El martirio de los venezolanos que viven en un lote junto a la terminal, en Bogotá

En un lote, cerca del portal de buses, alrededor de 160 venezolanos se instalaron esperando mejores oportunidades. Secretaría de Salud adelantó jornada de vacunación.

-Redacción Bogotá - bogota@elespectador.com
06 de septiembre de 2018 - 03:14 a. m.
A los migrantes se les prohíbe dormir en la terminal. / Cristian  Garavito - El Espectador
A los migrantes se les prohíbe dormir en la terminal. / Cristian Garavito - El Espectador

La terminal de transportes de Bogotá se ha convertido en el punto de encuentro de los venezolanos que llegan al centro del país. Allí no solo arriban quienes esperan seguir su camino hacia Ecuador, Perú o Bolivia, sino aquellos que cruzan la frontera y llegan caminando hasta la capital. Según el último reporte del Registro Administrativo de Migrantes Venezolanos en Colombia (RAMV), tan solo en Bogotá hay cerca de 118.000 y a dicha terminal llegan entre 200 y 300 migrantes al día.

En ese tránsito, como muchos no tienen dónde pasar la noche y no pueden quedarse dentro de la terminal o en el parque que hay al lado, decidieron asentarse en un lote cercano, que rodea el caño San Francisco. “El asentamiento lleva tres meses, pero no siempre han estado los mismos. Muchos llegan y se van. Por ejemplo, ahora hay alrededor de 160 personas y seis niños”, manifestó Manuel Padilla, uno de los venezolanos en el lugar.

El lote ya no tiene parte del alambrado que lo identificaba como un predio privado. A 10 metros de la cera, que forma parte de la carrera 68 D, comienzan a verse las carpas y los cambuches que han formado en los últimos días. Con cuerdas y plásticos intentan protegerse del frío y de la lluvia, mientras que con su propia ropa, mucha de la cual han recibido de personas que se acercan a ayudarles, intentan improvisar camas sobre el suelo y el pasto.

Allí hay personas que no pueden trabajar, porque no cuentan con el permiso especial de permanencia. Algunos fueron obreros y vigilantes en su país, y otros son profesionales y hasta trabajaron para el gobierno venezolano. Ese es el caso de Vilma Guzmán, a quien llaman Abuela. Es ingeniera ambiental y asegura que gracias a su trabajo con el Estado venezolano logró obtener una casa, pero ante las dificultades económicas abandonó el país junto con uno de sus dos hijos, en busca de mejores alternativas para sus nietos.

Por su parte, Oscarely Pérez, quien es profesora de lenguas, llegó a Bogotá hace 15 días con su esposo y dejó en Venezuela a sus seis hijas. “No queríamos traerlas a sufrir. En Venezuela los dos teníamos dos trabajos y aun así solo nos alcanzaba para comprar ciertas cosas para comer. La situación era insostenible, aunque no esperábamos que tuviéramos que llegar a dormir en la calle”.

A pesar de las condiciones precarias, intentan mantener el orden dentro del resguardo. Hay quienes se aprovechan de lo que reciben en donación para venderlo, pero, asimismo, la mayoría busca que los primeros en recibir las ayudas sean los más vulnerables: las mujeres, los niños y quienes menos tiempo lleven en la ciudad.

En los últimos días han recibido ayudas de vecinos y personas que se acercan y les ofrecen comida, ropa y la posibilidad de bañarse y asearse. Por su parte, la Secretaría de Salud adelantó ayer una jornada de vacunación, ante la amenaza de un brote de varicela entre las personas que se encuentran en el lugar. Si bien la Secretaría de Gobierno no se ha pronunciado ante la presencia de los venezolanos en el lote, de acuerdo con ellos, en días pasados la Policía estuvo en el lugar haciendo un censo de quiénes se encuentran allí.

A la espera de que no los saquen de la zona, piden al Gobierno Nacional que les permitan legalizar su situación en la ciudad y así facilitar su salida de esta zona. “Vinimos en busca de empleo y de mejores condiciones para nuestras familias”, dijo Lewes Zerpa, uno de los venezolanos que más tiempo lleva en el lugar. Mientras encuentran una salida, dicen, seguirán viviendo allí.

Por -Redacción Bogotá - bogota@elespectador.com

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