
Un camión que deja a su paso una nube de humo negro y espeso; un bus o una volqueta que en cada arranque expulsa una humareda que invade el ambiente, o un peatón atrapado entre emisiones de exostos, que se cubre la boca para tratar de no inhalar el aire envenenado son escenas que se repiten en la cotidianidad de las principales vías de Bogotá.
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