'la gran marcha'

Perfil del hombre que militó junto a Petro en el M-19, fue víctima de desaparición forzada y ahora dice ser “gestor de paz”

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Isabel Junca
15 de diciembre de 2013 - 09:00 p. m.
José Cuesta Novoa  es filósofo, político y docente bogotano. / Archivo -  El Espectador
José Cuesta Novoa es filósofo, político y docente bogotano. / Archivo - El Espectador
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José Cuesta Novoa o Mario, como lo llamaban en el escenario de la insurgencia política cuando formó parte del M-19, fue uno de los principales organizadores de la ‘Movilización en defensa de la paz y la democracia’. Una de las denominaciones que se le dio a la llamada concentración de “indignados” que se reunió el13 de diciembre en la Plaza de Bolívar en apoyo al destituido alcalde de Bogotá Gustavo Petro, quien había prometido que sería “la más grande en la historia de Bogotá”. Según Cuesta, en la Plaza se congregaron casi 100 mil protestantes que, al unísono, alzaron su voz en favor del mandatario.

No obstante, testimonios de asistentes a la Plaza de Bolívar afirman que esta no se encontraba tan llena como rezaban los defensores de la ‘Bogotá Humana’. Cuesta, en cambio, añadió que el martes pasado, en la segunda intervención del alcalde en el Palacio Liévano, había unas seis personas por metro cuadrado. “Esta vez doblamos esa cifra”, le dijo a El Espectador mientras se encontraba aún en vigía el viernes junto a un grupo de manifestantes, en medio de representaciones artísticas que se prolongaron hasta la mañana del sábado.

La tenacidad política del exintegrante del M-19 y “gestor de paz”, calificativo que él mismo se atribuye, se entiende cuando se hurga en la historia de su vida: filósofo, polítólogo, docente. Bogotano. También exfuncionario público. Su último ejercicio político se desarrolló en el Instituto Distrital de la Participación y Acción Comunal (IDPAC), con las localidades de las que ha surgido la base electoral de Petro. Dejó el cargo el pasado 8 de noviembre, aduciendo que quería liderar un proyecto de izquierda desde lo ciudadano. Pero esa dimisión resultó siendo también una movida estratégica: no ser funcionario le da más libertades como, por ejemplo, involucrarse con las movilizaciones de la semana.

Luego de haber dejado las armas, y desprovisto de títulos que le dieran amplio dominio del derecho, tomó en sus manos la defensa de la tutela, mecanismo que nació con la Constitución de 1991, y que promocionó mientras fue secretario de la Red Nacional de Beneficiarios de la Tutela. Herramienta, por cierto, a la que acudieron seguidores del alcalde el jueves pasado para interponer –en sólo ese día— 800 recursos en contra del fallo emitido por el Ministerio Público, con el que Petro quedó inhabilitado para ocupar cargos públicos por 15 años.

Parte de las motivaciones de Cuesta para empaparse de conocimientos jurídicos es que él mismo, mientras era guerrillero, fue víctima de la violencia, en lo que se encuentra tipificado como ‘desaparición forzada’ en el país. Detalles de ese suceso los relató Cuesta en el libro ¿A dónde van los desaparecidos? en el que asegura que el gestor de su secuestro fue el Ejército, es decir, el mismo Estado colombiano. Más concretamente, el oficial insignia de la inteligencia militar: el entonces coronel Iván Ramírez Quintero.

Cuesta respalda sus señalamientos con lo que declaró el 22 de enero de 1991 ante la Procuraduría el exsubordinado de Ramírez, el sargento Bernardo Garzón Garzón, quien bajo el alias de ‘Lucas’ se infiltró en el M-19 aprovechando la convocatoria que hizo Cuesta un año antes de que el M-19 ejecutara la toma del Palacio de Justicia en 1985, en la que murieron 94 personas y once más permanecen desaparecidas. En dicho llamado, Cuesta pretendía que simpatizantes del grupo insurgente se adhirieran a la base que él comandaba en el suroccidente bogotano.

Lo que aún no se imaginaba era que Lucas, su supuesto compañero de lucha, llegaría un día en un Renault Cuatro a decirle: “Mario, no se mueva o lo mato”. Acorralado, Cuesta no tuvo más remedio que irse con él y allí empezó la historia de su cautiverio; casi quince días de implacables torturas en el Batallón Charry Solano que han sido detalladas en sus escritos. El cautiverio de Cuesta, sin embargo, fue declarado un ‘secuestro simple’, pese a que según la confesión de Bernardo Garzón alias Lucas, la orden de su secuestro había sido dada por Iván Ramírez, quien nunca fue procesado por este caso .

Pudo recobrar su libertad gracias a que la suya fue negociada por la de Álvaro Gómez Hurtado, quien estaba en poder del M-19 . Luego, Cuesta ingresó al mundo de la política desde su desmovilización. Desde allí ocupó varios cargos como la dirección del Polo Democrático Alternativo y fungió también como concejal de Bogotá.

De ese período, cuando hacía proselitismo para aspirar al Concejo, se recuerda una de sus hazañas: convirtió a una prostituta en una respetada funcionaria pública. Se fue a la zona de tolerancia de la ciudad y allí encontró a Elizabeth Fonseca, una mujer que, sólo por un acto de rebelión, le dio la confianza y seguridad suficientes para incluirla en sus listas. Todo, porque en la campaña que hacía Cuesta les regaló unos condones a las prostitutas de esa zona y Elizabeth se rehusó a recibirlos argumentando que “ésa no era la solución a sus problemas, que eran más profundos”, le contó ella misma al portal Kienyke.

Cuesta, al igual que el alcalde Petro, con quien militó y ha simpatizado durante toda su trayectoria política, es un convencido de que las movilizaciones ciudadanas podrían reversar el fallo de la Procuraduría y por eso dice que se quedará en la Plaza de Bolívar “esperando que más gente llegue con carpas para alzar su voz en defensa de la democracia”. Mientras tanto, se espera el fallo definitivo de Ordóñez y el pronunciamiento de Santos, quien según el fiscal Montealegre, tiene facultades para definir el futuro del alcalde Petro.

 

 

ijunca@elespectador.com

@isajunca

 

Por Isabel Junca

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