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El poder de la fe

Son 1.540 las sedes de todas las religiones que estarían funcionando en Bogotá. La mayoría apoya a Enrique Peñalosa.

Laura Ardila Arrieta
22 de octubre de 2011 - 09:00 p. m.

— Hermanos, pónganse de pie y escuchen: si el doctor Enrique Peñalosa llega a la Alcaldía tendremos un amigo. Pero si el doctor Petro llega, ¡no tendremos amigos! Y si Gina Parody llega, ¡no tendremos amigos! Hagamos una oración. Hermanos, hagamos una oración. Alcen las manos ahora conmigo. Señoooor, yo te pidoooo, que le des los votos que él necesita para llegar. Y lo bendigo. Señoooor, rodéalo de tu presencia. Y que el pueblo que está acá se sienta en libertad de darle su voto. Señoooor.

Las mal contadas seis mil almas que escuchan el sermón del pastor Eduardo Cañas levantan los brazos por encima de sus cabezas y se mecen de un lado a otro con los ojos cerrados, en actitud de oración. Señoooor, susurran. Señoooor. Algunos lloran. Otros gritan “¡Amén!”. Fuertes y emocionados.

— Yo te pido Señoooor, si el temor de Dios está en su corazón, yo oro para que el Señor lo ponga en la Alcaldía. ¡Digan amén!

La figura de un metro con 94 centímetros de Enrique Peñalosa resalta entre las cabezas que llenan la bodega de tres mil metros cuadrados que es la sede principal en Bogotá de la comunidad cristiana Manantial de Vida Eterna. Todos los domingos, cada dos horas, seis mil creyentes en promedio llegan aquí para escuchar la prédica desde una tarima adornada con banderas de Colombia, tres pantallas gigantes, una banda de músicos encorbatados y, entre otros muchos ornamentos, un pequeño baúl de mimbre “para cuando el Señor te quiebre con una palabra, tu selles la palabra”. Con algún billete, según cuenta uno de los acomodadores del lugar, que también está encorbatado.

El candidato Peñalosa no levanta las manos. Inclina la cabeza con discreción, mientras a su alrededor el mundo se agita entre gritos, aplausos, llanto, cánticos y una batería que acelera el corazón. Al lado, su esposa Liliana y la concejal cristiana Angélica Tovar, que llora un poco.

— ¿Cuántos quieren que el doctor Peñalosa nos dé un saludo?

El más alto de toda la iglesia sube a la tarima del brazo de su mujer para dar las gracias “a Dios, principalmente, por tenerme aquí” y contar la importancia que tiene en su vida el concepto de familia. “Ya que hablamos de familia, este año cumplimos 30 años de casados. Tenemos dos hijos”. Y la gente vuelve a aplaudir.

— Y lo declaro como Ciro y como José, gobernantes buenos que su pueblo amó.

***

Acaso haya sido Álvaro Uribe Vélez, en 2002, para su primera campaña presidencial, uno de los primeros políticos que colonizó con éxito la tierra de los centros religiosos y logró de sus habitantes un apoyo definitivo en su proyecto electoral. Un millón de votos, de los casi seis millones de apoyos que lo eligieron presidente, vinieron, entre otros, de los fieles de la Misión Carismática Internacional, una de las más grandes iglesias cristianas del país. El cálculo lo hizo entonces su propio equipo de trabajo.

Acaso sea su pupilo, el exalcalde de Bogotá y actual aspirante a la reelección, Enrique Peñalosa, el llamado a repetir la historia con el apoyo de algo así como el 70% de las iglesias que funcionan en la ciudad. Un cálculo extraoficial que, también, hace su círculo cercano.

Al amparo de la promesa de trabajo por el fortalecimiento de la familia, la campaña Peñalosa (que representa a los partidos de la U, Verde y Conservador) es respaldada por la Casa sobre la Roca, la Iglesia Cristiana Filadelfia, las Asambleas de Dios, las iglesias luteranas, la Asociación de Ministros del Evangelio, la Iglesia Cruzada Cristiana, parte del llamado Movimiento Cristiano Mundial, la Misión Carismática Internacional, Manantial de Vida Eterna y la Iglesia Centro Mundial de Avivamiento. Las tres últimas, de las más grandes en la capital. Incluso recibió la bendición del cardenal católico Pedro Rubiano Sáenz. Una lista que le hizo a este diario la concejal cristiana Angélica Tovar.

La ciudad no tiene cifras confirmadas ni registro único de datos sobre la cantidad de iglesias y mucho menos el número de asistentes a éstas, a pesar de que en 2006 se aprobó en el Concejo el Plan Maestro de Cultos, que buscaba registrarlas para verificar su correcto funcionamiento. 1.540 sedes es la suma parcial que maneja la Secretaría de Planeación Distrital. La situación no es distinta en la Dirección de Asuntos Religiosos del Ministerio del Interior, en donde les otorgan la necesaria personería jurídica, pero no cuentan con información acerca de sus filiales.

Ellas están ahí igual, naciendo y creciendo todos los días, algunas hasta en garajes. Planeación las clasifica por su tamaño en vecinales, zonales, urbanas y metropolitanas, mientras los interesados las ven, cómo no, como una gran fuerza política en potencia que se mueve por el poder de la fe.

El pastor de Manantial, la iglesia de 36 años de existencia, 50 mil asistentes y tres sedes en Bogotá, Tito Scarpetta, dice que los mismos creyentes son quienes preguntan a sus guías espirituales por quién votar y por eso ellos tuvieron que organizar un comité que analiza “a la luz de la palabra” las mejores propuestas. Advierte, en seguida, que “en todo caso, la gente es libre de tomar sus decisiones”.

Peñalosa le gusta a la iglesia, prosigue el religioso, por su plan de familia, porque propone una ciudad ordenada en movilidad y porque es un hombre de experiencia que los respaldaría. “En ocho años de gobierno del Polo no es que hayamos tenido mucho respaldo de algunos de sus funcionarios”.

Con él coincide la concejal cristiana Clara Lucía Sandoval, de la Misión Carismática Internacional, comunidad que cuenta además con otros dos cabildantes. “A nosotros, como cristianos, nos representa Peñalosa. Para nosotros Petro sería terrible. Mire, la cabeza de lista de Petro es el autor de la política pública LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales). Ellos representan la continuidad de la anarquía, del desorden. Gina, por su parte, ha dicho que aún no se ha hecho lo suficiente por los LGBT. Cuando en estos cuatro años se han invertido ¡$3.200 millones en su promoción!”.

“Lo que queremos es una administración amiga, por eso estamos con Peñalosa”, resume David, el hijo del pastor Eduardo Cañas.

Por supuesto, el apoyo religioso no es exclusividad de Peñalosa. El equipo del independiente Gustavo Petro informa, por ejemplo, que a él han adherido la Iglesia Luterana Católica, la Asociación de Ministros Emprendedores y algunos pastores de centros cristianos evangélicos. El candidato de Cambio Radical, Carlos Galán, tiene un aspirante al Concejo y siete a ediles que pertenecen a Manantial y cuenta además con el apoyo de varios ministerios independientes.

Los pastores de la contienda —Carlos Guevara, del MIRA, y Gustavo Páez, del PIN— tienen, como es obvio, el respaldo de sus respectivas comunidades cristianas. La representación política del MIRA (partido que nació de la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional) pasa por dos concejales en Bogotá, tres senadores y un representante a la Cámara.

El liberal David Luna y el polista Aurelio Suárez han sido acompañados y bendecidos por religiosos, pero no han recibido ninguna adhesión oficial. Tampoco lo han hecho ni Jaime Castro, de AICO, ni la independiente Gina Parody.

Un poder, el poder de la fe, que tienta a los políticos y también, como ellos, ha trabajado a su manera para defender sus creencias.

— Yo le quiero hablar doctor Peñalosa, porque usted no sabe, pero la Iglesia cristiana está más viva que nunca en Bogotá. Usted está preocupado por Bogotá. ¡Pues la Iglesia cristiana también! ¡Digan amén!

Por Laura Ardila Arrieta

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